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Para una mejor representación
Por José Luis Sardón
Para tener una mejor representación, debe cambiarse el calendario electoral y las circunscripciones electorales, eligiéndose uninominalmente a los congresistas cada dos años y medio. Complementariamente, debe reintroducirse el Senado.
Desde la Constitución de 1979, el Legislativo y el Ejecutivo se eligen simultáneamente cada cinco años. Esto puede generar graves impases políticos, si el Presidente de la República tiene una bancada congresal exigua.
Toledo, García II y Humala pudieron concluir sus mandatos, a pesar de no tener mayoría en el Congreso. Sin embargo, sus partidos tenían 38%, 30% y 36% de este, respectivamente. Al tener solo 16% del Congreso, PPK no pudo hacerlo.
Para evitar que esta situación —y su larga cola— se repita, si el mandato presidencial se mantiene en cinco años, los congresistas deben renovarse íntegramente cada dos años y medio, permitiéndose su reelección.
Si la renovación del Congreso a mitad del periodo presidencial hubiese estado prevista en la Constitución de 1993, el pueblo podría haber dirimido el enfrentamiento entre PPK y el Congreso.
¿Las acusaciones congresales sobre PPK justificaban vacarlo? En elecciones congresales de mitad de periodo presidencial, los peruanos podrían haberse pronunciado sobre ello. Acaso lo habrían hecho como lo hicieron los norteamericanos en 1998.
En Estados Unidos, las elecciones de mitad de su segundo periodo presidencial salvaron a Bill Clinton por el asunto Lewinsky. Su resultado indicó que, a criterio de los norteamericanos, el asunto era grave, pero no tanto como para vacarlo.
Evidentemente, cuanto más frecuentes son las elecciones, más control tiene la ciudadanía sobre el proceso político. Al trasladársele la resolución del enfrentamiento Legislativo-Ejecutivo, la decisión que se adopte será totalmente legítima.
Una mejor representación requiere, además, que los congresistas se elijan en distritos uninominales. Así, se establecería una más clara rendición de cuentas y se evitaría que las elecciones frecuentes comprometiesen la gobernabilidad.
Las actuales circunscripciones plurinominales datan de 1931; y el criterio de asignación de curules proporcional, de 1963. Su reforma se ha postergado una y otra vez, con distintos pretextos, a pesar de los resultados deficientes. Esto no debe continuar.
Bajo las reglas vigentes, el vínculo de representación es confuso, nadie sabe bien quién representa a quién. La rendición de cuentas es débil, a pesar de los esfuerzos de algunos congresistas.
Si la elección se realiza en distritos uninominales, en cambio, cada congresista sabrá exactamente cuál es su base electoral. Con ella, podrá tener un trato personal, cara a cara.
Los distritos uninominales, además, reducirán la fragmentación legislativa. Eventualmente, iremos a un sistema de dos partidos, como el que caracteriza a las democracias estables de los países grandes.
Sería una locura introducir la renovación del Congreso a la mitad del periodo presidencial manteniendo los actuales distritos plurinominales. Tal renovación requiere otro sistema de representación, que cambie la dinámica del juego político peruano.
Ir hacia el bipartidismo significará sustituir las estrategias predatorias actuales por estrategias de prestigio ya que la alternancia ordenada de partidos en el poder habilitará la cooperación entre ellos.
Para matizar los efectos políticos de estas reformas, debe reintroducirse Senado. Este permitirá combinar oportunidades de cambio fuerte y de cambio débil, y criterios de representación.
Debemos tener 36 senadores elegidos en seis circunscripciones plurinominales macrorregionales (1. Norte; 2. Centro; 3. Sur; 4. Oriente; 5. Lima-Norte; y, 6. Lima-Sur). Cada una de ellas debe elegir seis senadores.
Los senadores deben ser elegidos por siete años y medio, renovándose por tercios cada dos años y medio. Así, tendremos oportunidades de cambio fuerte y de cambio débil, pero nunca oportunidades de cambio total.
Oportunidad de cambio fuerte será aquella en la que se pueda renovar un tercio del Senado, la totalidad del Congreso y la Presidencia de la República; de cambio débil, a la mitad del mandato presidencial.
Las circunscripciones senatoriales macrorregionales, además, nos pondrán en camino para salir del absurdo actual de tener gobiernos regionales en departamentos; o, lo que es lo mismo, gobiernos regionales, pero no regiones.
Es verdad que a Clinton las elecciones congresales de mitad de periodo presidencial lo salvaron de la vacancia. Empero, más exacto es que lo salvó la renovación parcial del Senado. Lo mismo sucedió con Donald Trump.
Los excesos en la declaración de vacancia por incapacidad moral del Presidente de la República por parte del Congreso deben evitarse no pidiéndole al Tribunal Constitucional realizar interpretaciones caprichosas sino reintroduciendo el bicameralismo.