¡No bajemos la guardia, señores!
Si el Congreso no le pone freno a este desgobierno; a esta anarquía; a esta afrenta al ciudadano (a la que viene conduciéndonos un sujeto que solamente atina a enfrentar a la sociedad, dividiéndola en ricos y pobres; malos y buenos), lo más probable es que, a nivel nacional, estalle un conflicto sociopolítico que ponga en riesgo la vida y la salud de decenas de miles de peruanos que, inmersos en una lucha fratricida, acabarán de una u otra forma siendo víctimas de una confrontación popular de enorme proporción.
El Perú atraviesa por una tormenta, víctima del desorden generalizado que provoca el desgobierno liderado por un peligroso individuo llamado Pedro Castillo Terrones.
No hay día en que la ciudadanía no atestigue el descubrimiento de nuevos hechos y de graves actos de corrupción, perpetrados por la familia, por los amiguetes y/o por los secuaces del aún mandatario. Es más. Este individuo, puesto contra la pared por sus propios crímenes, se ha propuesto enardecer a la población hasta dividirla de manera fratricida, como estrategia totalitaria para seguir atornillado al sillón presidencial.
Con la característica desfachatez de todo dictadorzuelo tercermundista, Pedro Castillo solivianta a los rezagos extremistas envenenándoles con la soflama que los “grandes empresarios”, la llamada “gran prensa” y los “políticos de derecha”, son verdaderos “enemigos de las clases populares”, sugiriéndoles eliminarlos del escenario político. Se dirige en estos términos a los senderistas y emerretistas que quedaron libres, tras ser excarcelados por la izquierda de los garciasayanes, de los ugaces y gorritis, habiendo sido responsables del asesinato de 35,000 ciudadanos; de incontables e incurables daños a otros tantos peruanos, y de la voladura de gran parte de la infraestructura del país. Castillo salió ayer a azuzar –según él, exhortar a los “ronderos”- animándoles a repetir ese cuarto de siglo de guerra sanguinaria que enlutara a muchísimas familias peruanas. Lo hizo como amenaza al Congreso, al poder Judicial, al Ministerio Público, a la prensa libre y a los peruanos que se oponen a su destructivo gobierno comunista y prosenderista, como advertencia para que no insistan en vacarlo o suspenderlo en sus funciones.
Es decir, para dejarlo continuar cometiendo las fechorías y los asaltos al Estado, que ejecuta en su condición de presunto líder de una organización criminal, como le ha calificado la Fiscal de la Nación. Esas cinco o seis carpetas en las que Pedro Castillo se encuentra imputado -como presunto líder de una banda criminal- no son moco de pavo, amable lector. Todo lo opuesto. Revelan la entraña nada menos que del tipejo que hoy nos gobierna. Algo absolutamente imposible de ser aceptado en cualquier nación que se precie de honorable, respetuosa de las leyes, cumplidora del mandato democrático y defensora del Estado de Derecho. Entonces, ¿por qué los peruanos tenemos que ser los pobres diablos del mundo, aceptando que nos gobierne un sujeto tanto familiar como amical y políticamente vinculado a gravísimos episodios de corrupción?
El presidente Castillo está imputado por corrupto por los poderes Judicial y Legislativo. ¡No baje usted la guardia, amable lector!
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