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Crimen a sangre fría frente al Hotel Bolívar que marcó a Lima para siempre: emboscada que cobró la vida del director de El Comercio y su esposa

Desató una fuerte crisis política en plena dictadura de Benavides.

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Crimen a sangre fría frente al Hotel Bolívar que marcó a Lima para siempre: emboscada que cobró la vida del director de El Comercio y su esposa.
Fecha Publicación: 21/09/2025 - 07:42
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El 15 de mayo de 1935, la ciudad de Lima vivía un día como cualquiera. Las vetustas y añejas calles, sombreadas por un clima propio de la estación, se caracterizaban por el bullicio de los transportes de la época: el paso del tranvía y los pregones de los vendedores de periódicos. Alrededor de la una de la tarde, sin embargo, el silencio comenzaba a imponerse con la armonía propia de la hora del almuerzo.

La tranquilidad de ese momento se vio interrumpida por el desenfreno, el alboroto y la crisis. En medio de llamadas de auxilio y la presencia policial, dos cuerpos yacían inertes sobre la calzada. Habían asesinado al doctor Antonio Miró Quesada y a su esposa cuando salían del Hotel Bolívar.

Según las pesquisas policiales, el hecho tuvo lugar a la salida del hotel alrededor de la 1:45 de la tarde. El agresor habría disparado cinco tiros fatales antes de huir del lugar del crimen, desatando una gran persecución por parte de los agentes de policía que fueron alertados del suceso.

¿Quién fue el Dr. Antonio Miró Quesada?

Antonio Tomás Miró Quesada de la Guerra fue hijo de José Antonio Miró Quesada y de Matilde de la Guerra Gorostide. Su padre era propietario del diario El Comercio.

Realizó gran parte de sus estudios escolares en Inglaterra, pues sus padres se encontraban fuera del Perú por razones políticas. De regreso en Lima, continuó su formación bajo la dirección del profesor Agustín Whilar.

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Ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde obtuvo una brillante carrera académica: bachiller en Letras (1896), doctor en Letras (1896), bachiller en Jurisprudencia (1897), abogado (1898) y doctor en Ciencias políticas y administrativas (1901).

Contrajo matrimonio con María Laos Argüelles, con quien tuvo once hijos: José Antonio, Manuel, Carlos, Joaquín, Raúl, Enrique, Hernán, María, Delfina, Amalia y Alfredo Miró Quesada Laos.

Desde joven se dedicó al periodismo y asumió la dirección del diario El Comercio. Además, ejerció la docencia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estuvo a cargo de las cátedras de Sociología y de Derecho Administrativo.

El crimen que conmocionó al país

En aquella época se escribía una de las páginas más oscuras de la historia delictiva del Perú. Durante la convulsionada década de 1930 a 1940 se sucedieron atentados y movimientos revolucionarios: el asesinato del general Sánchez Cerro (30 de abril de 1933), el asalto al Arsenal de Guerra, la llamada Conspiración del Agustino, así como los sucesos de Miraflores y del Hipódromo. Hoy, casi olvidados, resultan poco conocidos por las nuevas generaciones.

Fue una etapa violenta y turbulenta que transcurrió bajo el gobierno dictatorial del presidente Óscar R. Benavides, enfrentado abiertamente al APRA, organización de corte progresista y de izquierda. A su vez, El Comercio, uno de los diarios más influyentes del país —como lo sigue siendo—, era implacable en su crítica constante a dicha agrupación política.

A la 1:40 de la tarde del 15 de mayo de 1935, los esposos Antonio Miró Quesada de la Guerra y María Laos de Miró Quesada salían del Hotel Bolívar y pasaban frente al Teatro Colón. En ese instante, Carlos Steer Lafont, un joven de 19 años, abrió fuego contra el director de El Comercio. Le disparó a la cabeza y luego dos veces más, dejándolo tendido de cara en la acera.

Su esposa intentó defenderlo golpeando al atacante con su cartera. Temiendo que ella portara un arma, Steer Lafont le disparó dos veces, causándole la muerte.

El asesino trató de huir por el jirón Quilca, rumbo a la Plazuela de la Salud, pero fue perseguido por la Policía. Intentó suicidarse disparándose con la misma arma, sin éxito, y fue capturado y trasladado al hospital.

Durante el proceso judicial, Steer Lafont declaró que El Comercio era un diario que “sembraba el odio entre los peruanos”. Se descubrió que había planeado el crimen y practicado con su revólver y una pistola en su habitación. Además, confesó haber pertenecido al Partido Aprista.

El asesinato de los esposos Miró Quesada conmocionó profundamente a la sociedad limeña y tuvo graves implicancias políticas contra el aprismo. Steer Lafont, entonces menor de edad y de oficio desconocido, fue juzgado por una corte marcial militar y condenado a 25 años de internamiento por el execrable delito que cometió.

