Perú entre el cielo y la sangre
El Perú amanece hoy con el alma dividida entre dos poderosos sentimientos. Por un lado, celebramos con gozo la elección de un guía espiritual del mundo católico que invade nuestros corazones con la histórica elección del nuevo Papa: León XIV, Robert Francis Prevost Martínez, un peruano de corazón, quien durante más de diez años fue Obispo de la Diócesis de Chiclayo. Esta elección no es casual, es un mensaje profundo del Altísimo, que ha puesto sus ojos en nuestra nación, en nuestra gente, en nuestro pueblo. Es un llamado a la fe, a la renovación espiritual, y también un recordatorio de que el Perú tiene aún una misión sagrada en medio del caos que vivimos.
Este acontecimiento llena de orgullo a la región norteña que vio de cerca su humildad, entrega pastoral y compromiso con los más necesitados. La figura del Papa León XIV es un símbolo de luz, guía y esperanza. Un mensaje desde lo alto que nos recuerda que no todo está perdido. Que aún podemos aspirar a la verdad, justicia y al bien común.
Pero mientras en Roma se entona el Habemus Papam y el mundo gira su mirada hacia el Perú, la otra mitad de nuestra alma sangra. Porque aquí, en nuestra tierra, la violencia, sicariato y el crimen organizado siguen arrebatando vidas inocentes. Hace solo unos días fue asesinado el periodista Raúl Celis, en Iquitos. Hace apenas tres meses, cayó acribillado Gastón Medina, en Ica. Ambos compartían un rasgo que incomoda a los corruptos: HABLABAN CLARO, FUERTE Y SIN MIEDO, denunciaban, investigaban y enfrentaban al poder sin doblegarse, por eso los silenciaron.
Estas muertes no son hechos aislados. Son advertencias brutales contra el periodismo valiente y contra todos aquellos que todavía creen que la verdad debe prevalecer. Son también la evidencia de un Estado débil, ausente, cómplice por omisión. La gestión de Dina Boluarte y su entorno no da señales reales de combatir la extorsión ni el sicariato, mientras la inseguridad se expande y la justicia brilla por su ausencia.
La situación en Pataz, con decenas de asesinados por bandas criminales, y el reciente asesinato de comunicadores sociales, nos obligan a alzar la voz. No podemos aceptar vivir entre balas y amenazas. Los poderes fácticos no pueden seguir contratando sicarios para callar periodistas. ¡LA PRENSA LIBRE NO SE CALLA! ¡LA VERDAD NO SE MATA, SE DEFIENDE! La Asociación de Periodistas del Perú, los estudiantes de Ciencias de la Comunicación, y todos los defensores de la libertad de expresión deben ponerse de pie. No se trata solo de defender a los periodistas asesinados, sino de evitar que nos acostumbremos al silencio forzado, a la autocensura por miedo, a la complicidad por omisión.
¡Exigimos! que se priorice la hipótesis profesional en el caso del asesinato de Raúl Celis. No más desvíos ni cortinas de humo. Que se esclarezca de inmediato el caso de Gastón Medina, asesinado hace más de 90 días sin avances concretos. Que se investigue a fondo a los operadores de justicia enriquecidos de manera sospechosa, como el caso denunciado por el periodista José Briceño Abanto sobre la fiscal Marita Barreto. Que se respete el trabajo periodístico en todo el país. Basta de detenciones arbitrarias como lo sucedido en Chiclayo y Chivay, cuyo único delito fue mostrar la corrupción local. Así como celebramos a un peruano como guía espiritual del mundo católico, también lloramos a nuestros muertos y exigimos justicia. No podemos permitir que la esperanza del cielo nos haga olvidar la urgencia de actuar aquí en la tierra. El Perú necesita FE, sí. Pero también firmeza, memoria y acción. He dicho.
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