Ya basta de indiferencia, amable lector
Una hiena herida siempre es peligrosa. Un sujeto inescrupuloso, como Pedro Castillo, que pertenece a una gestión de gobierno comunista y pro senderista, intrínsecamente contrario al sistema democrático, asimismo rodeado de indicios de corrupción, tanto él como su esposa, hija adoptiva, sobrinos, etc., colectivamente con su círculo íntimo de asistentes (todos ellos imputados por la Fiscalía de integrar una organización criminal), ¿acaso no representa un gran riesgo para nuestra frágil democracia? ¡Si transcurrido un año entero como representantes de la nación, los congresistas –por más noveles que sean- aún no reparan en esta realidad, entonces estamos perdidos! Si individuos como César Acuña o José Luna, propietarios de agrupaciones políticas -a las cuales llaman partidos- aún no se percatan del peligro en que se encuentra su patria, mejor retírense de la política; porque los partidos solo funcionan dentro de una democracia y un Estado de Derecho, fundamentos repudiados por los regímenes comunistas, como el que lidera el amigo de ambos Pedro Castillo.
Si los dirigentes de Acción Popular creen que sobrevivirán haciendo política dentro de un Estado totalitario, como aquel que representa su aún protegido Pedro Castillo, entonces coloquen un listón negro sobre la tumba de Fernando Belaunde Terry, fundador del partido que todavía les permite disfrutar de los beneficios que genera la democracia que él defendió ejemplarmente. Y si usted, amable lector, aún piensa que Dios es peruano y que todo va a solucionarse sin que usted haga lo que le toca -¡protestar, hacer escuchar su voz, demandar sus derechos, defender con las uñas a su familia y a su patrimonio!- le recomiendo salir inmediatamente de su zona de confort para ir acostumbrándose a lo que le espera. Que no es diferente a la triste e infame vida que soportan los venezolanos y cubanos.
Resulta incomprensible, para este escriba, comprobar la irresponsable indolencia con que se comporta esta mayoría de peruanos que, uno tras otro, contempla pasivamente los capítulos de una serial ya vivida por el vecindario latinoamericano, que muestra de manera clara cómo el comunismo acabó con dos sociedades otrora cultas, prósperas, felices e importantes. Como las de Cuba y Venezuela, ahora convertidas en prisiones por falta de libertades, por la evaporación de los derechos universales, y por la miseria en que viven. Aquello no fue ficción, amable lector. Empezó exactamente igual a como arrancó Castillo: prometiéndole al pobre que sería rico con el dinero de quienes lo han “explotado toda la vida”. Con un agregado: esa revolución en marcha –liderada por los castillos, cerrones, bermejos, bellidos, etc.- la conforma una partida de incompetentes, corrompidos e inescrupulosos; tipejos dispuestos a destrozar el Perú para someterlo luego a un régimen bolchevique. Ese sí comandado por un implacable aparato político, decidido a quedarse en el poder sin fecha de salida. Recordemos que sus pares en Cuba llevan más de sesenta años en el poder y dos décadas los de Venezuela. Su inacción, amable lector, afectará a sucesivas generaciones familiares, a las cuales su pasmosa indiferencia acabará arruinándoles toda posibilidad de progreso a futuro.
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