Perú: una nave al garete
Por enésima vez, comentamos la gravísima coyuntura a la que nos ha llevado la izquierda, cortesía de los caviares y un presidente comunista del Jurado Nacional de Elecciones. El régimen Boluarte, sucedáneo del desgobierno de Castillo, lleva ya nueve meses en el poder sin un plan de gobierno. ¡Ni intenciones de tenerlo! El Perú navega al garete, en medio de una espantosa borrasca. Flotamos como nave sin rumbo, con las cuadernas cada vez más crujientes, sin cartas ni instrumentos de navegación y con una tripulación espantada, hambrienta, desesperanzada y al borde de amotinarse contra al capitán de la embarcación; en este caso una persona neófita, inexperta, improvisada, que confía en su segundo de a bordo, quien quizá esté más asustado que ella. El combustible (las arcas públicas) está en un cuarto de tanque, y las vituallas para alimentar a la tripulación amenazan extinguirse pronto. El ambiente dentro de la nave se agrava por la presencia de delincuentes foráneos, infiltrados como tripulantes, abocados a robar y hasta asesinar por comida o por lo que fuere.
Además, las condiciones meteorológicas (el ambiente político) están en alerta máxima, tras escalar la fuerza del viento. Según la escala Beaufort –que va de 0 (calma chicha) a 12 (tormenta huracanado)–, actualmente navegamos en medio de un fuerte temporal, midiendo el humor de la tripulación y la perspectiva del mar.
Llevando esta metáfora náutica al campo de la realidad, es evidente que Boluarte no tiene la más pálida idea de lo que significa gobernar un país. Con mayor razón, uno tan liado como se encuentra el Perú en estos momentos. No es la persona que necesitamos en una circunstancia tan peligrosa como en la que nos encontramos.
Pero cambiar de capitán en el medio de un mar encrespado por una tormenta feroz; con una oficialía tan o más desconocedora de la realidad que quien capitanea la nave; con el tanque de combustible en reserva por el mayor consumo que imponen la inexperiencia, el voluntarismo y la demagogia; y una tripulación enfurecida por todas esas circunstancias, sumada a la violencia desatada por criminales trajeados de marineros, resulta tan o más peligroso que apostar por llegar a nuestro destino.
Ver a la presidente Boluarte desautorizando a su primer ministro Otárola (quien mal que bien, le sostiene el proscenio); y oír al cuestionado ministro de Defensa arremeter contra el propio premier Otárola, son clarísimos signos de zafarrancho de combate en las alturas del poder, en medio de la tempestad.
¿Con qué pretexto Boluarte y su ministro Chávez Cresta niegan que Perú necesita un plan Bukele, semejante al del presidente de El Salvador; cuando vivimos esta gravísima coyuntura sin contar con un plan de gobierno; tampoco de seguridad ciudadana? Una jefe de Estado con nueve meses en el poder sin plan de gobierno –ni tampoco de seguridad ciudadana– que vilipendia el plan Bukele, solo podría rechazarlo porque lo desconoce. Aunque quizá le interese un bledo que el peruano viva a merced del crimen. ¡Ni siquiera nos presenta una alternativa igual o mejor!
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