Una sociedad en plena descomposición
Como suele ser rutina en este triste país, la escoria comunista se dedica a lustrarle los zapatos al dictador de turno, mientras los demócratas -practicantes de la corrección política- aguantan los azotes totalitarios, abocados a revisar cada punto y cada coma de una frondosa legislación y una clarísima Constitución, como únicas armas a disposición del Estado de Derecho. La verdad es que para lustrar zapatos no es necesario que el ciudadano tenga cerebro ni que arriesgue su estabilidad emocional, su fuente de trabajo, su patrimonio, ni muchos menos su vida. Mientras que para encarar al opresor -apelando a la Ley y la Constitución- es precisamente imprescindible tener seso, coraje y arrostramiento. Pongamos las cosas en perspectiva. Los intérpretes políticos de nuestras leyes y de la Constitución necesariamente tienen que ser personas instruidas, con temperamento sobrio, moralmente sólidas y profesionalmente decididas a defender lo mejor para su país. ¡Solo un sumiso al totalitarismo comunista defiende al autócrata de turno por encima de proteger a su nación! Sin embargo, durante las últimas décadas el Perú ha escogido a los peores ciudadanos para entregarles el gobierno del país.
Empezando por elegir a malos presidentes y congresistas, a su vez encargados de seleccionar a las autoridades que designan a los jueces, fiscales y procuradores. Como consecuencia hoy tenemos un Estado repleto de legos, amorales y convenidos. ¡Con el agregado de corruptos, en el caso actual! Esta ralea es la que “gobierna” a una masa sojuzgada, semianalfabeta informal y transformada en sociedad acobardada, facilista por antonomasia, incapaz de defender sus derechos constitucionales y de hacer respetar las leyes dictadas a lo largo de 201 años de República, que debieran ser de obligatorio cumplimiento para una convivencia pacífica.
Leíamos ayer en EXPRESO declaraciones de una profesional del Protocolo e Imagen Pública y Privada diciendo: “solo recuerdo el antecedente de un mandatario señalando a una persona para que se agache a atarle los cordones de los zapatos: Evo Morales. Fue un escándalo en ese país, y a nivel latinoamericano; incluso casi en todo el mundo (…) una total falta de respeto hacia la persona a quien se obligó a arrodillarse ante el presidente (…) Castillo y Morales poseen ciertas características similares, de pensamiento político, quienes justamente, al llegar al poder exigen que les aten los cordones de los zapatos. No me llama la atención.” Salvo el repudio total del periodismo libre que queda en el Perú, nuestra sociedad he demostrado ser una masa amorfa sumisa, que soporta la más vil de las ofensas a su honra, permitiéndole a un mequetrefe como Castillo atreverse a humillar a un miembro de la Policía Nacional -un ser humano como usted, amable lector-, ordenándole a hincarse ante él para atar pasadores de unos pestilentes zapatos. No debió ocurrir. Aunque sucedió. ¡Pero Castillo no ha recibido el repudio de la sociedad peruana! ¿Culpable? La izquierda zafia, que ha transformado a la sociedad peruana en un vil rebaño de esclavos a la espera de alguna dádiva, algún subsidio o una falsa sonrisita del tirano de turno.
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