Ojo al desborde
La extensión del estado de emergencia en el país no solo era presumible antes que Martín Vizcarra la oficializara, sino explicable dadas las cifras de expansión del coronavirus y curva de ascendencia en el número de muertos.
Esta medida pone a prueba la capacidad de acatamiento de todos los compatriotas a las restricciones impuestas con el fin de contener la epidemia. Vizcarra junto a los ministros del Interior y Defensa brindan también cifras diarias de la cantidad de personas detenidas por violar el Toque de Queda (el cual el Gobierno insiste en disfrazarlo bajo el eufemismo político y menos recordable de “inmovilización obligatoria”) y, ante su incremento sobre todo en la zona norte del país, lamentan esta horrorosa falta de responsabilidad y civismo de los violadores.
Sin embargo, la data es gruesa y no desagrega razones o motivos específicos por los cuales esas personas salen a las calles y pasan por encima del rigor. Las imágenes de TV exhiben casos deplorables como los de jóvenes reuniéndose para tomar o drogarse en casas o parques, bares y discotecas abiertos clandestinamente, o el de personajes populares como el futbolista Nolberto Solano pasándola de polendas en casa de una vecina.
Y como bien sostuvo Giovanni Sartori en “Homo videns: la sociedad teledirigida”, nosotros reducimos los conceptos en función a las imágenes que nos brinda la TV y creemos que todos quienes engrosan las listas oficiales del desacato a la emergencia, son una partida de necios y pobres diablos incapaces de respetar la ley.
Esta no es la verdad profunda. Colegas conductores de noticieros televisivos –los que inicialmente celebraban la irrupción de sus reporteros sobre ciudadanos transitando por las calles– han reparado en la cara informal de nuestra sociedad cuya obsesión no es ganar la calle para pasearse sino para sobrevivir. Lo que les dicen esos peruanos los deja mudos y reflexivos: “la ley y el Estado jamás me alcanzó ni protegió. Casi todos los días nos roban, la policía no nos defiende, el serenazgo nos cobra cupos, no tenemos medicinas cuando llega el dengue u otras enfermedades. ¿De qué ley de emergencia me habla?” (comerciante de Mercado de Frutas, 20 de marzo).
Doce días más nos tendrá al 30 % de formales peruanos en nuestras casas. ¿Será lo mismo para el 70 % trabajador(a) informal que vive al día? Ojo con esto que no es para responderlo con invocaciones de unidad nacional o sentimientos cohesionantes como si apostáramos por la selección de fútbol. Tampoco con 380 soles que están destinados a otro segmento de nuestra marginalidad.
La respuesta es muy compleja y debe pensarse rápido porque ahí hay, lamentablemente, un foco de desborde popular.