Perdidos en el espacio
¿Usted cree, amable lector, que en las siguientes elecciones para presidente y congresistas de la República los peruanos escogerán mejores autoridades que aquellas por las que han venido votando a lo largo de esta última década?
Es más, ¿usted consideraría que el resultado de los comicios entrantes nos darían mejores, iguales o peores autoridades que el gobierno que lidera la presidente Dina Boluarte y el Congreso que nos acompaña desde 2021? ¡A estas alturas, todo apuntaría a que las elecciones serían el año 2026! Aunque, sin la menor duda, en este país pleno de sorpresas todo puede ocurrir.
¡Sería obvio afirmar, sin ánimo de equivocarnos, que así será! Pero, volvamos a nuestra realidad. ¡Estamos en el Perú! Donde lo único que no funciona es la lógica.
Pero aún confiando en que los siguientes comicios se den el año 2026, ¿usted creería que la fórmula presidencial y los congresistas a ser elegidos superarían a sus pares actuales en cuanto a incapacidades intelectuales; ineptitudes personales e inconductas éticas; además de inexperiencia política y desconocimiento de la cosa pública? ¡Sería extraño que no sea así! Comencemos porque en el caso del Legislativo, el nivel de sus actuales integrantes –exceptuando solamente a tres o cuatro parlamentarios- sería difícil de empeorarlo.
Por tanto es probable que los futuros parlamentarios sean igual o inclusive más ineptos, sinvergüenzas y primitivos que nuestros actuales 130 padres de la patria. Y en lo que respecta a la presidencia de la nación -a menos que ocurra un gran milagro- lo previsible es que quien resulte electo como siguiente mandatario se asemeje muchísimo en personalidad, calificaciones y aptitudes a las que exhibe la presidente Dina Boluarte.
Preparémonos entonces para enfrentar algún escenario peor al que venimos soportando desde comienzos del milenio. ¡Al menos evitaremos caer en depresión! Pero la verdad es que no pinta bien la cantera de personajes que estarían dispuestos a candidatear para ejercer el cargo de presidente de la República y/o congresista de la República.
Porque sigilosa y calculadamente, los caviares han venido encargándose de construir una destructiva hipótesis conspiranoica contra cualquier peruano interesado en participar en política nacional, si no exhibe los parámetros que impone la neo sociedad dibujada por ese mundo idealizado de lo políticamente correcto y lo éticamente insuperable, inventado por la mafia caviar. Quien no abrigue estas características, quedará descalificado para presentarse como postulante a jefe de Estado o congresista. Apostilla.
El miserable Vizcarra contribuyó a la causa caviar, procurando refugio para tapar sus inmundicias -mafiosamente encapsuladas por la fiscal Zoraida Ávalos-. Utilizó como corre ve y dile a un desacreditado de apellido Tuesta Soldevilla para imponer la fiscalización de aportes en campaña de los partidos políticos y la no reelección de congresistas. Esto sirvió para sepultar el cadáver de la clase política carcomida por la corrupción de Odebrecht.
Esto por cortesía de Toledo, Humala y PPK, y varios medios de comunicación que les ayudaron a tapar el megaescándalo Odebrecht que, a su vez, gangrenara a integrantes de directorios de medios periodísticos. Como José Graña de El Comercio.
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