El Comercio en su edición del 15 de mayo de 1935

Así informó El Comercio aquel 15 de mayo de 1935: “El país recibirá con horror la noticia del asesinato de nuestro director y de su señora esposa, ocurrido en la tarde de hoy, en momentos en que salían ambos del Hotel Bolívar en dirección al Club Nacional. Una mano aleve y cobarde ejecutó, por la espalda de las víctimas, su trágico designio. La campaña de odio y de vergüenza, de furia salvaje y descontrolada, inculcada en nuestras masas por sectarios de partidos internacionales, fructifica en el crimen, el motín y la asonada rebelde, en que se depreda y se asesina en nombre de una engañosa redención social.

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Con el espíritu quebrantado por el más amargo de los dolores, heridos en lo más hondo de nuestro corazón, señalamos a la conciencia honrada del Perú, de ese Perú al cual nuestro llorado director consagró todas sus energías de gran patriota, y en cuya defensa ha caído, la monstruosa barbarie de quienes convierten el crimen en instrumento de sus inconfesables apetitos. El Comercio, inspirado y orientado por el espíritu y la pluma de don Antonio Miró Quesada, asumió desde los primeros momentos la honrosa responsabilidad de sostener inconmovible, contra los ataques disociadores, el orden jurídico del país y el funcionamiento normal de sus instituciones tutelares.

En este puesto de avanzada, en este lugar de sacrificio, tuvimos el orgullo de vernos capitaneados por el hombre que hizo de su vida un culto al honor, la honradez y el patriotismo. Contra él se estrellaron las pasiones de odio y rencor que desatan los enemigos del orden, pero él sabía y supo hasta el último momento resistirlas impávido, convencido de que contribuir a desbaratarlas era trabajar eficazmente por el bien nacional.

Estamos orgullosos de él y seremos fieles a sus enseñanzas. El plomo homicida de un sectario ha cortado esa vida fecunda, esa mente preclara, ese corazón valeroso que desafió todos los riesgos e hizo frente a todos los peligros, sin otra mira que la grandeza del Perú; pero no ha podido matar su espíritu, que vive y vivirá siempre con nosotros y en nosotros, su espíritu que hoy se levanta ante el país sublimizado por el martirio.

La sangre y el luto que han caído sobre nuestra casa se extienden sobre la nación entera; pero las salpicaduras de aquella manchan indeleblemente la frente de quienes, agazapados en la sombra, arman el brazo de fanáticos y los empujan al crimen, no solo contra sus adversarios políticos, sino también contra la abnegada esposa, noble compañera de una vida de esfuerzo y de pureza.

Recogemos y sabremos conservar dignamente la herencia de valor, honradez y patriotismo que nos deja nuestro director. Si él no flaqueó nunca en la lucha, y ofrendó su existencia en aras del bien de la Patria, nosotros continuaremos su ejemplo y siempre volveremos a su recuerdo, pidiéndole inspiración y ayuda en los trances más difíciles que estamos decididos a afrontar en salvaguardia del presente y el porvenir del Perú, a pesar de cualesquiera asechanzas e intimidaciones.

Cuando escribimos estas líneas, arriba, en el Salón de Actos de El Comercio, están los cadáveres amados. Todo cuanto Lima tiene de más representativo desfila ante ellos, expresándonos sus sentimientos de condolencia y dejando oír su más vibrante protesta. La voz se nos quiebra bajo el peso del dolor, mientras llena nuestros corazones la voluntad inquebrantable de ser dignos siempre de la vida y de la muerte de don Antonio Miró Quesada.

Unánime sentimiento de condena y de protesta contra la cobardía y el ensañamiento del atentado salió hoy de todos los labios, al conocerse la infausta y dolorosa noticia que damos a los lectores de El Comercio.

El director de este diario, señor doctor don Antonio Miró Quesada, y su señora, doña María Laos de Miró Quesada, fueron asesinados a la una y cuarenta y cinco de la tarde de hoy.

El doctor Miró Quesada, después de la cotidiana reunión con el personal de redacción, salió de la imprenta y se dirigió al Hotel Bolívar, lugar de su alojamiento. Allí recogió a su señora y, con ella, a pie, serenamente, como todos los días, se fue hacia el Club Nacional, donde ambos solían almorzar. La distancia entre la puerta principal del Hotel Bolívar y la del Club Nacional es, como se sabe, de menos de cien metros.

