Hay golpes en la vida, yo no sé, diría el poeta. Golpes como el amor de Vladimir Cerrón, que llevan a la congresista a perder la cabeza y rodar por los escaños parlamentarios.
Prófugo de la justicia afirmó que, si tuviera la oportunidad, la nombraría como la cabeza de la Cancillería o, incluso, como presidenta o vicepresidenta de la República.