Culpar a la cultura: una salida fácil a la creciente ola de ciberataques en Latinoamérica

Mientras el número de ciberataques en América Latina alcanza niveles sin precedentes, muchas organizaciones insisten en responsabilizar a la "ausencia de cultura en ciberseguridad" como el principal obstáculo, eludiendo una discusión más profunda sobre fallas estructurales, inversiones mínimas y estrategias desarticuladas. Esta narrativa, aunque popular, podría estar desviando la atención de las verdaderas debilidades del ecosistema digital regional.

En un reciente encuentro, Oswaldo Palacios, experto en ciberseguridad de Akamai Latinoamérica, reiteró la importancia de involucrar a las personas en la defensa digital. Sin embargo, la insistencia en colocar el peso de la seguridad en los empleados —con llamados a estar “conscientes” o “preparados” frente al phishing y otras amenazas— plantea preguntas incómodas: ¿no es esta una forma de delegar responsabilidades que deberían estar respaldadas por sistemas sólidos y liderazgos estratégicos?

Los datos son contundentes. Según el LatAm Cyber Summit 2024, se reportan más de 1600 ciberataques por segundo en la región, afectando incluso infraestructuras críticas y con impactos económicos de hasta el 6 % del PIB en algunos países. Pero la magnitud del problema no puede resolverse únicamente con “mentalidad cotidiana” o “formación extendida a las familias”, como propone el enfoque centrado en la cultura.

A pesar de contar con mayores recursos, muchas grandes organizaciones siguen sin implementar arquitecturas seguras por defecto, y las inversiones en herramientas avanzadas como microsegmentación o inteligencia artificial siguen desarticuladas de una estrategia global. Es más fácil culpar a los usuarios por "no tener cultura" que asumir la falta de políticas públicas, marcos regulatorios y modelos de gobernanza adaptativos.

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Entre las soluciones propuestas por Palacios aparecen conceptos interesantes, como hackatones y gamificación, que buscan hacer la seguridad más atractiva. Sin embargo, estos métodos, si no están integrados en una transformación profunda del modelo organizacional, corren el riesgo de quedarse en gestos simbólicos. La vigilancia excesiva, la rendición de cuentas desequilibrada y los protocolos mal implementados pueden incluso generar un ambiente de desconfianza y parálisis.

Otro punto crítico es la rápida adopción de inteligencia artificial generativa sin una base de protección robusta. Capacitar empleados para no exponer datos sensibles en plataformas de IA es una medida válida, pero insuficiente si las propias empresas no establecen límites claros sobre el uso, almacenamiento y evaluación ética de estas herramientas.

La insistencia en construir “una cultura” como solución central puede terminar siendo una cortina de humo: una forma de disimular la falta de liderazgo ejecutivo, de estructuras organizacionales resilientes y de inversiones sostenidas en ciberdefensa real. En vez de repetir que la gente es la primera línea de defensa, tal vez es momento de reconocer que la mayoría de las personas no deberían estar solas frente al problema.

Latinoamérica necesita mucho más que conciencia. Requiere visión, coordinación regional, inversión en talento técnico, marcos normativos flexibles y una redefinición del riesgo digital como un tema de seguridad nacional. La transformación no pasa solo por cambiar la cultura, sino por transformar el poder detrás de cómo se decide y se protege en la era digital.

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