¡Nunca más politización judicial!
El llamado sistema de Justicia peruano es un verdadero enjambre kafkiano. En él, cualquier cosa puede pasar. ¡Menos que el Estado imparta justicia! Fácilmente, acá puede amanecer de noche y anochecer de día. ¡Nada es previsible; antes bien, todo es absolutamente inexplicable! Pero además, es manifiesto que el universo de leyes que conforman nuestro acervo jurídico fácilmente triplica, en volumen, al de la mayor parte de naciones primermundistas. Con lo cual, todo puede suceder. ¡Menos que el poder Judicial haga justicia entre los ciudadanos del este país! En otras palabras, hablamos de una prueba más de que, en el Perú, las leyes han sido elaboradas fundamentalmente para exhibirlas; jamás para cumplirlas. Acá somos campeones en la promulgación de normas legales. ¡Las hay por decenas de miles! Pero, en paralelo, acá batimos todos los récords internacionales del incumplimiento de las mismas. No, precisamente, porque él o los peruanos que acudan a algún juez –previamente, a un fiscal– decidan incumplir nuestra exuberante legislación jurídica. Sino precisamente, porque es nuestro Estado el que –a través de los fiscales y los jueces- retuerce nuestra legislación a niveles de escándalo; muchas veces con tal de favorecer -y/o de perjudicar– al ciudadano demandante o demandado, según el humor del momento de la autoridad que imparta justicia. En síntesis, nadie confía en la Justicia peruana.
Ad portas de cumplir 203 años como república no debemos seguir siendo un país tan incoherente como abusivo; además de imprevisible como es esta; representada por el impresentable Estado peruano. ¡Llamarle Justicia al reino de la injusticia es una barbaridad más que sólo permitimos los peruanos! Ningún otro país del planeta –salvo aquellos dirigidos por regímenes totalitarios y/o por tribus primitivas africanas– permite que un proceso judicial dure diez, quince o más años; y que, finalmente, la Justicia dirima el caso sin ajustarse a la ley; sino interpretándose según el prisma que usen los jueces para zanjar el proceso.
Aparte del exagerado acervo jurídico que tenemos, están los malos jueces. El poder Judicial fue, hasta el 3 de octubre de 1968, un cenáculo de magistrados profesionales de la Justicia y doctores en leyes. Pero ese año el comunismo –trajeado de militares– tomaron el poder y construyeron una revolución socialista, basada en la ideología y la práctica de la Cuba de Castro. Desde entonces, jueces y fiscales son digitados por entes inventados por la izquierda para controlar a la Justicia (Poder Judicial y Ministerio Público). Velasco inició este mecanismo de politización judicial mediante el Consejo Nacional de Justicia. Luego vino el Consejo Nacional de la Magistratura y finalmente la Junta Nacional de Justicia inventada por Martín Vizcarra. Todos cotos manejados por la izquierda caviar para someter a la Justicia y convertirla en un Frankenstein justiciero. ¡Basta de deformaciones a la Justicia! Es hora de regresar al sistema por el cual el presidente de la República propone ternas al Legislativo, compuestas por gente proba para integrar el poder Judicial y la Fiscalía de la Nación; y el Parlamento finalmente las consensuaba denegando y/o eligiendo por mayoría a los magistrados propuestos.
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