Rechacemos el travestismo político
El deporte de la política peruana gira alrededor de una contienda cuyo ganador será aquel concursante que mienta mejor, emulando una suerte de Olimpiada donde gana el que proponga la falsedad más contundente o dispare la moción más inverosímil.
¡Pero la regla elemental es que el ganador nunca reniegue de sus orígenes: sean de derecha o izquierda! ¡Por más mérito que haga, quedará descalificado quien abjure de su espacio ideológico! ¡Ni siquiera apelando al travestismo, para fungir ser neutro y quedar bien con todos, como sucede con frecuencia! Porque está confirmado que en ese caso la gente repele al cobarde que no se atreva a hablar con franqueza; peor con medias verdades! Por culpa de ellos el Perú está como está.
Por ejemplo, los postulantes tradicionalmente identificados con el centro y/o la derecha que, súbitamente, transiten hacia la izquierda, transpiran cobardía. ¡Eso lo huele el elector! Sin ir muy lejos, durante la campaña electoral de 2021 Keiko mintió al elector insinuando empatizar con la rojería caviar. ¡Y perdió!
Frente a la pusilanimidad de tantos peruanos, Emmanuel Macron, presidente de Francia, confronta a la izquierda francesa cuantas veces estime necesario. Circula vía las redes un discurso magistral suyo, que trascribimos parcialmente, definiendo al verdadero político; no a esa entelequia en la que algunos de los candidatos pretenda convertir la política.
Leamos con detenimiento.
“Nos impusieron el relativismo: la idea de que todo es igual, lo verdadero y lo falso; que el alumno vale tanto como el maestro; que no hay que traumatizar a los malos estudiantes; que la víctima cuenta menos que el delincuente; que la autoridad estaba muerta; que las buenas maneras habían terminado; que no hay nada sagrado, nada admirable.
¡El eslogan es vivir sin obligaciones y gozar sin trabas! Quisieron acabar con la escuela de excelencia y civismo. Mataron los escrúpulos y la ética. Una izquierda hipócrita que permitía indemnizaciones millonarias a los poderosos y el triunfo del depredador sobre el emprendedor. Esa izquierda está en la política, los medios de comunicación, la economía. Le ha tomado gusto al poder. La crisis de la cultura al trabajo es una crisis moral.
Dejaron sin poder a las fuerzas del orden y crearon una frase que ha abierto una fosa entre la policía y la juventud: ´los vándalos son buenos y la policía es mala´. ¡Como si la sociedad fuera siempre culpable y el delincuente inocente! Defienden los servicios públicos, aunque jamás utilizan transporte colectivo. Aman a la escuela pública, pero mandan a sus hijos a colegios privados. Adoran la periferia pero jamás viven en ella. Firman reclamos cuando se expulsa a algún extranjero, pero no aceptan instalarlos en su casa.
Renuncian al mérito y al esfuerzo y atizan el odio a la familia, a la sociedad; a la república. Con absoluto descaro lucran de los bienes del Estado, y montan negocios con dinero mal habido. ¡Volvamos a los antiguos valores del respeto, la educación, la cultura y las obligaciones antes que los derechos! Esos últimos se ganan haciendo valer y respetar los anteriores”.
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