El momento en que se jodió el Perú [ANÁLISIS]
La mítica frase de Zavalita al inicio de la novela ‘Conversación en la Catedral’ de Vargas Llosa de 1969, quedó para la historia nacional.
«Desde la puerta de ‘La Crónica’ (diario siempre ligado al gobierno de turno), Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris ¿En qué momento se había jodido el Perú?».
La mítica frase de Zavalita al inicio de la novela ‘Conversación en la Catedral’ de Vargas Llosa de 1969, ha quedado para la historia nacional. El uso en tiempo pasado del verbo indica que el periodista creía que antes de los años cincuenta y del gobierno de Odría el país aún no estaba jodido. Joderse en el Perú quiere decir que un bien o valor se perdió irreparablemente, que ya no tiene arreglo “se jodió la pierna, se jodió el auto, se jodió el proyecto”. Pero, a nivel del país ¿cómo interpretar este verbo.
Entre los bienes fundamentales aludidos en la novela, cuya pérdida habría hecho que el país se jodiera, están la paz social, el imperio de la ley, el orden democrático, la estética urbana, la educación y otros valores, lo que todo sumado significaría el abandono o pérdida del propósito de buscar y realizar un proyecto de vida nacional valioso para todos.
Hasta los años cincuenta del siglo XX, el ideal colectivo compartido en diferentes modos y medidas por peruanos ricos y pobres, costeños y serranos, viejos y jóvenes, etc. Quizás era imitar económicamente a los Estados Unidos, culturalmente a Francia, o cultivar las raíces más valiosas de la llamada peruanidad.
Cualquiera de estos proyectos nacionales u otros semejantes, según Zavalita y quienes lo citan, desaparecieron del imaginario colectivo desde antes de los años cincuenta y el país se quedó con una página en blanco sobre la historia futura a escribir. Desde entonces son bandas criminales cada vez más grandes y poderosas las que lo están haciendo.
¿En qué momento se jodió el Perú?
La causa fundamental de la pérdida de búsqueda y realización de un proyecto nacional valioso para todos fue la caótica migración masiva. Inicialmente sobrevalorada como “desborde popular” por Matos Mar a inicios de los años ochenta, fue estallando como una bomba de efecto retardado a lo largo de 100 años e instaló como doctrina general la cultura de la trasgresión.
A diferencia de la fusión en la cocina peruana, señalada como una virtud de su exitoso mercadeo, la violenta y caótica mezcolanza política, social, económica, legal, cultural, educativa y moral de los peruanos, produjo el fin de la búsqueda y realización de un proyecto nacional valioso para todos.
La violenta migración interna impuso paulatinamente, empezando por la invasión de terrenos y siguiendo con todo lo demás, la doctrina de trasgresión como principio colectivo dominante de la conducta de las personas y ocasionó la proliferación de organizaciones criminales cada vez más complejas, integradas por los peores migrantes de la costa, blancos y cholos, reales o imaginarios, corruptos desde su entraña, racistas, clasistas, machistas, de prepotencia habitual y codicia ilimitada; más los igualmente peores migrantes de la sierra, cobrizos e indios, reales o imaginarios, corruptos también desde su entraña, racistas, clasistas, de doblez ancestral y resentimiento secular; y sumados a ellos también nuestros peores originarios de la selva, aunque de incidencia menor en la configuración de la cultura nacional dominante.
A todos estos transgresores y delincuentes, no por su origen geográfico, sino por la nefasta cultura de trastocamiento de principios y valores, hoy han venido a sumarse muchos malhechores, asesinos y en general perniciosos integrantes de la masiva, incontrolada y violenta inmigración venezolana.
MÁS INFORMACIÓN: «Le dedico mi silencio», de Mario Vargas Llosa
Es un hecho comprobado que cada día más los peores integrantes de nuestras regiones, no por ser serranos o costeños como alguien querrá decir erróneamente con sentido racista, son los principales propulsores de la cultura trasgresora y delictiva nacional, y van formando y manteniendo alianzas y argollas cada vez más inexpugnables en todos los centros de poder político, civil, militar, empresarial, mediático, universitario, religioso y etc.
Lo peor es que van sucediéndose de gobierno en gobierno, ya no como partidos políticos, sino como bandas y organizaciones criminales, cada vez de una calaña peor que la anterior y lamentablemente así se prevé que seguirá el próximo futuro. Además, su cultura trasgresora y delictiva ha sido igualmente adoptada como ideal de vida por los que fueron sus trabajadores y siervos en la costa y en la sierra, quienes la reproducen cada día en sus respectivos ámbitos más reducidos de barrios, distritos, municipios, gobiernos regionales.
Esta deplorable estructuración, expansión y afianzamiento de la cultura nacional de trasgresión, hoy forma parte de la piel y la mente de los nuevos poderosos que ocupan los ámbitos privados y públicos del país. El antiguo ideal de búsqueda y realización de un proyecto nacional valioso para todos los peruanos ha sido destruido y los resultados se hacen cada vez más patentes en la vida cotidiana general.
Lo demuestra haber tenido seis presidentes en siete años, que todos estén acusados o condenados y que todos nieguen su culpa con igual cinismo. Lo demuestra también que la gente “común” cada vez se rinda más ante tanta fatalidad, o que se incorpore al carro de la cultura trasgresora en el sector público y privado.
En suma, hoy es evidente que ha triunfado la doctrina nefasta del todo vale, del sálvese quien pueda, del ya no hay nada que hacer, del no te metas y del que la ley es para los tontos. Por ello cada vez más jóvenes trabajadores y profesionales se van del país y más adolescentes sobre todo provincianos, se suicidan (real, no imaginariamente), o se entregan a las bandas criminales cada vez más sanguinarias, para perpetrar delitos de todo tipo.
A pesar de todo lo dicho, hay quienes aún creen que la resistencia, la laboriosidad y la bondad de los peruanos, serranos, costeños y selváticos, de muchos rostros y lugares, constituye un rescoldo en las cenizas y que en cualquier momento surgirá el líder individual o grupal que hará renacer con su soplo la llama de esperanza. ¿Será posible?
* Por José Perla Anaya
* Doctor en Ciencias Sociales
LO MEJOR DE ACTUALIDAD:
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.