Bicameralidad, una reforma inoportuna: lo peor de lo mismo [ANÁLISIS]
No sorprendería que los mismos congresistas que aprobaron la iniciativa sean los primeros en postular al Senado.
Se trata de la iniciativa legislativa devenida de los mismos parlamentarios que actualmente representan a la nación, la misma que ya se encuentra aprobada por el pleno en una primera legislatura, la que bajo el manto de la excelencia, necesidad y prestancia congresal, persigue volver a instalar el sistema bicameral en la labor parlamentaria.
Hablamos de la posibilidad de que coexistan dos cámaras o instancias congresales: una que sería de diputados, y la otra de senadores, como existía hasta antes en el anterior sistema constitucional.
A mi entender, se trata de una reforma constitucional inoportuna, impropia y desacertada, no porque el sistema bicameral en la actividad legislativa sea contraproducente y negativo para consolidar la democracia en nuestro país, sino porque las condiciones internas en las que se encuentra los partidos políticos en nuestro medio tan venido a menos, implica que no necesariamente sean los mejores candidatos los que postulan a un cargo de tanta importancia que implica en última instancia la denominada representación popular, sino por el contrario, en las condiciones actuales los aspirantes al Parlamento no sean la mejor garantía para el cabal ejercicio de la democracia parlamentaria, por lo menos como lo entiende la gran mayoría de peruanos.
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Bicameralidad y sus condiciones mínimas necesarias
Sin perjuicio que no debe descartarse que los mismos parlamentarios que actualmente nos representan y que han aprobado la iniciativa legislativa en cuestión, sean los primeros en volver a postular a la segunda cámara legislativa siempre por supuesto que se logre los votos necesarios para reforma constitucional necesaria, a mi entender el problema más importante que confronta el desempeño parlamentario, no es otro que la crisis institucional en la que se encuentran los partidos políticos en nuestro medio.
No hablo de los congresistas llamados “mocha sueldos”, “los Niños”, o aquellos que están siendo investigados por delitos de violación y otras conductas que escapan a todo tipo de análisis de naturaleza constitucional, sino me refiero, en concreto, al pobre y nulo desempeño congresal que actualmente caracteriza a la labor legislativa, comparativamente con una nación plagada de problemas de toda naturaleza, entre los que destacan los procesos judiciales por corrupción, lavado de activos, crimen organizado, rebelión, conspiración no solo suscitados contra casi todos los exmandatarios de nuestro país, sino contra los mismos partidos políticos que son los que en definitiva hicieron posible las candidaturas de los expresidente investigados.
No me refiero a aquellos parlamentarios (as) que son dignos representantes del cargo y la misma democracia en el ejercicio del cargo de la labor legislativa, sino de la situación de desmérito y descrédito en la que se encuentra la labor congresal, que pareciera que vive una situación ajena a nuestra realidad frente a los graves problemas que confrontan millones de peruanos que son los que hicieron posible que los actuales parlamentarios ganaran las curules.
El problema son los partidos políticos
El problema es lo que acontece al interior de los partidos políticos, en el presente caso respecto a la forma y manera nada democrática y poco transparente como se eligen a los candidatos cuando se trata de postular al Parlamento.
No existe la democracia interna en lo más mínimo y se encuentra muy venida a menos, como para afirmar que en la vida partidaria interna se respeta y prima por encima de todo la idoneidad, capacidad y virtudes personales de los mismos partidarios.
ablamos de intereses económicos, que son los que hacen factible en la medida de lo posible, no solo la vida de los partidos políticos en el plano de su financiamiento y campañas políticas, sino de la capacidad de elegir quienes a su antojo, simpatía y conveniencia, postularan al Parlamento ejerciendo la representatividad del partido.
Una sumisión caso absoluta no necesariamente al partido y a los principios que lo rigen, sino a quien hizo posible que con su decisión se convirtiera en representante o candidato del partido. Me refiero a la crisis estructural, existencial y ética en la que se encuentran los partidos políticos en nuestro medio, y a la imperiosa necedad de que en la democracia partidaria primen las condiciones mínimas necesarias como para hablar de democracia.
Parlamento desprestigiado
Volver al sistema bicameral en los momentos actuales no es otra gestión que trasladar cada una de las agudas deficiencias y cuestionamientos que imperan contra la vida y la gestión parlamentaria.
Se habla mucho de la imperiosa necesidad de contar con una cámara alta que sea reflexiva, analítica, meditabunda, ensimismada, plagada de senadores virtuosos, sabios, leídos y lleno de virtudes y atributos llenos de excelencia y señoría, como si los que van a ser diputados resultaría todo lo contrario.
Una especie de cura en salud, como si el solo hecho de ocupar un cargo parlamentario en una instancia superior puede cambiar la forma y manera de pensar de los representantes que son elegidos por los mismos partidos políticos que son los que en realidad encierran todas estas limitaciones.
Se dice y afirma, por supuesto con un interés de fondo, que nuestro estamento congresal actual y que son los mismos que volverán a postular, que el Parlamento requiere con urgencia de una especie de cámara de reflexión y análisis, con la suficiente mesura y pausa como para tomar decisiones que pueden cambiar el rumbo del país, dejando entrever que quienes tengan que ocupar la cámara de diputados son todo lo contrario.
Quién garantiza que habrá un cambio
Considerando la situación en la que se encuentran los partidos políticos en el medio, se trata solo de un juego de palabras y metáforas atractivas y seductivas, que en la práctica partidaria encierra medias verdades. Una forma de mentir para que lo objetivo y racional pierdan peso frente a lo emocional o a la voluntad.
Más de lo mismo
Señaló que la solución de la crisis por la que atraviesa el parlamentarismo en nuestro país, respecto a la ausencia de atributos éticos, intelectuales, profesionales, tiene sus orígenes en los antecedentes que imperan para verificar en muchos casos quienes son los que han llegado a ser congresistas en nuestro país.
Hablamos de partidos en nuestro medio que de democráticos y transparentes poco o nada han tenido. Grupos o lideres que más han estado interesados en sus intereses personales, de familia o de grupos económicos, que han utilizado a los propios partidos políticos como la caja de resonancia para sus intereses individuales, bajo el espejo y el matiz de la democracia partidaria.
Hablamos de un eslabón primario engendrado en el desarrollo de los partidos políticos como trampolín hacia el parlamentarismo, que no hace otra cosa que trasladar al parlamentarismo sus propias vicisitudes partidarias, que adquieren su máximo esplendor justo cuando ocupa tan importante cargo.
Que el pueblo decida
La gran pregunta es por qué tendría que cambiar los males que aquejan al actual parlamentario, si lo que se persigue en el fondo es que sean los mismos legisladores que se encuentran detrás del cambio constitucional, los que posiblemente tengan que volver a ser elegidos.
No será que solo se trata de un juego maquiavélico de palabras y medias verdades de parte de quienes se aprovechan de los mismos males para potenciar cada uno sus propias candidaturas.
Por Luis Lamas Puccio
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