«Rehén por siempre», de Luis Giampietri Rojas
En el libro “Rehén por siempre”, el valeroso almirante Luis Giampietri describe su experiencia en la Embajada de Japón, frente a un grupo emerretista comandado por Néstor Cerpa Cartolini. El 17 de diciembre de 1996, terroristas del MRTA tomaron por asalto la casa del embajador de Japón en Lima, secuestrando a más de 800 personas que habían asistido a la celebración del cumpleaños del emperador Akihito, lo que obligó al entonces presidente Fujimori a buscar una salida militar. Esta maniobra, que se realizó el día 126 de la toma, ha sido calificada por muchos países como la más exitosa del mundo.
Para llevar a cabo su plan, los terroristas entraron a la casa situada al lado de la embajada, donde funcionaba una ONG, y rompieron la pared que daba al jardín. Eran 14 emerretistas. Armaron esa operación con el dinero que obtuvieron del secuestro al candidato presidencial de Bolivia, Samuel Dorian, en el que cobraron casi dos millones de dólares, parte de los cuales sirvieron para la adquisición de radios, ametralladoras, pistolas y municiones.
El almirante Giampietri estudió su situación como rehén y se dio cuenta que podía escapar solo, pero también pensó que, al irse, podía crearles un problema serio a sus compañeros, por lo que desistió. Por esos días, el diario El Comercio publicó un artículo, donde señalaban que Giampietri era el encargado de la lucha antisubversiva en la marina. Como resultado, los emerretistas golpearon e insultaron al almirante y le hicieron un “juicio popular” de cinco horas con dos subversivos, cada uno con un AKM apuntándole a la cabeza.
Poco después, los terroristas entregaron algunas radios a sus prisioneros, fue así como estos se enteraron, en marzo de 1997, del titular del diario La República, donde se anunciaba que el gobierno estaba haciendo un túnel para realizar el rescate de los rehenes; desde ese instante, la actitud de los terroristas se tornó violenta. Se especula que una facción de izquierda quiso tumbarse con esto al gobierno. Los comunistas querían que ocurriera una hecatombe, de hecho, Cerpa le reveló al canciller Tudela que pretendían quedarse hasta el 28 de julio de 1997 para ejecutar ese día a todos, cuando el presidente Fujimori estuviese dando su discurso, creando una enorme crisis. De modo que hay entre los comunistas, hasta el día de hoy, una tremenda frustración de que la intervención de los Chavín de Huántar haya sido un éxito militar sin parangón.
Por Evelyn García Tirado
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