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Una sociedad en franca decadencia

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Fecha Publicación: 17/07/2023 - 23:00
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Anarquista, como siempre, la grita de las izquierdas demandando “adelanto de elecciones” sólo está dirigida a profundizar el caos en que se encuentra el país. Responde a la vieja táctica comunista orientada a consolidar el desastre que produjo el secuestro del poder por una organización criminal dirigida por Pedro Castillo. Tipejo culpable de haber destruido la moral pública, institucionalizando la corrupción al interior del Perú.

Fue celebrado por sus huestes extremistas, tras su cuestionado “triunfo electoral” en abril de 2021. Imponer la corrupción forma parte del método degenerativo que acostumbran los comunistas a efecto de destruir el Estado desde sus entrañas, y construir otro “renovado” bajo los criterios anárquicos, antidemocráticos que transpiran los sistemas socialistas.

Bajo esta consigna comunista, liderada nominalmente por Castillo -aunque la voz cantante la manejaba y continuaría llevándola el pregón sanguinario de Aníbal Torres-, la izquierda optó por un cambio dogmático/académico/político en el Perú. Una revolución marxista ajena a toda idea de progreso; desafecta al diálogo; sin interés frente a los problemas que iban acumuládose desde una sospechosa elección; actuando a la defensiva; distante de aquellas tradiciones democráticas de los peruanos; sin respeto por la voluntad ciudadana ni apego por la libertad, como premisas. Consecuentemente, con la mirada puesta en transformarnos en otra Venezuela, como persevera en hacelo el comunismo.

Este drama viene viviéndolo el Perú desde que Jorge Luis Salas Arenas -el cuestionado jerarca del Jurado Nacional de Elecciones y, consecuentemente, responsable de la maniobra para forzar a que el Perú vire al comunismo- optó por ungir a Pedro Castillo como el patrón de los peruanos.

Aún seguimos pisando huevos tras haber superado la compleja, pero muy bien sorteada, salida constitucional para librarnos de tener en la jefatura del Estado a un analfabeto, cleptómano comunista, ejerciendo el cargo de presidente de la República.

En parte por las profundas heridas que ha dejado en las bases de la democracia peruana y, asimismo, por el nivel de miseria moral en que quedó el Estado, corrompido por Castillo y su morralla marxista, leninista, extremista y, encima, corrupta hasta el tuétano.

No es fácil gobernar una nación cuyo Estado ha quedado éticamente dañado, de la manera como lo ha dejado la izquierda criolla. Esa izquierda traicionera que aplaude y promociona la ”toma de Lima” a través de ciertos personajes “cuasimodicos”, que hacen lo indecible por seguir vigentes trajeados de caviares, cuando lo que hacen es apoyar al extremismo simpatizante de sendero luminoso, al que lo tildan de cadáver para defenderlo. ¡Porque está más vivo que nunca!

Esta laya de sujetos indecentes, que se deshacen pregonando que “sendero luminoso acabó sepultado hace un cuarto de siglo” (¿?), son culpables de que veamos encuestas como ese impresentable sondeo a la imbecilidad elaborado por CPI hace muy pocos días, donde el resultado nos hiere con sus inmundos guarismos afirmando que la sociedad peruana ha descendido a los sótanos de la estupidez, simpatizando más con el ágrafo, golpista y corrupto Castillo que con la presidente Dina Boluarte.

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