¿Qué ocurre en nuestra Cancillería?
La Canciller, Ana Gervasi, probablemente no comprenda la encrucijada política en que se encuentra el Perú, país al que representa como jefe de nuestra Cancillería. En diciembre de 2021, nos salvamos de milagro de ser secuestrados por la órbita marxista latinoamericana que dirigen Cuba y Brasil, y acompañan Colombia, Chile y Bolivia. Países limítrofes con el nuestro gobernados, como los dos primeros, por mandatarios comunistas aliados de la troika marxista que comanda Cuba. Logramos salir del, también comunista, Pedro Castillo, porque nuestras instituciones públicas democráticas -motivadas por la implacable posición de respeto a la Constitución que adoptaron nuestras Fuerzas Armadas- respondieron anteponiendo el Estado de Derecho al golpe de Estado que perpetró el exmandatario, cuando demandó que la Policía Nacional aprese a la Fiscal de la Nación y clausure las puertas tanto del Congreso como del Tribunal Constitucional, el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo y, en general, los ingresos al resto de reparticiones públicas. Sin embargo, a partir de entonces nos hemos convertido en el punching ball de la mafia marxista latinoamericana, incluyendo a México, nacion tradicionalmente amiga aunque ahora acérrima enemiga de la nuestra, cortesía del intolerable lenguaraz, senil, prepotente presidente López Obrador. Por si fuese insuficiente, la OEA, a través de Sistema Interamericano de Derechos Humanos -que integran la Comisión y la Corte de IDH-, también ha enfilado sus cañones contra Perú, convertida en enemiga pública No 1 nuestra. Consecuentemente el escenario internacional nos es sumamente inestable y por tanto perjudicial. Pero es en ese proscenio donde, justamente, le corresponde desempeñarse a la Canciller Gervasi. Y, a la vista de los resultados, Torre Tagle no estaría dando la talla que necesita nuestro país en estos momentos.
Sin ir muy lejos, la semana pasada, durante una sesión del Congreso Nacional, el legislador Ernesto Bustamanet hizo una denuncia gravísima que, como ya nos tiene acostumbrados la clase política (particularmente aquella de la izquierda), ha pasado desapercibida porque, tácticamente, no le conviene encararla. Sin embargo, llama la atención que Fuerza Popular, partido al que pertenece el legislador Bustamante, tampoco haya protestado por el agravio que significa semejante denuncia. Resulta que, según el citado parlamentario, el embajador ruso en Perú, Igor Romanchenko, representante de una nación invasora, violadora del Derecho Internacional durante su incursión en Ucrania, donde ha quebrantado brutalmente los Derechos Humanos de sus ciudadanos, ha tenido frases inaceptables contra la presidenta del Perú, Dina Boluarte. Según Bustamante, “Me dijo frases duras, fuera de lugar contra el Perú, en presencia del embajador de otra nación. Manifestó ´querer la cárcel para nuestra presidenta, cambio de ministros, una revolución, etc.´ Retruqué con cortesía y firmeza”, acotó Bustamante. Por su parte, Luis Gonzales Posada, ex Canciller de la República, demanda al gobierno “declarar persona no grata a Romanchenko y gestionar su inmediato retiro del país. Caso contrario, retirarle su acreditación.”
Ha transcurrido suficiente tiempo y la Canciller Gervasi sigue guardando hermético silencio. El Congreso debe convocarla y, de no recibir una explicación satisfactoria, proceder a censurarla. ¡La coyuntura no está para dejar hacer, dejar pasar!
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