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Una mirada a la historia nacional

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Fecha Publicación: 12/08/2023 - 22:10
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Durante décadas la oligarquía y el militarismo en el Perú impidieron que Víctor Raúl Haya de la Torre y el APRA lleguen al gobierno, para cuyo efecto utilizaron como herramientas la proscripción e ilegalidad política, el fraude electoral o el llamado “veto militar” que tuvo su mejor expresión en junio de 1962.

El golpe militar del 18 de julio de ese año liderado por el General Pérez Godoy, se consumó el día que se iban a instalar las Juntas Preparatorias en el Poder Legislativo, anulándose las elecciones generales que había ganado el líder aprista. Años después, un 3 de octubre de 1968 se perpetra un nuevo golpe militar que impediría la realización de Elecciones Generales en 1969, comicios que seguramente hubieran ganado con holgura Haya de la Torre y el APRA. Los altos mandos militares formados en el Centro de Altos Estudios Militares que habían visto con simpatía la candidatura de Fernando Belaunde en 1963 decidieron tomar el poder bajo el liderazgo del General Juan Velasco Alvarado e iniciar un proceso de reformas que marcaron el devenir político de los siguientes años.

Las transformaciones impulsadas por el gobierno militar pusieron fin al llamado Estado Oligárquico y pretendieron sentar las bases de una industrialización siguiendo los preceptos de la CEPAL. El gobierno militar aspiraba a establecer (según sus propias definiciones) una “democracia social de participación plena”, prescindiendo de los partidos políticos. El establecimiento de relaciones con Cuba, con la URSS, los países de Europa del Este y China por un lado; así como una política exterior promotora de la integración andina y defensora de la tesis de las 200 millas de mar territorial marcaron el accionar de Torre Tagle. A ello se sumó un papel muy activo en el naciente movimiento de países No Alineados. El gobierno militar multiplicó la deuda externa, puso énfasis en la inversión pública y el aumento del gasto público; creando decenas de empresas públicas, limitó las importaciones, desincentivó la inversión extranjera y ocasionó la migración de cuadros empresariales al exterior.

Velasco Alvarado lideró un gobierno institucional de las Fuerzas Armadas, en el que todos los Ministros de Estado fueron militares de alta graduación, que no dudaron en contar con el asesoramiento de cuadros profesionales formados políticamente en el marxismo leninismo, en la Democracia Cristiana liderada por Héctor Cornejo Chávez, el social progresismo y Acción Popular Socialista (escindida de Acción Popular). Los lazos con la URSS se afianzaron a través de la compra de armamento militar soviético, la construcción de modernas instalaciones militares tales como el llamado “Pentagonito”, generándose un clima de enfriamiento de las relaciones con la administración norteamericana.

Los cuadros militares que detentaron el poder mostraron perfiles disímiles; si comparamos a Generales como Ernesto Montagne, Armando Artola, Mercado Jarrín o el propio Francisco Morales Bermúdez que ocupó el Ministerio de Economía en los primeros años de la dictadura, pasando por la Presidencia del Consejo de Ministros hasta el día del llamado “tacnazo” (29 de agosto 1975) que puso fin al velasquismo. La expropiación de los diarios de circulación nacional en Julio de 1974, la huelga policial y las protestas ocurridas el 5 de febrero de 1975 en Lima, marcaron el inicio de la caída de una dictadura. Juan Velasco Alvarado acostumbraba a leer largos discursos (que otros redactaban) en los que trataba de esbozar los grandes lineamientos de un gobierno que aseguraba estar lejos del capitalismo y el comunismo.

El velasquismo virtualmente plagió el modelo societario yugoeslavo, bajo el nombre de “Empresas de Propiedad Social”, creó las Comunidades Industriales como forma de cogestión empresarial en el sector privado. La Reforma Agraria puso fin al latifunduo en la sierra y expropió las grandes haciendas en la costa norte del país, que habían sido el baluarte del sector exportador tradicional, pero a la par habían consolidado una oligarquía que carecía de un proyecto nacional.

Por otro lado, a pesar del establecimiento del SINAMOS como plataforma de movilización social en favor del gobierno, el velasquismo no fue capaz de vertebrar un partido político que confrontará con otras fuerzas políticas. Los militarismos durante los primeros 50 años de vida republicana, así como el surgido luego de la Guerra del Pacífico fueron incapaces de impulsar un proyecto nacional. Ni el partido Civil liderado por Manuel Pardo, ni durante los años de la llamada República Aristocrática al inicio del siglo XX, se llegaron a vertebrar grandes movimientos sociales y populares.

El proyecto de Patria Nueva de Leguía devino en una dictadura, siendo frontalmente golpeado por los efectos de la crisis internacional de 1929. Las dictaduras militares se impusieron a lo largo de la historia nacional, más allá de sus signos políticos. El autogolpe del 5 de abril de 1992 sería respaldado institucionalmente por las Fuerzas Armadas bajo la tutela de Vladimiro Montesinos. Juan Velasco Alvarado moriría a finales de 1977, pocos meses antes de las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1978 que ganaría el APRA. Haya de la Torre asumiría la presidencia de la Asamblea Constituyente, promoviendo una salida política a la crisis generada por una larga dictadura militar.

Seamos claros, ni militarismos, ni golpismos. La democracia exige la presencia y consolidación de grandes partidos con ideario e historia.

La Constitución de 1979 suscrita por Víctor Raúl Haya de la Torre en Villa Mercedes y su muerte ocurrida un 2 de agosto de ese año, marcaron el fin de un ciclo en la historia nacional.

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