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El último maestro zapatero de Lima: la tradición que va desapareciendo

El calzado de los antiguos peruanos era la ushuta, que era confeccionada con el cuero del cuello de llama, creación de un indio aimara.

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El último maestro zapatero de Lima: la tradición que va desapareciendo.
Fecha Publicación: 23/09/2024 - 02:34
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El zapato es un accesorio pedestre de la vestimenta hecho con la intención de proveer protección y comodidad al pie, mientras este realiza varias actividades. Al conjunto de todo tipo de accesorios pedestres se le denomina calzado.

En nuestra Lima de antaño es extraño como se van perdiendo las costumbres de nuestra vieja Lima que se va con el tiempo épocas de señorío, buen vestir y grandezas en la aristocrática sociedad limeña.

Maestros zapateros, artesanos del cuero, hormas, plantillas y un gusto muy especial por la elegancia le dieron gran prestancia a la época que se vivió desde los años 30, en donde la ciudad se vio invadida por varios talleres diseminados en el centro de la ciudad, donde revoloteaba la crema y nata de la incipiente sociedad burguesía de nuestra vetusta ciudad.

Más de 20 talleres de fabricación de zapatos de cuero hechos a mano tuvieron sus albores entre los años 30 y 90, con el tiempo muchos de ellos fueron desapareciendo por la poca demanda, por cambios de ubicación o altos impuestos, uno de los tantos que hasta hoy se mantiene con la vieja tradición es Vilas’ Shoes, de Alfredo Vila Arce en el Cercado de Lima que mantiene la tradición de engalanar las calles de Lima con sus finos y elegantes modelos.

Los zapatos, como el resto de las prendas, también se diseñan atendiendo a fines estéticos y/u ortopédicos. El diseño de los zapatos ha variado enormemente a través del tiempo y de cultura en cultura, con su apariencia originalmente ligada a sus funciones. Adicionalmente, la moda ha dictado frecuentemente muchos elementos de diseño, como la altura de los tacones y el tejido de estos.

El calzado contemporáneo varía ampliamente en estilo, complejidad y costo. Los zapatos de moda pueden estar hechos de materiales muy caros en construcciones complejas y vendidos por miles de dólares el par. Otros zapatos son para propósitos muy específicos, tales como los diseñados para escalada de montañas o esquiar.

Historia

El zapato de cuero se usa mucho más que la sandalia, especialmente en los países fríos. A la vez, en la Edad Media el zapato se elaboraba con colgajos o telas alternadas para proteger la piel y reforzar el pie para un mejor ajuste, eran muy poco funcionales. En Europa, el zapato se convirtió en símbolo de estatus social de nobles y ricos, pero llegó a tener proporciones ridículas lo que obligó a su simplificación y creación de nuevos estilos hasta llegar al zapato moderno macizo y cosido. Desde el siglo XVII, la mayoría de los zapatos de cuero se han caracterizado por un cosido único. El cuero, que ha sido el principal material de elaboración hoy se usa generalmente para elaborar zapatos caros, mientras que el zapato deportivo no lleva cuero real.

A partir del siglo XX, los zapatos evolucionaron rápida y vertiginosamente. Los cambios estilísticos tanto en el hombre como en la mujer hicieron que las modas y los diseños se adaptasen a los diferentes momentos históricos y de pensamiento de ese siglo. Empezaron a aparecer diseñadores especializados en el diseño de calzado que mantienen con renombre sus marcas y firmas. En el siglo XXI, el concepto de ergonomía revolucionó aún más el desarrollo de zapatos altamente tecnificados como es el caso de las zapatillas deportivas, el zapato formal y el zapato ligero para climas cálidos.

Los zapatos más antiguos que se conocen son sandalias de corteza de artemisa que se estima se remontan al 7000 u 8000 a. C., encontradas en la cueva de Fort Rock en el estado de Oregón, Estados Unidos, en 1938. El zapato de cuero más antiguo del mundo, hecho de una sola pieza de piel de vaca atada con un cordón de cuero a lo largo de las costuras en la parte delantera y trasera, se encontró en el complejo de cuevas de Areni-1 en Armenia en 2008 y se cree que data del año 3500 a. C. Los zapatos de Ötz el Hombre de Hielo, que datan del año 3300 a.C., tenían una base de piel de oso marrón, paneles laterales de piel de ciervo y una red de cordón de corteza, que se ajustaba alrededor del pie. El zapato de Jotunheimen fue descubierto en agosto de 2006: los arqueólogos estiman que este zapato de cuero se fabricó entre 1800 y 1100 a.C., lo que lo convierte en la prenda de vestir más antigua descubierta en Escandinavia.

Los primeros pasos hacia la mecanización de la producción fueron dados durante las Guerras Napoleónicas por el ingeniero Marc Brunel.  Desarrolló maquinaria para la producción en serie de botas para los soldados del Ejército británico. En 1812, ideó un plan para fabricar maquinaria de fabricación de botas con clavos que sujetaba automáticamente las suelas a las capelladas mediante clavijas o clavos metálicos. Con el apoyo del Duque de York, se fabricaron los zapatos y, debido a su resistencia, bajo costo y durabilidad, se introdujeron para el uso del ejército. Ese mismo año, el uso de tornillos y grapas fue patentado por Richard Woodman.

El zapato peruano

La ojota de jebe fue el producto perfecto; es durable, económico, resistente, tiene un diseño sencillo y eficaz, contribuye a la conservación del medio ambiente y era inmensamente popular, tanto que, probablemente, es el calzado más usado en el Perú del siglo XX.

