Otra indisimulada arremetida caviar
El fárrago de graves acontecimientos políticos ocurridos entre 2016 y este año, sobrepasa largamente a los que ha vivido esta República en el pasado medio siglo. Desde la proclamación como presidente de Pedro Pablo Kuczynski, en medio de una absurda pendencia entre él -un hombre que pasaba los 77 años de edad- y Keiko Fujimori, una mujer que en esos momentos frisaba apenas los 40 años. Ambos, eso sí, curtidos en la política durante muchas décadas.
Ambos, asimismo, situados en el centro ideológico. Por eso mismo, Kuczynski no debió romper jamás aquella estructura política centrista, e indiscutible triunfadora en unos comicios que, por primera vez en décadas, consiguió ensamblar el centro político peruano. Primero porque, a su edad, Kuczynski gozaba de aquel juicio y de aquella prudencia que son tan necesarios en la política. Con mayor razón, si Kuczynski se aprestaba a ejercer la jefatura del Estado sin respaldo de algún partido político organizado. Y tercero, porque él era consciente de su retorcida relación con Odebrecht. ¡Y con Toledo!
Por entonces, luces entonces que no debió habérselas saltado. No obstante, su gran vanidad y su soberbia pudieron más que la ponderación que demandaban, tanto su historial político como los antecedentes que ya le acompañaban desde antes de ser el presidente. Lo que sí consiguió PPK, gracias a su inmensa vanidad, es crearle al Perú un enorme drama: destrozar al centro ideológico/político nacional y aparte robustecer a las izquierdas de todo pelaje. Desde aquella de sus amiguetes, los caviares, hasta los senderistas. Semejante baldón será su pesada cruz, hasta que deje este mundo. Porque, asimismo, a los peruanos Kuczynski nos ha legado una tóxica herencia política que será sumamente difícil, si no imposible, superar.
Tan confiados del gran favor que les hizo Kuczysnki están ahora sus amiguetes caviares, que se comportan como esquizofrénicos desesperados por derrocar al gobierno constitucional de Dina Boluarte de la presidencia, para proclamar el adelanto de elecciones. Lo que equivaldría a extenderle el acta de defunción a la Democracia peruana y a entregarle el poder a la mafia cubano-venezolana, decidida a incorporar al Perú a la férula comunista latinoamericana. ¡Así actúan los caviares! Así profundizaron la agonía de nuestra democracia gatillada por la renuncia de Kuczynski, incendiando el centro limeño para vacar violentamente a Manuel Merino, apelando a la táctica roja del "busquen el muertito".
Hasta que consiguieron a Inti y Bryan, a quienes el impresentable Sagasti condecorase como "héroes de la República". Actuaron en connivencia con Jorge Muñoz, ex alcalde de Lima, quien muy sospechosamente “no encontró” los videos de las cámaras que el cabildo limeño mantiene distribuidas en el centro histórico de la capital, precisamente donde ocurrieron esos hechos.
Los caviares sembraron asimismo la denuncia que la Policía había disparado a matar, y por esta razón ocurrieron "muchas desapariciones". Falacia que fuera desmentida tanto por el ministerio de Justicia del régimen que sucedió a Kuczynski como por la Fiscalía de la Nación. Fue un grotesco montaje para derrocar a Merino e instalar a un conspicuo caviar apellidado Sagasti Hochhausler.
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