Vuelvo a proponer la creación de la Dircotei

Por la reciente detención en nuestro país del iraní Majid Azizi, vinculado a la Fuerza Qods, uno de los brazos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán que Estados Unidos de América considera un grupo terrorista internacional, quisiera citar textualmente, un párrafo de una columna en el diario Correo, publicada el 18 de enero de 2019, intitulada “TERRORISMO NUEVAMENTE EN COLOMBIA”.

En esa ocasión, dije literalmente, lo siguiente: “En el pasado y como académico planteé a dos presidentes la necesidad de crear la Dircotei o Dirección contra el Terrorismo Internacional –ojo, no como una sección de la Dircote, sino ad hoc, con trabajo exclusivo para comprehender la subversión foránea–, porque la influencia de las prácticas terroristas que vemos en el Medio Oriente, sigue mostrándose en fase explosiva por lugares “no tradicionales” del mundo”.

Mi columna en esa ocasión –inspirada en una Nota de Estudio que elaboré en su momento para cada uno de los exmandatarios–, se refería al atentado en la Escuela de Policía de Bogotá, que se cobró, 10 muertos y 65 heridos, y en que el autor del atentado criminal terminó eliminándose, es decir, decidió el suicidio, propio de las prácticas del terrorismo islámico.

La reciente eficaz detención de Azizi no debe verse como un asunto aislado y mucho menos desde una perspectiva exclusivamente policíaca, aun cuando debemos relievar el valioso trabajo de inteligencia evidenciado con la frustración de los objetivos que tendría previsto el ciudadano iraní.

Hay que mirar el asunto de manera holística. En efecto, la presencia iraní en América Latina se ha intensificado desde que llegaron al poder Hugo Chávez en Venezuela –acrecentado con Nicolás Maduro– y Evo Morales en Bolivia, y que ha mostrado un estrechamiento durante el actual gobierno del presidente Luis Arce. Caracas y La Paz, entonces, son las dos puertas de entrada hacia nuestra región para Teherán y sin que haya dicho nada novedoso, sí creo, que esa realidad no debe ser soslayada.

En segundo lugar, Teherán ha conseguido cerrar memorándum de entendimiento, perfectamente a derecho, conforme la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969, sobre asuntos de seguridad y defensa.

En esta honrosa columna, por obvias razones de espacio, no desarrollo los elementos de fondo que ello subyace, pero sí diré que América Latina, que es uno esencialmente no conflictual –esa es una notoria diferencia con espacios geopolíticos como el Medio Oriente o el convulso Sahel africano–, queda claro que nuestra región resulta más que idónea para convertirla en una alterada en su real statu quo de normalidad.

Como no soy nada prejuicioso, siempre diré que el terrorismo puede ser de derechas o de izquierdas, de regímenes autocráticos o totalitarios, siempre al servicio de objetivos estructurados o inorgánicos, y también diré que nuestro país es considerado como uno ideal para efectivizar dichas prácticas terroristas, precisamente porque somos un país con determinadas vulnerabilidades entre las que se cuenta nuestra fractura histórica de la que pocos hablan.

En ese marco padecimos por el terrorismo de los años 80 y parte de los 90 que logramos vencer y luego nos dormimos en nuestros laureles, viviendo todo el tiempo en forma reactiva. Si el iraní detenido planeaba un atentado selectivo, nuestra actitud debe ser absolutamente ensanchada y de cobertura como para comprender que dicha práctica terrorista específica no es excluyente de otra a escala.

Las protestas sociales durante la pandemia y luego de ella, en países como Chile, Ecuador, Colombia, Bolivia y el Perú, sigo creyendo que no fueron gratuitas como tampoco las pretensiones secesionistas surgidas en el sur del Perú. Cuidado con eso. Trabajemos el frente externo del terrorismo y por eso insisto en la creación de la Dircotei. Recursos humanos para esta tarea contamos de sobra. Solo hace falta la decisión política.

(*) Excanciller del Perú e Internacionalista

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