“Puro floro”

Tenemos un gobernante “florero” y no lo decimos porque parezca un adorno, sino porque se llena la boca alardeando de todo lo que no puede cumplir. “Las puertas de Palacio de Gobierno están abiertas para todos los peruanos”, pero las cierra para no declarar ante los miembros de la Comisión de Fiscalización del Congreso.

Lo vemos en las regiones muy “gallito” repitiendo hasta el cansancio que “ha llegado a gobernar sin haberle robado un centavo al Estado”, pero no responde ante la presunción de haberlo hecho desde que asumió el poder. Levanta la voz para decir “que va a colaborar con la justicia y dará la cara donde se le cite”. Pero, justo cuando debe cumplir con su palabra, se pone en modo “gallina” yéndose fuera de Lima. Si Pedro Castillo es investigado por la Fiscalía como presunto líder de una organización criminal, ¿podría haber algo más importante que declarar para deslindar su responsabilidad? Pareciera querer darnos la contra cuando lo vemos rechazando a la comisión.

Sabe que el pez por la boca muere, por eso prefiere callar. No le conviene declarar porque podría entrar en contradicciones. No es para menos, si el Fiscal de la Nación ha decidido investigarlo es porque podría tener suficientes elementos de convicción en su contra. Por eso el Gobierno, preocupado por las denuncias de la prensa, ha propuesto un proyecto de ley para amordazarla y someter a la justicia a todos aquellos que se atrevan a publicar lo que fiscales y jueces parecen filtrar para no ceder ante la prepotencia con la que pretenden imponer impunidad frente a la corrupción.

El peligro es que algunos funcionarios del Gobierno parecen entrarle a todo. No son aves de paso. Parecen aves rapaces perversamente escogidas por sus “habilidades” para tomar por asalto los recursos del Estado. Saben que queda poco tiempo y no están dispuestos a dejar pasar esta oportunidad. “Trabajan” con la certeza que no pagarán por sus delitos.

Ahora ningunea a la justicia “floreando” que su gobierno sólo debe responderle al pueblo y muestra voluntad de someterse a la justicia rondera. No sabemos si se refiere a los valientes peruanos que en los noventa enfrentaron la subversión o a los que hoy lo rondan tratando de ganarse “alguito”.

Castillo, al decidir no declarar ante la comisión del Congreso, parece haber descartado la posibilidad de reconocer culpa prefiriendo mantenerse en medio de su inmensa oscuridad. No podrá decir que no tuvo la oportunidad para defenderse. Su cómplice silencio deja pocas dudas.

“Quien no la debe, no la teme” es parte de su floro. Pero, al ver cómo se enreda en sus palabras para tratar de explicar lo inexplicable, pareciera que la debe, la teme… y mucho.

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