Una sociedad mitómana, cleptómana, inmoral
Amable lector, ¿creería usted que alguno de esos congresistas que insisten en mantener a Pedro Castillo en la presidencia de la Nación -cogobernando con una organización criminal, tal como califica para la fiscal de la Nación- actuaría de esa misma manera, si se tratase de mantener pegados a sus cargos a sus trabajadores domésticos, y/o a servidores de sus negocios (que evidentemente los tienen, bien sean éstos estudios de abogado, empresas constructoras o de cualquier otro rubro), pese a que sus conductas fuesen dudosas; o inclusive, si la Policía les hubiese fichado como presuntos autores de delitos y/o acaso de otros crímenes? ¿Creería acaso, repetimos, que les dejarían seguir trabajando en sus hogares y/o en sus empresas, “mientras no estén condenados por el Poder Judicial”, tal como insisten debe tratársele al inquilino de Palacio, Pedro Castillo? ¡Por supuesto que no! ¡Por simple cuestión de seguridad propia, a la primera de bastos –inclusive ante la menor sospecha de irregularidad- nuestros padres de la patria cesarían, sin el menor empacho, a quienes presten servicio en sus domicilios o en sus empresa! ¡Es natural! ¡Porque nadie está dispuesto a perder un ápice de su patrimonio, contemplando a alguna persona misteriosa y atrabiliaria como es Pedro Castillo, rondando cerca de lo suyo! ¿O acaso usted decidiría no despedirlo, “porque mi conciencia me dice que es inconstitucional echarla a la calle, mientras no la condene un juez”? Semejante estupidez no la practica ni el más infeliz de los congresistas que vemos en el recinto Leglsiativo recibiendo más de trescientos mil soles cada año, por cuenta de los sufridos ciudadanos de a pie.
En consecuencia, con sentido lógico, los ciento treinta legisladores que existen deberían votar por vacar a Castillo. Pero entonces, ¿por qué sólo hay setenta y tres, de los ciento treinta parlamentarios, dispuestos a votar siquiera por admitir a debate la vacancia del aún presidente Castillo, investigado por el Ministerio Público, habiendo acumulado ya más de sesenta carpetas indagatorias con evidencias absolutamente irrefutables? ¡La respuesta es sencillísima! ¡Porque los otros cincuenta y siete legisladores son una manga de crápulas! Gente que, a cambio de una dádiva –incluso fruto de alguna corrupción- está dispuesta a exponerse -y exponer a sus familias y a sus amigos- con tal de continuar en la cúspide de un poder cada vez más corrompido. Ello dice mucho de la gravísima degradación de las generaciones actualmente vigentes en este país, que ya alcanza cotas de depravación. No es entendible que algún ciudadano peruano, por un puñado de soles postule tan vil como canallescamente a ser padre de la Patria –es decir, ejercer un cargo de la más alta jerarquía en cualquier nación del orbe- a cambio de recibir dinero provienente de estafas que, cada vez más graves, le asesta al Perú la organización criminal que presuntamente comanda Pedro Castillo Terrones, como sugieren las documentadas imputaciones que le señala le Fiscalía de la Nación.
Venimos transformándonos en una sociedad mayoritariamente poblada por mitómanos, por cleptómanos e inmorales, a quienes coherentemente encarna Pedro Castillo Terrones.
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