El señor y la señora Miró Quesada, después de cruzar la calzada de la primera cuadra de la avenida Nicolás de Piérola, recorrieron el pequeño trozo de acera que está delante del edificio Giacoletti, tomando en seguida la vereda de la calle Belén, donde está situado el Club Nacional. Al comienzo de esta cuadra se encuentra, como se sabe, el Teatro Colón. Frente a este edificio se produjo, sorpresivamente y a mansalva, el cobarde ataque al señor y la señora Miró Quesada.

Un sujeto que evidentemente conocía las costumbres del doctor Antonio Miró Quesada esperó su salida del Hotel Bolívar y, en criminal acecho, siguió al director de El Comercio y a su señora unos cuantos metros. Y cuando tuvo la seguridad de que sus homicidas disparos harían blanco en los cuerpos de las personas que había escogido para víctimas suyas, disparó tranquilamente —según se nos dice, sin demostrar ofuscamiento— su arma sobre el doctor Miró Quesada y su señora, a quienes había dejado adelantarse unos pasos.

Primero disparó sobre el doctor Miró Quesada, a quien hirió mortalmente en tres sitios diferentes. Uno de estos disparos lo alcanzó en la cabeza.
La señora Laos de Miró Quesada fue herida, en los mismos instantes, por el criminal, dos veces. Uno de estos proyectiles atravesó también la cabeza de la señora Miró Quesada. Como hemos dicho, el asesino hizo cinco disparos sobre el señor y la señora Miró Quesada. A juzgar por el orificio de entrada de los proyectiles, el criminal atacó al director de El Comercio por la espalda. El doctor Miró Quesada fue herido en mitad de la espalda, en la nuca, en la base del cráneo y, finalmente, en el costado derecho.

La señora Laos de Miró Quesada, que iba del brazo de su marido ocupando el lado interior de la acera —que en este caso correspondía a su derecha—, al oír las dos primeras detonaciones y sentir que el doctor Miró Quesada había sido herido, volvió el rostro y el cuerpo hacia atrás, girando sobre el lado izquierdo. En ese instante, el cobarde agresor, que acababa de hacer su tercer disparo sobre el director de El Comercio, hizo fuego sobre la señora María Laos, hiriéndola dos veces mortalmente. Uno de estos disparos hizo blanco en el rostro de la señora Miró Quesada.

El doctor Miró Quesada y su señora iban casi todos los días a almorzar en el comedor de socios de este centro social. Hoy, como de costumbre, se dirigieron, faltando un cuarto para las dos de la tarde, hacia el Club, cuando fueron asesinados.

Dos o tres socios se encontraban conversando a las puertas del edificio. Al ver caer, después de la rápida agresión de que fueron víctimas, al señor y la señora Miró Quesada, corrieron velozmente hacia ellos con el objeto de poderles prestar el auxilio que necesitaran. Fatalmente, ya se había producido lo peor.

El Consejo de Ministros, del gobierno del presidente Óscar R. Benavides, decidió rendirle honores de ministro de Estado. Una placa conmemorativa fue colocada luego en la Plazuela de la Micheo (actual Teatro Colón, en la plaza San Martín), para recordar el suceso.

Odio y venganza política

En medio del juicio que se le llevó a cabo a Carlos Steer Lafont, este manifestó que a raíz de la revolución de agosto de 1930, abrazó con entusiasmo la lucha política, a pesar de sus pocos años.

Expresa que fue partidario del malogrado presidente de la República, general Luis M. Sánchez Cerro, y que a su muerte, el 30 de abril de 1933, resolvió vengarlo victimando a alguno de los dirigentes del Aprismo a quienes creía culpables del crimen, en razón de las acusaciones que contra ellos se hacía en determinado periódico.

Que ingreso con este fin al Partido Aprista, valiéndose para ello de su amigo Luis de las Casas y que, a mediados de 1933, cuando el líder aprista Manuel Seoane, vuelto del exilio, debía dar en Barranco una conferencia para reorganizar su Partido, fue armado a esa reunión con el fin de darle muerte, pero que circunstancias imprevistas no se lo permitieron.

Que asistió a la conferencia, esperando verificar su propósito a la salida de ella, pero que las palabras de Seoane lo convencieron de que el referido Partido no era responsable de la muerte del General Sánchez Cerro; que se dedicó entonces, a estudiar la organización del Aprismo al que se afilió firmemente, persuadiéndose que la campaña periodística de “El Comercio” ocasionó la muerte del mencionado expresidente, el fusilamiento de los ocho marineros en San Lorenzo y otros hechos censurables en su concepto, por lo que resolvió victimar a su director, el Dr. Antonio Miró Quesada.

Carlos Steer Lafont nació en 1915, vivió en Barranco, tenía apariencia de “europeo”, con una cicatriz en la frente y murió en la década de 1990 en Lima. Purgó 25 años de cárcel por ese magnicidio.

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