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Predicando con el ejemplo

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Fecha Publicación: 15/03/2024 - 21:40
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La integridad, como uno de los principios fundamentales de la convivencia social, debería ser el hilo que una nuestra comunidad. Este valor trasciende lo individual para impactar profundamente en la cohesión y estabilidad de la sociedad en su conjunto. Cuando hablamos de integridad, nos referimos a un conjunto de valores que se fomentan y aprenden desde pequeños en el hogar, como la honestidad, el respeto, la responsabilidad, la empatía, la solidaridad y el compromiso con el bien común. Estos valores, que deberían reforzarse en nuestra etapa formativa, no solo definen nuestra conducta personal, sino que también moldean la calidad de nuestras interacciones con los demás y con las instituciones que conforman nuestra sociedad.

Sin embargo, somos conscientes de que algo no está funcionando, que algo falla en muchos de nuestros hogares, escuelas y centros de formación técnica y profesional; tal vez no estamos siendo un modelo a seguir para nuestros hijos, alumnos o colegas, y por ello enfrentamos en nuestro país una situación de alta corrupción y tolerancia a los actos contra la ética e integridad y a quienes incurren en ellos.

Para revertir esta situación cada uno de nosotros debe comprometerse con los principios éticos, contribuyendo de manera significativa a la construcción de una sociedad más justa y equitativa que promueva la confianza entre los ciudadanos, el respeto por los derechos del prójimo y fomente el bienestar común. Este se constituirá en un factor crucial en la prevención de la corrupción y otras prácticas que socavan los cimientos de nuestras instituciones y comunidad.

Debemos, como sociedad, aspirar a que no se repitan hechos como los registrados en el Corredor Morado, donde actos vandálicos promovidos por quienes actúan de manera informal en el transporte urbano afectaron las unidades que circulaban poniendo en riesgo la vida y salud de los usuarios de este servicio público principalmente son estudiantes, trabajadores y amas de casa.

Pero también reconocer acciones positivas, como la del conductor que colaboró en la captura de un individuo que se dio a la fuga tras atropellar y causar la muerte de una persona. Gracias a la valentía y la determinación de este buen ciudadano, se pudo hacer justicia y pudimos constatar que la integridad no es un concepto abstracto, sino una fuerza real que impulsa el bienestar y la seguridad de nuestra comunidad.
Sembrar integridad en las futuras generaciones es una responsabilidad compartida que recae en todos nosotros, como padres, educadores y miembros de la sociedad. Urge generar alianzas para modelar comportamientos éticos y comunicar claramente la importancia de una cultura de valores. Debemos enseñar con el ejemplo y proporcionar a nuestros niños y jóvenes oportunidades para reflexionar sobre sus acciones y practicar la toma de decisiones éticas en diferentes contextos. Solo así podremos construir una sociedad basada en el bienestar común y donde la confianza y el respeto mutuo sean la norma, no la excepción.
Ahora que nuestros estudiantes vuelven a las escuelas y universidades, es un buen momento para tomar acción, no sigamos siendo cómplices.

Por Hernán Lanzara
Presidente de la Comisión de Integridad de la CCL

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