ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Rehabilitada

Imagen
Fecha Publicación: 15/02/2020 - 22:10
Escucha esta nota

Lo peor del populismo de Martín Vizcarra es la certeza absoluta de la impunidad que lo ilumina para avasallar el raciocinio. Puede mentir, exagerar, inventar, atarantar, omitir pero sabe que su prédica fatua o acciones deleznables siempre hallarán cabida en las muchedumbres persuadidas de esa paciente encarnación del bien contra el mal que ha construido. El resto no interesa, aunque abrace una inquietud lógica o una interpelación atendible.

Le interesó un pepino, por ejemplo, ejercer burla contra los peruanos volviendo a colocar como ministro de Transportes y Comunicaciones a Edmer Trujillo, a quien aparentó sancionarlo en abril del 2019 cuando lo separó del mismo cargo por la tragedia de Fiori. Seis meses más tarde y aprovechando el inmenso ruido del cierre del Congreso, Trujillo exhibió nuevamente un fajín ministerial.

Con el escándalo de la acusación fiscal por el caso hospital de Moquegua, Trujillo parte por segunda vez del Gabinete pero es seguro que Vizcarra lo mantendrá en la esfera pública pues le resulta difícil dejar en el abandono a la collera moqueguana.

Bajo la misma piel de hipopótamo (donde todo resbala), Vizcarra y el premier Vicente Zeballos han designado a la señora Susana Vilca como ministra de Energía y Minas, luego de verse obligados a separar de esa función a Juan Carlos Liu.

Es imaginable que Vizcarra y Zeballos contaran con una amplia baraja de nombres para el reemplazo de Liu. Es factible que algunos de los requeridos se negara cortésmente a aceptar el encargo.

Pero aterrizar en la alternativa de la señora Vilca con la mochila de sus oscuros antecedentes, quiebra hasta la ley de la gravedad a los ojos del observador menos avisado.

Para Vizcarra y Zeballos, el hecho de que Vilca tuviera 17 concesiones de minería informal al momento de ser nombrada viceministra de Minas en tiempos de Ollanta Humala, que omitiera consignar dichas propiedades en su declaración jurada, o que fuera señalada por dos colaboradores de cobrarles cupos cuando fue congresista 2006-2011, no importa. Peor aún, de acuerdo a Zeballos ella merece ser “rehabilitada”.

Este gesto del gobierno en nada difiere de la lógica María Foronda, la excongresista que tuvo la desfachatez de contratar en su despacho a una excondenada por terrorismo. Ciertamente el principio de reintegrar a la sociedad a quienes pagan por sus crímenes o faltas no puede limitarse, salvo otro principio tangible y muy antiguo: no poner jamás al gato de despensero. Ergo, que se rehabiliten donde sea menos en el Estado al cual ofendieron y dañaron.

Estimo que la “rehabilitada” señora Vilca debe renunciar por mínima dignidad. De los “rehabilitadores” no espero nada, solo más demagogia.