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El gran engaño del nuevo parlamentarismo: ¿será el Senado realmente cámara de reflexiones?

Dudas sobre su verdadera autonomía ya están sobre la mesa.

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El gran engaño del nuevo parlamentarismo: ¿será el Senado realmente cámara de reflexiones?
Fecha Publicación: 29/06/2025 - 22:30
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La frase u oración que refiere en términos casi absolutos o categóricos que la Cámara de Senadores que funcionará en el próximo parlamento nacional, debe ser una instancia parlamentaria superior que se avoque a las reflexiones y el sabio o adecuado discernimiento o entendimiento de nuestra realidad nacional, amerita desde todo punto de vista, considerando que nos encontramos próximos a las elecciones presidenciales y parlamentarias, algunas serias reflexiones o deliberaciones sobre el particular.

Sobre todo, si tomamos en cuenta la cuestionada relevancia o desempeño que hasta la fecha viene manteniendo el actual parlamento en materia de gobernabilidad legislativa, control, equilibrio de poderes y fiscalización en general.

Lo refiero en términos categóricos, porque mucho se ha dicho y se continúa argumentando sin mayores razonamientos, como si fuera una verdad absoluta y corroborada, que la próxima a inaugurarse Cámara de Senadores, en el plano reflexivo y reconcentrado, estará en efecto a la altura de lo que se señala como corolario.

Una instancia parlamentaria superior a la altura de las necesidades y requerimientos urgentes, no solo en relación con agudos dilemas que debe confrontar una realidad llena de desafíos y desdenes, sino por sobre todo frente a un creciente vacío de autoridad, institucionalidad y peligrosa ausencia de liderazgo, unanimidad para gobernar y fructífera correlación de fuerzas.

Reflexión pura

Hago esta somera referencia introductoria, entre otras razones preocupantes, porque se supone o antepone que la razón más importante, trascendente e impoluta de justificar el regreso a la susodicha bicameralidad como panacea de solución frente a nuestros problemas, parta de la base ontológica (el ser como el ser), no es otra que una profunda labor reflexiva en términos y condiciones puras, la misma que es seducida por el verdadero alcance del conocimiento.

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Hablo de la reflexión senatorial no como una mera denominación, metáfora o maniobra o estratagema política, más interesada en esconder o prestarse a todo tipo de manipulaciones y cabildeos para barnizar intereses oscuros, subterráneos u ocultos, sino porque entendemos que se trata de una labor parlamentaria superior que en efecto se caracteriza en su esencia por ser un verdadero acto de conciencia plena y de seria reflexión política frente a las grandes mayorías que somos los que elegirán a nuestros futuros senadores.

Hablamos de la reflexión en el buen sentido del concepto y el término parlamentario, en el entendido de que se trata de aquella práctica alejada, distante o ajena a los intereses partidarios o personales, que en la presente realidad no solo penetra en problemas sociales, económicos y de todo orden, sino porque hasta la fecha no encuentra un rumbo claro y transparente respecto a cómo debemos vivir los peruanos frente a la ley, el abuso del poder y la transparencia política.

Un próximo parlamento nacional que no solo convivirá con una nueva realidad cada vez más complicada y manipulada, sino porque la propia reflexión en los términos y condiciones como se entiende en el plano del conocimiento, no es otra cosa que decidir a favor de las grandes mayorías y no de intereses que permanecen ocultos o subyacentes en el quehacer nacional.

Una reflexión que antes que nada requiere conjugar ideas transparentes, ajenas o distantes de los deseos, las pasiones o las aversiones e intereses que siempre subyacen en el manejo y ejercicio de la política partidaria. Desde una perspectiva estrictamente reflexiva, como se argumenta, el próximo senador de la República que será elegido por las mayorías, no solo debe estar consciente de la realidad que confronta, sino por, sobre todo, tomar decisiones a favor de los que lo eligieron.

¿Cambiará el paralamento?

Esta es la gran y más importante interrogante que surge sobre el particular, frente al comportamiento ejemplar que debe asumir el nuevo parlamentarismo que integrará el próximo gobierno. Hablamos de un parlamento renovado, dinámico, moderno, potente, dignificado, ejemplar, y por sobre todo, acorde a las necesidades y requerimientos de una nación que confronta profundos cambios.

Una renovación institucional radical contraria a lo vivido hasta la fecha y que implique un verdadero cambio, porque de lo contrario no tiene ningún sentido el magnánimo esfuerzo que está llevando a cabo nuestra nación.

No solo hablamos de una millonaria inversión presupuestal para un país que adolece de serias limitaciones en materia de salud pública, educación, seguridad, vivienda y servicios básicos, sino de la verdadera frustración y desilusión histórica que implicaría para los millones de peruanos, sobre todo los más jóvenes, tener que volver a lo mismo con el agravante de que la bicameralidad como tal en realidad se trató de un engaño masivo y sistematizado solo para entronizarse en el poder.

No lo refiero en términos personales, como lo señalo, sino en razón de que las encuestas populares hablan por sí solas: en un momento determinado de la historia parlamentaria, en el diario quehacer y convivir congresal en materia de producción, representatividad y amparo legislativo, las encuestas revelaron que el 94% de la ciudadanía no solo no se siente representada o amparada por la labor parlamentaria actual, sino que desaprueba sus acciones o desempeño frente a los acontecimientos que vive nuestra realidad.

Continuismo, ruptura o empoderamiento

Hablo de un mal augurio o pronóstico respecto al supuesto rol responsable, independiente, autónomo, ponderado y ensimismado que debe cumplir la próxima Cámara de Senadores.

Una instancia parlamentaria superior que puede aparentar ser autónoma e independiente, si se quiere en términos reflexivos, pero que en la práctica deberá operar inmersa en un esquema administrativo sistemático que opera como una sola unidad, que a su vez depende de decisiones políticas como parte de un todo.

Hablamos de un parlamento muy distinto al acontecer nacional, en el que efectivamente la Cámara de Senadores era realmente una instancia superior, cuya finalidad era enrumbar el curso de los acontecimientos frente a decisiones erradas o equivocadas que podían provenir de sus instancias inferiores.

Lo de ahora es muy diferente: está abierta y sin ninguna limitación la reelección como parte de la misma continuidad o encadenamiento de los mismos congresistas que actualmente se encuentran vigentes.

Hablamos de la prolongación del mandato parlamentario, aunque con nuevos matices y tonalidades, en tanto que se trataría de la misma política legislativa o actitudes parlamentarias que han imperado durante todos estos últimos años de nuestra vida congresal. En otras palabras, ¿por qué tendrían que cambiar las cosas, si las bases, las condiciones y fundamentos siguen exactamente siendo los mismos?

Los mismo vicios

La “reflexión política” invocada parece más una estrategia que una convicción democrática. 94 % de los ciudadanos no se sienten representados: ¿por qué confiar ahora? La reelección sin límites expone el peligro de un Congreso atrapado en su propio círculo vicioso.

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