El derecho a crecer seguros: el riesgo emocional en los niños por la falta de apoyo en las familias monoparentales
En junio de 2024, el 25.17% de 31,877 cuidadores reconocen que tuvieron prácticas de violencia física y psicológica con su niño/a. El 30% de NNA está en riesgo de presentar problemas emocionales, conductuales o de atención. De 10 familias, solo 2 tienen inteligencia emocional, señala especialista.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), casi medio millón de madres crían solas a sus hijos. El rol de ser padre y madre a la vez se vuelve una actividad tediosa que deja graves complicaciones en su salud física y salud mental. La sobrecarga de responsabilidades, el aislamiento, la ansiedad y el estrés resultan pesados para una mujer que enfrenta, día a día, dificultades económicas, precariedad laboral y estigmas sociales. Asimismo, ante esta problemática que parece invisible para la agenda estatal, las consecuencias las reciben los niños que, tras el daño psicológico en sus cuidadores, pueden demostrar signos de fragilidad emocional o deficiencia académica.
“El niño aprende o asimila todas las conductas de la madre. Si la madre no tiene buen autoapoyo emocional, perjudica al niño, generando falta de concentración y atención, retraso cognitivo, inestabilidad e intranquilidad”, explicó el especialista en psicología clínica educativa, Abel Balvín.
Si bien es cierto, los niños no alcanzan a comprender lo costoso de asumir la maternidad en solitario, desde los primeros días de la etapa postnatal, cada segundo reproducen cerca de un millón de neuronas listas para el aprendizaje. Esto significa que crecer en un entorno vulnerable, marcado por experiencias adversas, puede afectar de forma profunda su desarrollo mental. Un informe del Centro para el Niño en Desarrollo de la Universidad de Harvard explica que el cerebro infantil (0–6 años) es altamente plástico, lo que significa que las experiencias vividas en esta etapa influyen de manera directa en su desarrollo emocional y social.
“Un niño se vincula con la madre desde los primeros años con el apego. El niño (en los primeros meses) no verbaliza, no puede entender las palabras; sin embargo, sí siente. Por ejemplo, cuando llora, busca la atención de su madre; ella acude, lo consuela y entonces el niño se calma. Esto ocurre porque se siente en un lugar seguro, protegido”, señaló.
El futuro sano de un niño/a depende de la presencia de un adulto responsable. No obstante, cuando la salud mental de las madres solteras y otros cuidadores se ve deteriorada, las consecuencias repercuten directamente en el desarrollo conductual y socioemocional de los infantes.
Cifras que evidencian la urgencia de apoyar a quienes crían en solitario
De acuerdo con los resultados del estudio Evaluación de competencias socioemocionales de niñas y niños e indicadores de salud mental de cuidadores 2024, de la Fundación Baltazar y Nicolás, de los 31,877 encuestados, un 15.71% presenta riesgo de tener dificultades en su bienestar general y el 8.20% tiene indicadores de ansiedad y depresión. Estas condiciones se traducen, con frecuencia, en prácticas parentales poco saludables para la crianza, como gritos, castigos físicos o reacciones impulsivas.
Este estudio, además, refleja el riesgo socioemocional de los niños tras vivir estas circunstancias. El 51.12% de niños de 6 a 17 meses está en riesgo de que su desarrollo socioemocional se vea afectado por la salud mental de sus cuidadores, mientras que en los niños de 18 a 36 meses llega a un 21.83%. La mayoría de cuidadores, al ser consultados sobre el desarrollo socioemocional de sus niñas o niños, describió que presentan problemas de atención, concentración, dificultades para adaptarse a situaciones nuevas y problemas de comportamiento como agresividad e impulsividad.
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Esta investigación confirma que la situación emocional de los adultos a cargo de la crianza constituye un factor determinante en el desarrollo temprano, con efectos que pueden extenderse a lo largo de la vida. “El rol de los padres es fomentar el apoyo emocional, social y conductual del hijo; si eso no sucede, el niño crece con baja autoestima, presentando una personalidad inestable”, advirtió el especialista.
Retrocediendo unos años atrás, en el contexto de la pandemia, el estudio La salud mental de niñas, niños y adolescentes en el contexto de la Covid-19, desarrollado por el Ministerio de Salud y UNICEF, reportó que el 56.5% de bebés (1–17 meses) revelan síntomas de riesgos en su salud mental, pudiendo presentar en el futuro por lo menos un problema de tipo emocional, conductual o atencional. Ver gráfica. Responsabilizar únicamente a la progenitora que cría en solitario a su hijo/a por su afectación emocional resulta injusto, teniendo en cuenta que ella asume, sin apoyo, tanto el cuidado integral como la provisión económica del hogar. Señalarle la culpa no solo desconoce el esfuerzo que significa sostener a una familia en estas condiciones, sino que además perpetúa las brechas de desigualdad y la falta de conciencia de la sociedad para generar soluciones reales.
El sistema de cuidado como garantía del derecho a un desarrollo pleno
El desarrollo seguro de un niño es un derecho sin excepciones. Ninguna institución ni sector puede intervenir en contra de este principio. Por el contrario, es una prioridad del Estado la obligación de asegurar que cada niño alcance su desarrollo pleno, sea cual sea su condición social o económica.
El Estado tiene la responsabilidad impostergable de articular una estrategia integral que garantice el bienestar emocional de los cuidadores y, sobre todo, el respeto irrestricto al interés superior del niño. La antropóloga y especialista en políticas públicas, Norma Correa, sostiene que es “muy importante que (las madres solteras) puedan contar con alternativas seguras y confiables para que puedan dejar a sus hijos mientras estudian o trabajan”. Esto no solo resguarda a los pequeños en un entorno seguro, sino que asegura que continúen aprendiendo y desarrollándose aun en ausencia de sus padres.
En líneas más arriba explicamos el riesgo de acumular estrés parental, lo cual puede derivar en ejecutar prácticas no recomendables en la crianza del niño. La tarea de implantar un sistema de cuidado no solo reduciría la carga emocional de las madres solteras, sino que permitiría velar por el derecho del niño a llevar una vida adecuada para su desarrollo pleno: a jugar, a expresarse, a crear y vivir experiencias culturales que fortalezcan sus habilidades y su autoestima.
“Cuando no se encuentran opciones de cuidado, las mujeres empiezan a dejar de trabajar fuera de casa o a trabajar menos. Lo que observamos muchas veces es que las mamás llevan a sus hijos al mercado o a diferentes lugares. Muchas veces se exponen a situaciones inseguras y allí se está perdiendo la oportunidad de poder trabajar con los niños, como aspectos de estimulación, aspectos educativos, de motricidad, que se pueden ir fortaleciendo en un espacio de cuidado”, indicó.
Aunque el problema está identificado, Correa advierte que el Perú aún no logra consensuar un sistema de cuidado infantil por trabas en el financiamiento y en la forma en que este sistema debería implementarse. Por ello, recomienda empezar con los gobiernos locales.
“Hay municipios que ya tienen, por ejemplo, cunas, ya han empezado a hacer algún trabajo en esta línea. Creo que hay que fortalecer eso, hay que mejorarlo. Que se generen, por ejemplo, espacios a nivel de los municipios donde se pueda acceder a esos servicios”, precisó.
Hoy, la deuda pendiente no es solo con las madres que cargan solas la doble jornada del trabajo y la crianza. Es, sobre todo, con los niños que ven vulnerado su derecho a crecer en ambientes seguros y estimulantes. ¿Cuánto más podemos esperar para que cada niño en el Perú merezca una infancia plena, feliz y libre de violencia?

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