El calzado de los antiguos peruanos era la ushuta, que era confeccionada con el cuero del cuello de llama, preferentemente. La genialidad de un aimara consistió en una idea simple: elaborarla de un material moderno pero abundante y barato.

El historiador Alfonso Canahuiri identifica como inventor de la ojota al aimara Damián Choque Ponce, comunero de Tunuhuiri Chico (ichu, Puno).

Según cuentan, Damián era un comerciante que viajaba constantemente entre Ichu y Arequipa, lo recuerdan como un hombre curioso y con varios oficios.

En el año 1920, los viajes se hacían a pie y las ojotas de cuero no bastaban para todo el viaje. Damián, bastante perspicaz, observaba con curiosidad la gran cantidad de llantas botadas en un paraje de Arequipa.

En un momento de genialidad, se le ocurrió que el material de las llantas utilizadas y lanzadas en los vertederos era perfecto para fabricar su propio calzado. Lo hizo, y al regresar, su invención llamó la atención de sus paisanos. Los hermanos Aurelio, Pablo y Cipriano Flores fueron los más entusiastas. Ellos son los que imitaron la ocurrencia de Damián y comenzaron a elaborar las ojotas. Las primeras se vendieron en Inchupalla y, cuando se les acabó el material, sus viajes hacia Arequipa para traer llanta se hicieron frecuentes.

Marco Aspilcueta, quien realizó un trabajo sobre los comerciantes aimaras en Lima, narra que tras los esfuerzos pioneros de los hermanos Flores, las ojotas se empezaron a vender en las ferias distritales y fiestas patronales de Puno, Pucará, Lampa, Juliaca e Ilave.

Naturalmente llegó a Desaguadero y, posteriormente, a Bolivia, donde, con los años también se hizo un calzado muy usado.

Debe considerarse que se trata de las décadas del 20, 30 y 40. Cuando la población era mayormente rural. El mejor calzado era el que más servía para las labores agrícolas o ganaderas.

De Ayacucho a la capital

Siendo tan solo un niño de 10 años, oriundo de San Miguel, La Mar, en Ayacucho, con muchos sueños por delante, un pequeño morral y unos pocos soles en el bolsillo, pero con un gran entusiasmo Alfredo Vila inicio su viaje a Lima, pensando en hacerse de un futuro provisorio con el cual podría mejorar su estatus de vida y de alguna manera ayudar a su familia que  quedaban en provincias, en su travesía había quedado deslumbrado con la gran ciudad y no perdió el tiempo para buscar un trabajo, el que sea, pero que mitigara sus necesidades inmediatas, comer  y un lugar donde poder dormir con lo cual sus días fueran más aceptables y que le dieran fe en el futuro.

En esos momentos Lima se presentaba como la señorial, las tres veces coronada y gozaba de lindos parajes en donde un joven provinciano podía buscárselas, haciendo mandados o de ayudante en algunos de los almacenes del mercado central, sin embargo la viveza y habilidad de Alfredo le valió la oportunidad de llegar a la puerta de la Zapatería Solís, un huaracino que ya era un maestro en esta labor, quien le abrió las puertas de su negocio y lo contrató como encargado de  limpieza.

Ahí empezó el gusto por la artesanía a base de cuero, día con día iba viendo y aprendiendo, hasta que el maestro lo inicio en la confección de zapatos, lo que lo formó como maestro zapatero, oficio que realizó durante casi 30 años, pasando luego a los talleres de la Zapatería Vallejo, hasta que decidió poner su propio taller que aún se mantiene como uno de los mejores el centro de Lima.

Según nos comenta Don Alfredo; “Lamentablemente muchos de los grandes maestros de este arte han desaparecido y otros han fallecido, algunos aún existen, sin embargo, la costumbre por los zapatos hechos a medida es solo historia, se ha perdido la tradición, sumado esto a la gran importación de zapatos sintéticos que malogran y sancochan los pies, el negocio ha caído en la preferencia de los peruanos.”

Lo que sí es cierto es que la galantería, elegancia y lo fino de los zapatos de cuero hechos a mano se van perdiendo como las calles y viejas casonas de nuestra augusta Lima.

Don Alfredo, un enamorado de su trabajo y profesión, se lamenta de no haber dejado discípulos, ya que piensa que esto es parte de la historia y herencia de nuestra vieja Lima, y no debería perderse, sino renacer como el Ave Fénix para inmortalizar una época de oro de nuestra ciudad.

El último de nuestros maestros zapateros, aún en vigencia, manifiesta que no hay pie que se le escapé, sean estos normales, finos o deformes, su trabajo es su mejor garantía, a la vez que nos dice que no solo hace zapatos, también mocasines, botas y botines, cocidos y bien hechos.

Al momento de concluir este reportaje le preguntamos cuántos zapatos hace al día, y él nos respondió que uno solo, porque si se hace más, estos están mal hechos, porque hay que dedicarle tiempo, trabajo y detalle para que queden perfectos. Finalmente, en un momento de añoranza, seguro que seguirá confeccionando zapatos hasta el día de su muerte, ya que esta es una tradición que vino con los españoles y se peruanizó creando un estilo propio y muy peruano.

Nosotros terminamos este reportaje con una tristeza a cuestas solo con el recuerdo de haber realizado una nota al que podría ser el último Maestro Zapatero de Lima.

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