Ruben Quiroz: "La poesía todavía resiste en un mundo en venta"
Quiroz Ávila señala que es muy difícil escapar de la poesía, ya que se sigue teniendo esa euforia de lo íntimo.
Por Juan Antonio Bazán
Rubén Quiroz Ávila. Ha publicado los poemarios: Niño Vudú (2001), Rotación (2004), Médula (2007, UCM, España), El derrumbe (2009), Marrow (2010, traducido al inglés por Zachary Payne), Anima insomnia/Sueño sónico (2015), libro a dos manos con Gonzalo Portals, Wamachinoa (dibujo y pintura) con Yili Rodríguez (2017).
Sus poemas han sido traducidos al inglés y el francés. Ha publicado Divina metalengua que pronuncio. 16 poetas transbarrocos 16 (2017). Ha obtenido el Primer Premio Blas de Otero de la Universidad Complutense de Madrid en el 2007. También ha logrado el 2do puesto de poesía en los Juegos Florales Interuniversitarios de la PUCP. Una mención honrosa en el Premio de poesía COPÉ, Perú, y una mención honrosa en el Concurso de cuentos de Las 1000 Palabras de la revista Caretas.
La mitad de un destello que nos devuelve (Máquina Purísima, 2022) tiene un prólogo de Carlos López Degregori y un colofón de Andrea Cabel. Se vende en la librería Vallejo Café Librería.
Después de 5 años respecto a tu último libro de poesía, publicas La mitad de un destello que nos devuelve. Coméntanos ello.
La pandemia nos ha conmovido a todos. Inevitablemente nos ha hecho pensar sobre nosotros mismos y el futuro. No solo a nivel individual sino como género humano. Hemos perdido a muchas de las personas que amamos. La poesía, en ese contexto, ha ayudado a nuestros espíritus a encontrar formas de expresión. Ayuda a sanar. No es un bálsamo, pero su vocación por la profundidad y la belleza nos detienen.
La poesía es, todavía, una dimensión para interpelar nuestro ser y la conciencia. Las palabras adquieren su exacta dimensión y nos ofrecen caminos, posibilidades de la educación sentimental tan necesaria.
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Por ello, este poemario, escrito durante el enclaustramiento y refugio pandémico, es a la vez un testimonio, una oración, una larga plegaria atea, además de reencontrarme con una forma del lenguaje que encuentro fascinante y adecuado para transmitir mis propias sensaciones contemporáneas. Sabemos que en la tendencia de industrializar todo, en concebir la relaciones como mercancías, la poesía se resiste en un mundo en venta. Es de los géneros literarios que, felizmente, poco interesa a las grandes maquinarias editoriales transnacionales. Entonces, escribir poesía en la actualidad es un ejercicio de entereza mental.
Mi poemario, si la ubico dentro de mi propia y breve producción, tiene los elementos metafísicos de mis propuestas anteriores, con destellos transbarrocos, con esas incisiones sobre el dolor, donde debemos asumir que casi todo está perdido. La poesía apenas logra describir ese extravío, esa pérdida.
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