Álvaro Vargas Llosa rompe su silencio y revela la verdadera causa de muerte de su padre, Mario Vargas Llosa
El autor de ‘Conversación en La Catedral’ partió rodeado de afecto y música.
Álvaro Vargas Llosa rompió su silencio y desmintió versiones infundadas que circularon tras la muerte de su padre, el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.
Sin rodeos y con un tono firme, el ensayista aclaró que el escritor no murió de leucemia, como se insinuó en medios y redes sociales, sino a causa de una neumonía que se complicó debido a su frágil estado inmunológico.
“Mi padre no murió de leucemia. Lo que tenía era unas defensas muy bajas que lo hacían propenso a infecciones de distinto tipo”, explicó Álvaro en una entrevista con un diario local, donde pidió a la opinión pública no dar crédito a quienes no tuvieron contacto directo con la familia.
“Aconsejo no prestar oídos a nadie que no haya tenido acceso a mi padre o a mi familia”, advirtió, sin mencionar directamente al escritor y periodista Jaime Bayly, quien sostuvo una versión distinta.
Durante los últimos meses, Vargas Llosa enfrentó una progresiva insuficiencia cardíaca que, sumada a su debilitado sistema inmunológico, lo dejó expuesto a enfermedades recurrentes.
Según detalló su hijo, los médicos y la familia siempre supieron que “tarde o temprano una infección superaría sus defensas”.
La última, una neumonía severa, finalmente resultó letal.
Álvaro también compartió imágenes conmovedoras de los últimos días del autor de ‘La ciudad y los perros’.
La familia se reunió en Lima para acompañarlo en sus horas finales. Lo pasearon en silla de ruedas y en auto, lo rodearon con lecturas de sus textos favoritos y lo envolvieron en la música que amaba: sonatas de Beethoven y piezas de Mahler. “Hubiera preferido irme antes que tú”, le confesó en un momento íntimo.
Una última voluntad cumplida con amor
Pese al avance del deterioro, Vargas Llosa mantuvo el humor hasta el final. Su hijo aseguró que, incluso en sus últimas semanas, el autor hacía gala de su ironía característica.
Consciente de su estado, prefirió enfrentar la despedida con lucidez, dignidad y la compañía de sus seres queridos.
La familia respetó su última voluntad: fue cremado tras su fallecimiento, en un acto íntimo que cerró con serenidad la vida de uno de los escritores más influyentes del siglo XX.
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