Cómo destruir las democracias
Sucesos políticos que comenzaron como simples reformas, promesas y en apariencia buenas intenciones, con el paso de los años produjeron millones de muertes, destrucción masiva y pobreza generalizada.
Por Luis Lamas Puccio
En términos tradicionales la mayoría de los ciudadanos conciben a la democracia como un sistema de gobierno basado en derechos políticos que aparecen reconocidos en la Carta Magna.
La Constitución Política señala que nuestra nación es por esencia democrática, de contenido social, que actúa independientemente y que es soberana en sus decisiones. Habla de un Estado indivisible, de un gobierno unitario y representativo, que el Estado está basado en el principio de separación de poderes, que el poder emana del pueblo, y que quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la propia Constitución y las leyes establecen.
En estos términos, a la democracia se la define como un método de gobierno más que como una determinada ideología, en tanto que sus órganos son representativos de la voluntad popular la que se materializa en las ánforas electorales. Hablamos de la capacidad e idoneidad de quienes gobiernan para establecer un equilibrio de poderes, de satisfacer las aspiraciones de la sociedad, del justo derecho y del consenso que tiene que existir respecto a cada uno de las decisiones que se toman sobre el particular.
Maneras más sutiles
Aunque solemos creer que las democracias solo pueden desaparecer a través de las dictaduras, el autoritarismo, el nepotismo o los golpes de Estado, existen también otras maneras más sutiles y escabrosas de quebrarlas. Hablamos de formas menos dramáticas y violentas, aunque en su esencia son más destructivas, radicales y letales en términos de resultados.