Una sociedad moralmente desahuciada
Somos, todavía, una sociedad muy poco –muy mal– educada; emocionalmente casi primitiva y manipulable hasta no más. El costo de semejante pasivo es este país del tercer mundo que tenemos. Aunque, por decoro, nadie ha llegado aún a calificar de Cuarto o Quinto mundo a países como el nuestro. Un hándicap muy complicado que coloca al Perú como nación cada día más primitiva; apenas sobreviviendo en medio de una cada vez más seria coyuntura como en la que hoy vivimos, frente al contexto del resto de la comunidad internacional. Hace apenas trece años, el Perú concluía, abruptamente, su primera década como nación en pleno crecimiento, con sustancial reducción de la pobreza y fortalecimiento de su segmento financiero, alcanzando reservas netas en el BCR que superaban los US$ 60,000 mil millones, después de haber pasado por un o verdaderamente patético. Como comprobar que el BCR reflejaba en sus informes semanales oxímoron llamados “reservas netas negativas”. Concluidas las funciones de dos sucesivos gobiernos financieramente responsables y económicamente sólidos, como fueron los de Alejandro Toledo y Alan García; con la salvedad que el auténtico despegue del Perú ocurrió, precisamente, durante el régimen García. Y asimismo, dejando muy en claro que, a partir del gobierno que lo sucedió –Ollanta Humala–, no solo perdimos una gran parte de lo consolidado a lo largo de la década anterior, sino que, desde allí, arrancó la debacle nacional que desembocó en aquella crisis generalizada que impulsó la llegada al poder de Castillo, un gobernante ágrafo, corrupto, pro castrista/chavista, relacionado a sendero luminoso y cuanto barbaridad pueda uno imaginarse. El costo de que nuestra nación fuese consistente, progresiva y devastadoramente desgobernada por gente venal, fuera de iletrada, fue realmente fenomenal. Tanto en dimensiones financieras, como económicas. Imposible comparar las condiciones sociales, educacionales, profesionales, morales, etc. que existieron hasta el año 2011, con aquellas que ahora reflejan nuestros magrísimos indicadores económico/financieros, así como la situación extremadamente critica de la mayoría de ciudadanos de ese atribulado país.
No obstante, la magnitud de la crisis debe abarcar muchas variables más. Como los efectos políticos en el poderoso daño generado por el inconsciente desmanejo de la Economía nacional. En tal sentido, el mapa político social ha sufrido tanto o más daño que el que podríamos apreciar en materia económica/financiera. Por ejemplo. Hoy tenemos una explosión sideral de lo que antes se llamaban partidos políticos, hay carteles electorales registrados como partidos sin presencia alguna de afiliados en el verdadero sentido de la palabra. Carteles que se rematan al mejor postor para que, incluso, personas descalificadas, analfabetas, e incluso violentistas participen en los comicios, conformando panacas de poder para luego rematar sus votos en el Congreso, obtener dividendos políticos y continuar mermando el Estado. Esto es, en parte, el resultado de la “reforma política” que impuso el saurio Vizcarra con su alcahuete Tuesta. ¡Mientras subsista, Perú jamás volverá a levantar cabeza! El Congreso necesita inmediatamente adoptar medidas drásticas , eliminando aquella antidemocrática “reforma” política. La salud moral del país así lo demanda.
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