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La OEA frente a la corrupción

Se constata una política de parte de la OEA de un abierto encubrimiento para que la corrupción como fenómeno sistémico pase desapercibida o sea catalogada como de segundo plano.

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Fecha Publicación: 30/10/2022 - 00:47
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Por Luis Lamas Puccio

Que se sepa, nunca ha habido tanta corrupción en América Latina desde que entró en vigor la Carta de la Organización de Estados Americanos (1948), la Convención Interamericana contra la Corrupción (1997) y la Carta Democrática Interamericana (2001). Hablamos de varias décadas en la que de una u otra forma la corrupción no solo ha estado siempre presente, sino que continúa vigente como si sus antecedentes tan nefastos no tuvieran ninguna importancia para el normal desarrollo de la democracia en nuestros países.

Me refiero a todo un marco normativo de contenido legal y político a nivel hemisférico, plagado de principios, instituciones, organismos especializados, declaraciones y propuestas de acciones, que poco o nada han servido para luchar contra un flagelo que resulta traumático para todo el continente. Un fenómeno de grandes y particulares proyecciones (Odebrecht), que no solo develó un manto de corrupción sistémico que puso en tela de juicio la propia capacidad de los gobiernos y las instituciones para fiscalizar una corrupción masiva, sino que desestabilizó hasta sus cimientos todas las esferas de la institucionalidad y la gobernabilidad.

Altas esferas

No hablo de aquella corrupción común o de poca monta, que es la que por lo general se ventila en los tribunales de justicia comunes, sino de aquella que se desenvuelve en las altas esferas del poder y que por lo general aparece oculta, en las que se entremezclan gobernantes y expresidentes corruptos, partidos políticos de fachada, parlamentos sumisos, jueces y fiscales benevolentes y toda una gama de actividades públicas o privadas, que subliminalmente protegieron la corrupción en casi todos los países. Una forma perversa de hacer política que utilizó la misma democracia y las elecciones, como correas de transmisión para hacer que la corrupción y la impunidad se trasmitan de un gobierno a otro bajo infinidad de pretextos.

Se trata de un portento de perniciosas actividades que se desenvuelven estrechamente entre corrupción, ejercicio del poder, mal ejercicio de la política y la manipulación de las masas. Un medio político de operar, que no solo persigue expoliar los recursos económicos de generaciones enteras, sino que atiza todo tipo de malas prácticas en el ejercicio de la política como parte de un gran esquema de actuación funcional, en el que se buscan fórmulas cada vez más antidemocráticas y desmerecedoras del Estado de derecho, que lo que persiguen no es otra finalidad que sujetar a millones de seres humanos en un esquema de explotación, control y sumisión.

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