Progresía y locura
La progresía debería considerarse una enfermedad mental. Quienes la padecen pretenden que la humanidad, equilibrada, siga sus pasos confusos, por caminos torcidos y peligrosos, que cumplamos todos sus caprichos y compartamos sus alucinaciones. Están en guerra abierta contra las creencias y valores occidentales, el lenguaje y la ciencia.
Esta locura progre, contagia, y a veces, ataca a las autoridades educativas que bajo la excusa de la educación sexual y la ideología de género quieren detallar las variedades de satisfacción sexual a los niños. Los jóvenes ya no van a universidades sino a centros de adoctrinamiento progresista, donde se practica la censura y la cancelación. La Universidad de Stanford ha lanzado un manual de palabras prohibidas de su ‘Iniciativa para Eliminar Lenguaje Nocivo’. Al informar sobre el asunto el Wall Street Journal advirtió que el objetivo es “reeducar a los ignorantes”. Se prohíbe, por ejemplo, el uso de la palabra “inmigrante”; ésta debe reemplazarse por: “persona que ha inmigrado”, contraviniendo la esencia de las lenguas de sintetizar. Algo que se muestra en el primer pasaje de Juan de Mairena, donde el poeta español Antonio Machado (1875-1939) resalta el valor de economizar las palabras para la eficiencia de la comunicación. Va así: “Señor Pérez, salga a la pizarra y escriba: ‘Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa’, dice el ficticio profesor de Mairena a un alumno que escribe lo dictado. “Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético”. Y el alumno solo escribe: ‘Lo que pasa en la calle’. Con menos palabras la versión del estudiante permite una comunicación clara.
La locura progre permite ingresar al selecto grupo de quienes se perciben moralmente superiores, la policía del correctismo político. Habitan en una burbuja cuyos resbalosos límites los separan de la realidad. Estas pobres ánimas cacarean slogans como “justicia social”, “empoderar” y por el estilo; además cambian las O’s por E’s (niñes, todes, alumnes) para neutralizar el género, pero por ratos quieren cambiar las palabras para hacerlas femeninas (munda por mundo). Reniegan de la biología y creen que el sexo se escoge, que no se nace mujer ni hombre.
Evidentemente el progresismo produce ceguera y no les permite ver las diferencias anatómicas entre hembras y machos. No comprenden ni aceptan que los genes determinan el sexo hasta de los zancudos.
Los progres son incoherentes. Han cancelado la película “Lo que el viento se llevó” (1939) por presentar, según ellos, una visión idealizada de la esclavitud. Dado que sufren de amnesia selectiva, olvidan que en ella actuó Hattie McDaniel, la primera mujer negra en ganar un Óscar.
El progresismo es globalista y de izquierdas. Detestan muchas cosas, entre ellas la Navidad, es decir, el nacimiento de Dios encarnado. Se puede ser no creyente o no cristiano, pero ellos han declarado la guerra a la navidad, al simbólico nacimiento porque representa a la familia y la reúne alrededor del Niño Dios.
Ellos saludan, si acaso, diciendo Felices Fiestas, nosotros los conserva-cuerdos nos reconocemos compartiendo un fuerte: ¡Feliz y bendecida Navidad!
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