Estados Unidos y China por economía mundial: interés global por el Perú
País norteamericano busca recuperar presencia en Perú tras el avance del gigante asiático.
Durante gran parte del siglo XX, Estados Unidos fue el socio económico y político más influyente de Perú. Su inversión directa se expandió en sectores clave como minería, hidrocarburos, telecomunicaciones y banca, consolidando una relación que respondía tanto a los intereses estratégicos de Washington como a las necesidades de modernización de nuestro país andino. Sin embargo, a partir de inicios del siglo XXI, esa presencia comenzó a diluirse. Mientras EE.UU. concentraba su atención en Medio Oriente y Asia, China avanzaba firmemente en el Perú y América Latina.
La retirada gradual de Estados Unidos
El retiro paulatino de la inversión estadounidense en el Perú y la región puede explicarse por varios factores. Primero, el viraje estratégico posterior al 11 de septiembre del 2001, cuando Washington centró sus recursos en seguridad y defensa, relegando su influencia económica en América Latina. Segundo, la confianza excesiva en que tratados como el TLC con Perú (2009) garantizarían por sí solos un flujo constante de inversiones. Y tercero, la percepción de que el continente estaba políticamente fragmentado y no representaba una prioridad frente al dinamismo asiático.
Esta ausencia se tradujo en números. Mientras las empresas estadounidenses ralentizaban su participación en proyectos de infraestructura y energía, las compañías chinas multiplicaban adquisiciones y nuevas inversiones. En apenas dos décadas, China pasó de ser un actor marginal a convertirse en el primer socio comercial del Perú, llevando el volumen de comercio de 10 mil millones de dólares en 2010 a 41 mil millones de dólares en 2024, siendo el principal comprador de cobre, hierro y otros minerales, además de frutas como arándanos y paltas.
La consolidación de China en el Perú
China no solo incrementó sus importaciones de materias primas, sino que avanzó agresivamente en inversión directa. Empresas como Chinalco y Shougang en minería, State Grid en energía eléctrica, y COSCO Shipping en infraestructura portuaria, muestran la amplitud del espectro. El megapuerto de Chancay es el símbolo más claro de ese reposicionamiento: una infraestructura diseñada para conectar directamente Sudamérica con Asia, reduciendo la dependencia de puertos norteamericanos o europeos como intermediarios y reduciendo significativamente el tiempo de travesía.
Más allá de lo comercial, estas inversiones consolidan una presencia estratégica. Para China, asegurar el suministro de minerales críticos como el cobre es vital para su industria tecnológica y de energías limpias. Para el Perú, la entrada de capitales chinos viene significando continuidad en proyectos que quizás habrían demorado años en concretarse sin financiamiento externo.
La renovada atención de Estados Unidos
Donald Trump, en encuentros recientes, habría señalado con claridad la necesidad de retomar presencia en América Latina, preocupado no solo por razones económicas, sino por la competencia geopolítica con China.
Para EE.UU., América Latina y especialmente Perú tienen un valor estratégico por su ubicación geopolítica privilegiada en el Pacífico, con acceso directo a las rutas hacia Asia. A esto se suman sus recursos naturales críticos, como el cobre y el litio, indispensables para la transición energética global. No se puede dejar de considerar la estabilidad macroeconómica relativa, que convierte al Perú en un destino atractivo en comparación con otros países de la región.
Del siglo XX al siglo XXI: el cambio de roles
Entre las décadas de 1960 a 1980, la inversión estadounidense fue significativa en sectores como minería, hidrocarburos y banca, consolidándose aún más en los noventa con las privatizaciones y la llegada de nuevos capitales. Sin embargo, a partir del año 2000 Washington desvió su atención hacia otras regiones y, aunque el 2006 se suscribió el TLC entre Perú y EE.UU., este no generó el dinamismo esperado para nuestro país; y al final, en la práctica, ha sido desconocido por la gestión de Trump.
Ese vacío viene siendo ocupado por China, que entre 2010 y 2020 se convirtió en nuestro principal socio comercial e incrementó su presencia en minería y energía. Con el megapuerto de Chancay, que entró a operar en 2025, Pekín afianza su papel como actor logístico central en Sudamérica, mientras que Estados Unidos, en la actualidad, intenta recuperar espacios de inversión en un escenario en el que compite con proyectos ya consolidados.
Nuestro desafío es la equidistancia
El reto no es elegir entre Washington o Pekín, sino diseñar una estrategia que garantice inversión diversificada, respeto por las normas nacionales y generación de valor agregado local. Si el país entiende que su verdadera fortaleza radica en ser un socio confiable para ambos países, podrá transformar la competencia geopolítica en una palanca para su propio desarrollo.
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