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Despolitizar la lucha contra el crimen: el Estado se rinde ante la delincuencia y el caos institucional

La Policía Nacional del Perú enfrenta el crimen urbano sin el respaldo adecuado, perdiendo terreno ante el avance de la delincuencia.

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Despolitizar la lucha contra el crimen: el Estado se rinde ante la delincuencia y el caos institucional.
Fecha Publicación: 30/09/2024 - 05:35
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Suscita especial preocupación y desasosiego entre los ciudadanos de nuestro país que, hasta la fecha, no exista un plan sistemático mínimo por parte del gobierno, que contenga una estrategia y metodología adecuadas para enfrentar el crimen en todas sus facetas o dimensiones. Al contrario, pareciera que lo que impera es una estéril, inútil, interesada y nada saludable intención de confrontación entre las diferentes instituciones estatales, cuya función es prevenir, tratar, discernir y reprimir la criminalidad, ahora convertida en un fenómeno sistémico e interactivo que pone en jaque a toda la institucionalidad de la nación y, por ende, al mismo Estado de derecho.

Hablamos de desacuerdos, oposiciones, acusaciones mutuas y todo tipo de enfrentamientos entre un Congreso de la República que legisla cada vez más a su antojo y bajo intereses partidarios; una Policía Nacional del Perú acorralada frente al crecimiento del crimen urbano; un Ministerio Público en crisis, sin orientación ni transparencia, que parece estar orientado a proteger determinados intereses; un Poder Ejecutivo carente de liderazgo, con altos niveles de desaprobación; y una Corte Suprema de Justicia ajena a la realidad social, ensimismada en una serie de protocolos que más parecen rituales que otra cosa. Hablo en nombre de los ciudadanos comunes y corrientes, que somos en última instancia las víctimas directas de este caos institucional, frente a un Estado mediocre, representado por un gobierno que parece más interesado en maquinar políticamente como parte de su propio proyecto a largo plazo.

Descontrol total

No se necesita ser un experto para darse cuenta de que nuestras autoridades están perdiendo la lucha contra la criminalidad. No porque la delincuencia se caracterice necesariamente por su habilidad o eficiencia, sino por todo lo contrario: ante la ausencia de una respuesta operativa, organizada y coordinada del Estado, es imposible enfrentar el aumento de la criminalidad en nuestro medio. Las presentaciones de nuestras más altas autoridades están plagadas de discursos y promesas que suenan muy bien, pero que en la práctica todos sabemos que no son reales.

Hablamos de operativos que se presentan más para incentivar las emociones que para intimidar a la delincuencia, la cual saca el mayor provecho de la ineficiencia del Estado para frenar el aumento del crimen. La falta de medidas concretas, coherentes y sostenibles no solo incrementa el peligro para los ciudadanos, sino que también debilita la confianza en las instituciones y genera un clima de impunidad que alienta a los delincuentes a actuar con mayor libertad.

Abuso legislativo

En el Perú, todo se intenta arreglar promulgando leyes y más leyes casi a diario, bajo la promesa incumplida de que el aumento de las sanciones penales reducirá la delincuencia y disuadirá la comisión de delitos. Se piensa erróneamente, por falta de conocimiento y otras limitaciones, que quienes violan las leyes analizarán previamente los costos y beneficios en función de los años de condena. Esto es demagogia y engaño, como si la violencia y la delincuencia callejera pudieran prevenirse modificando constantemente el código penal, que ha sido alterado más de seiscientas veces, siempre bajo la falsa premisa de que la severidad de las sanciones influirá en la racionalidad de los delincuentes.

Acusaciones recíprocas

Ante el desorden y desbarajuste institucional frente al crimen, siempre se recurre irresponsablemente a lo más fácil: generar escándalo y estupor entre una población ya aterrorizada por la magnitud de la inseguridad ciudadana, acusando a otras instituciones del sistema de ser las únicas culpables de la impunidad. Lo acertado debería ser la búsqueda constante de puntos de coincidencia y apoyo mutuo frente a un fenómeno criminal que cambia constantemente con las nuevas circunstancias. Lo objetivo y racional pierde relevancia ante declaraciones que solo buscan exacerbar las emociones o sostener creencias a pesar de que los hechos y resultados indiquen lo contrario. Cada entidad del gobierno, en la medida de sus posibilidades, culpa a otras de la anarquía existente, ya sea por ignorancia o con fines políticos.

Ausencia de liderazgo

Es imposible enfrentar el crimen en los términos actuales, sobre todo cuando el descontrol y la impunidad han aumentado, si no existe una autoridad de alto nivel que lidere los esfuerzos y ponga orden ante el caos imperante. Se necesita un líder en el sentido amplio de la palabra, que no solo represente fortaleza y solidez en sus decisiones, sino también autoridad en todo el sentido del concepto. Debe contar con una trayectoria ejemplar, ajena a cuestionamientos, tanto en su comportamiento y procedimientos, como en sus antecedentes y actitudes personales, y estar libre de cualquier relación con la delincuencia o investigaciones que puedan poner en duda su integridad.

La estrategia

Una estrategia contra el crimen, especialmente cuando este se desborda, es un procedimiento fundamental para tomar decisiones acertadas frente a circunstancias variadas en cantidad y cualidad. Se utiliza para alcanzar uno o varios objetivos previamente definidos como prioritarios, como en el caso del crimen y el descontrol. Simplificando, una estrategia es el camino o ruta más adecuada para alcanzar metas que de otra manera serían imposibles. Es decir, una estrategia contra el crimen es un plan para lograr objetivos a mediano y largo plazo, que ordena ideas y ataca los puntos más neurálgicos con el fin de neutralizarlos.

Despolitizar la criminalidad

La delincuencia y la criminalidad existen, en diferentes grados y características, en todos los países. Desde que la sociedad existe como tal -desde las primeras agrupaciones humanas-, el ser humano conoce el fenómeno de la criminalidad. La delincuencia es una constante en la vida en sociedad. Sus manifestaciones varían con el tiempo, pero su presencia es real e innegable, al punto de que se considera normal en todas las naciones. Lo que es anormal son los bruscos aumentos en las tasas de delitos, que hacen que la criminalidad deje de ser un fenómeno residual o focalizado para convertirse en un problema político.

Es indispensable que el gobierno abandone la tentación de usar el fenómeno del crimen como herramienta política o partidaria, y que se enfoque en acciones concretas, basadas en resultados y no en intereses cortoplacistas.

Parlamento sin rumbo

Congreso de la República sin rumbo: Las leyes se multiplican, pero la inseguridad sigue en aumento, mientras el Legislativo actúa bajo intereses partidarios, sin mirar el peligro que tenemos.

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