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Enrique Verástegui, ese poeta que es mi hermano

Recuerdos de Isabel Verástegui.

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Fecha Publicación: 22/04/2019 - 23:40
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Por amor a él, me atrevo a escribir estas líneas, compartir con ustedes sobre mi  hermano ‘Jarry’, el escritor Enrique Verástegui, el mayor de ocho hermanos, quien nació en el Centro Histórico de Lima, en el mes de las letras, el 24 de abril de 1950, y que en unas horas cumpliría 69 años. Casi nunca trasnochaba, esperaba tomar sus pastillas para dormir en la tradicional serenata familiar, le encantaba recibir a sus amigos y lectores a quienes agasajábamos con una cena que el disfrutaba como un niño.

‘Jarry’ nació en el seno de una familia unida, católica; por lo que su niñez, adolescencia y destierro voluntario lo pasó en nuestra bella casa, de San Vicente de Cañete, donde dio sus primeros pasos, rodeado de sus libros,  los cientos de amigos y admiradores que semanalmente lo visitaban, y conversaban horas, y días en su famosa  biblioteca de Cañete. Estábamos acostumbrados al olor del humo de cigarro.

Cañete -tierra que tanto amo y extraño- fue mencionada en sus poemas, novelas, artículos periodísticos y tertulias. “Trato de volver a ella escribiendo sobre la belleza de mi infancia, a los 12 años me gustaba caminar por estos potreros de Montalbán, cogiendo ramas para encender fogatas y bañándome en arroyos, caminar por aquí, era un placer personal, para sentir la hermosura del campo, devorando los libros de la biblioteca municipal Hipólito Unanue”, decía. Sus paseos en bicicleta, sus veranos familiares en la playa las Conchitas de Cañete, felices temporadas en las chacras de la Victoria y Villacuri, propiedad de nuestro abuelo y mi papá, y repetía “Mi casa de Cañete era el útero al que siempre volvía”.

Siempre viví admirando al poeta que es mi hermano, desde adolescente tomé conciencia de lo que él representaba. Los últimos 20 años tuve el privilegio de vivir con   un hombre sabio. Como tal escuchaba, analizaba y luego opinaba: frágil,  dependiente de nosotras, al punto de ser nuestra figura paterna 24 años después de fallecer papá. Era tan considerado con nosotras que algún tiempo decía querer terminar sus días en la Maison de Santé para liberarnos de cuidarlo, porque él sabía que nadie lo cuidaría e engreiría mejor que su familia, fui su asistente personal, acompañándolo a sus presentaciones nacionales y extranjeras; a sus actividades sociales, visitas médicas y familiares. Era mi compañero de aventuras y el hermano agradecido que festejaba mi sazón.

Nos dejó tan joven a los 68 años. Él tenía muchas ganas de vivir, muchos proyectos, libros por publicar; se cuidaba, era metódico, disciplinado, profesional, así era en la vida hogareña. Dejó de fumar el 29 de enero de 2009. Con dolor me acostumbré a las leyendas urbanas que le crearon, aún después de tu muerte en las redes sociales. En compañía de mis hermanos lo cuidamos, protegimos, velamos por su bienestar y tranquilidad para que él se dedique íntegramente a escribir y producir su gran obra, ‘Jarry’, hermano, gracias por tu enseñanza diaria.

OBRA UNIVERSAL

“Estoy muy orgullosa de él, de tener un hermano con una mente tan brillante de espíritu libre, tan humano, cariñoso, respetuoso, generoso que entregó su obra como contribución a la cultura universal, que para él es la base del desarrollo del pueblo y que buscó la paz e igualdad  social en sus escritos”, agrega Isabel Verástegui.

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