Víctor Polay Campos: un terrorista por vocación
Víctor Polay Campos y el M. R.T.A. desarrollaron sus acciones terroristas pretendiendo diferenciarse de las hordas maoístas de Sendero Luminoso, por ello intentaron seguir la línea más próxima a los movimientos subversivos que en la década de los años sesenta afirmaban inspirarse en el ideario del castrismo cubano; no dudando en contar con el financiamiento y adiestramiento cubano.
Si Abimael Guzmán declaró la guerra al Perú, en la víspera de las elecciones generales de 1980, los emerretistas lo hicieron a mediados de la década de los ochenta, en momentos en los que Sendero Luminoso desde hacía unos años había puesto en práctica la estrategia maoísta de impulsar la “guerra del campo a la ciudad”. El terrorismo no insurgió contra ninguna dictadura, por el contrario, durante la larga dictadura militar se fortalecieron en las universidades y sindicatos especialmente para luego irrumpir a nivel nacional, tratando de imponer mediante la violencia un régimen totalitario.
Víctor Polay nunca se inspiró en ideales superiores o creyó en un proyecto nacional libertario o de justicia social. Víctor Polay optó por la violencia armada, como única forma de impulsar una propuesta política; descartando enfrentarse electoralmente con otras fuerzas políticas.
El M.R.T.A. desde un primer momento buscó financiamiento perpetrando acciones delictivas, que oscilaron entre asaltos a agencias bancarias hasta el secuestro de empresarios a los que sometieron a tratos inhumanos y crueles. La lucha revolucionaria no se apoyó en la prédica o el debate ideológico en particular; sino en promover acciones de gran impacto mediático, emulando movimientos terroristas como el M-19 de Colombia que en 1985 tomó por asalto la sede del Poder Judicial en Bogotá.
El M.R.T.A. utilizó el asesinato de personalidades como el ex ministro de Defensa Enrique López Albújar, el secuestro de empresarios nacionales para exigir millonarios rescates; sin dudar en intentar la toma incluso de la sede del Congreso nacional en su momento. Cuando en diciembre de 1996, casi una veintena de integrantes del M.R.T.A. asaltaron la residencia del Embajador de Japón en Lima; el M.R.T.A. logró su objetivo político de transcender internacionalmente.
Durante varios meses las principales cadenas informativas internacionales dedicaron atención a un hecho que por su magnitud transcendió las fronteras nacionales. Cuando en abril de 1997, se consumó con éxito la operación militar que concluyó con el rescate de los rehenes; el Perú ha transitado por una senda marcada por la pérdida de la memoria o por procesos de negacionismos o relativización de los hechos, en un contexto en el que se ha pretendido criminalizar a los valerosos oficiales y soldados que llevaron a cabo con entrega y profesionalismo una operación de rescate en circunstancias tan adversas.
El M.R.T.A. desafió al Perú, habiéndose agotado cualquier solución pacífica, a pesar de que el gobierno peruano intentó la mediación incluso del gobierno de Cuba. La Comisión de la Verdad acuñó el concepto de “conflicto armado interno” para relativizar la gravedad del accionar terrorista. Hoy en un contexto marcado por la influencia nefasta de organismos supranacionales como la Comisión o la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Perú empieza tardíamente a tomar nota de que Víctor Polay Campos saldría en libertad en un plazo breve y más aún que habiendo interpuesto acciones legales ante la C.I.D.H. podría incluso ser indemnizado, bajo el supuesto de que hubiera padecido condiciones carcelarias inhumanas.
Es inaceptable que el Estado peruano acepte la presión o el chantaje legal de organismos supranacionales, que se han convertido en instrumentos al servicio de un globalismo avasallador. Víctor Polay no es un preso político, las condiciones carcelarias impuestas no violan ninguna norma internacional; más aún su pena fue revisada y reducida. La lucha por la libertad no tiene fin. Los movimientos terroristas siempre han desdeñado el valor de la vida y han pisoteado los derechos humanos de todos aquellos que fueron enclaustrados en las llamadas “cárceles del pueblo”.
El terrorismo maoísta de Sendero Luminoso y el M.R.T.A. no son el ayer, siguen siendo el presente de un país en el que la libertad debe ser defendida sin renunciar a los principios básicos de la convivencia humana. Los Derechos Humanos hoy pretenden ser defendidos, por todos aquellos que justificaron siempre las dictaduras maoístas, soviéticas o de Europa del Este.
No olvidemos que las tiranías fracasaron siempre en América Latina, sea cual sea su signo ideológico. Víctor Polay Campos lideró una organización criminal y el Perú se defendió frente a la amenaza totalitaria. Víctor Polay nunca se arrepentirá, porque siempre fue un terrorista por vocación.
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