Controversia entre ética y delincuencia: el círculo vicioso de la corrupción en Perú
Se trata de una conflictiva y borrosa diferencia entre los parámetros éticos en los que se debe desenvolver la función pública y la labor privada.
Me refiero a las virtudes, honradez y en particular a la honestidad como las antítesis del comportamiento vicioso, de la corrupción y a la inmoralidad en el desempeño correcto tanto de la vida pública como la privada, en los que se redondea, recircula, retransita o hasta discurre de forma cada vez más constante, intensa, permanente y hasta reiterativa la gran corrupción, y en el presente caso como su mejor compañera en nuestro país la impunidad.
Se trata de un peligroso e interminable gran círculo enmarañado en el que discurre toda la corrupción en nuestro medio, en el que resulta materialmente imposible dilucidar, entre otras razones, por la vigencia de instrumentos legales de dudosa procedencia, de lobbies que en muchos casos lindan con la delincuencia y la ausencia de transparencia en la gestión privada, la presencia omnímoda de una política mercantil poco escrupulosa, y en última instancia la apropiada o incorrecta aplicación de las leyes cuando median denuncias por gran corrupción.
Hablamos de una conflictiva y borrosa diferencia entre los parámetros éticos en los que se debe desenvolver la función pública y la labor privada, frente a un régimen de estado cada vez más debilitado frente a sus mismos errores y las grandes deficiencias que subsisten en materia de transparencia y correcto desempeño de las labores del Estado.
Nos abocamos a los verdaderos motores o mejor dicho los reales impulsores que motivan y en definitiva establecen el curso y devenir de los acontecimientos políticos, sociales y económicos en nuestro país, frente a una corrupción que pareciera que ha acaparado toda nuestra historia como nación y sociedad que se supone es soberana e independiente frente a los intereses foráneos.
Nos referimos a un enrevesado y cada vez más embrollado camino particularmente sinuoso y sobre todo torcido, el que transcurre en medio de un gran círculo con características amorfas la corrupción en un juego que no tiene reglas. Un panorama institucional venido a menos en el que resulta meridianamente imposible hacer diferencias que permitan al ciudadano de la calle conocer quiénes son los verdaderos corruptos en nuestro país, y por el contrario, quiénes aparentan no serlo.
Diferencias
Acontece que la única forma racional de poder hacer una diferencia más o menos clara y precisa entre corruptos y no corruptos, depende en gran medida del sistema de justicia quien tiene entre sus funciones la capacidad de dirimir este tipo de controversias relacionadas con la delincuencia y la ética. Hablamos de un pronunciamiento en forma definitiva y categórica, que permita saber legalmente y a ciencia cierta quiénes son culpables, o por el contrario inocentes, con mayor razón cuando todos los gobiernos de una u otra forma aparecen inmersos en denuncias por corrupción.
Lista interminable
Se trata de infinidad e interminables denuncias, investigaciones y todo tipo de procesos judiciales por corrupción en todas sus modalidades, lavado de activos sucios y otros delitos graves que tienen una larga enumeración. Gobiernos pasados, entrantes o salientes, todos sin excepciones terminan relacionados con denuncias por corrupción que demoran años hasta que son resueltos, como parte de un mismo círculo vicioso que no tiene cuando parar porque constantemente vuelve a ser impulsado.
Una lista interminable de denuncias e investigaciones por corrupción y otros graves delitos, que se van perdiendo en el tiempo y el olvido como el mejor aliciente para que la ciudadanía se olvide de los hechos pasados y vuelva a retomar interés frente a los nuevos casos que son descubiertos y denunciados.
Cada vez que termina un gobierno es habitual y hasta normal que aparezcan con especial furor y énfasis nuevas denuncias no porque existe verdadero interés en dilucidarlas, sino porque es una manera muy fructífera de hacer una política malsana y engañosa para tratar de hacer creer que existe de por medio una sustancial y ejemplar diferencia entre el presente y el gobierno saliente.
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Una secuencia histórica ininterrumpida y concatenada de gran corrupción en la que resulta imposible suscitar un corte histórico o gubernamental, en tanto que todos los gobiernos pasados -unos más otros menos- siempre han resultado involucrados en temas de corrupción. Un círculo vicioso interminable, maquillado e insospechado de corrupción sistémica, que a pesar de todo lo acontecido en el rubro moral pública, sigue recirculando cada vez con nuevos brillos, métodos más sofisticados, y mejor adornados como parte de una práctica discursiva llena de alegorías en el plano del control de la corrupción.
Abuso de poder
Una corrupción que puede en alguna medida haber variado en su fisonomía, contexto, actores y hasta peculiaridades, pero que en su trasfondo sigue siendo el mismo problema: el abuso del poder y una política engañosa para lograr beneficios individuales.
Lo mismo acontece, aunque con distintas características como parte de un mismo círculo vicioso, la constante recurrencia al marco legal como el mejor soporte para hacer creer que existe una verdadera voluntad para controlar la corrupción en las altas esferas del poder.
Se recurre a promulgar o modificar el marco legal para lograr una mayor eficiencia y control contra el mal ejercicio de la labor pública y el desfalco en las altas esferas del ejercicio del poder. Se hace hincapié en la ley penal como la mejor solución en el entendido que la legislación es el mejor antídoto para controlar la corrupción, en el entendido de que se trata en teoría de sancionar a todos aquellos que de una u otra manera la secundan de forma directa o indirecta.
Se publicitan nuevas disposiciones o se hacen agregados a las mismas normas legales ya vigentes, en la fórmula tramposa que la corrupción en los términos como se conoce se debe en gran medida a un problema de orden legal y que la sanción es la única solución.
Lo real es que las denuncias por corrupción son más que habituales en nuestro medio y parte de una cultura cívica muy venida a menos por no decir inexistente. Como constantemente aparecen nuevas denuncias e investigaciones por corrupción que involucran a nuevos funcionarios, algunos cesados y otros en actividad, en realidad no se sabe a ciencia cierta cuál podría ser el verdadero límite que puede corresponder a cada caso pasado, nuevo o en curso, en tanto que las nuevas denuncias se entremezclan con las pasadas en un mismo círculo vicioso como parte de un todo.
Al final es el mismo panorama desalojar en materia de política pública y ausencia de transparencia en el que cada nueva o antigua acusación aparece. Son parte de un todo, de un mismo círculo o de una circunferencia que estigmatiza a todos y cada uno de los gobiernos, a los gobernantes, a la función pública y a la misma política partidaria.
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