Los 12 de julio de Haya de la Torre: coincidencias de la historia con el bautismo y la firma de la Constitución de 1979
Una familia de la que formó parte el Padre Urraca, un combatiente en la batalla de Huamachuco junto con Andrés Avelino Cáceres, firmantes del acta de la Intendencia de Trujillo y amigos de Torre Tagle y Simón Bolívar.
El 12 de julio, los apristas de corazón y discípulos de Haya de la Torre conmemoramos dos acontecimientos importantes: primero, el bautismo de Víctor Raúl en Trujillo, en 1895, acto con el que ingresó a los registros de la vida pública ciudadana como católico, fe que siempre profesó y defendió; en segundo lugar, en 1979, recordamos –en la misma fecha– la firma de la nueva Constitución de 1979, su último acto público, de trascendental importancia para concluir la larga dictadura militar y abrir un camino ordenado hacia la democracia.
El bautismo de un trujillano católico
No cabe duda de que, en el caso de Haya de la Torre, de raza le viene al galgo. Política, cultura y fe católica han ido siempre de la mano en su amplia familia. Como bien sabemos, Víctor Raúl nació en Trujillo, el 22 de febrero de 1895.
Su casa natal, donde hoy funciona el Museo Haya de la Torre y un Centro Cultural del Banco de la Nación (jirón Orbegoso N.º 652, entre los jirones Bolívar y Ayacucho, muy cerca de la Plaza Mayor), fue propiedad de su bisabuelo, Gerónimo de la Torre y González Noriega, firmante del acta de la independencia de Trujillo, amigo de Torre Tagle, del Libertador Simón Bolívar y del prócer Sánchez Carrión.
Los hijos de don Gerónimo se unieron con los de Cárdenas, del Solar y los Urraca, formando familias de frecuente presencia en la política, las letras y la Iglesia, todos ellos contrarios al militarismo de la época.
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Forma parte del tronco familiar fray Pedro de la Santísima Trinidad Urraca García, el muy conocido Padre Urraca, fraile considerado milagroso, sepultado en la iglesia de La Merced de Lima.
Los Haya descienden del migrante vasco José de la Haya y Bazán-Messía, quien, por convicciones republicanas, se quitó el “de” de su apellido. Los padres de Víctor Raúl, don Raúl Edmundo Haya y de Cárdenas y Zoila Victoria de la Torre de Cárdenas, eran primos en tercer grado, de ideas democráticas y solidarias con el pueblo humilde.
En su juventud, Raúl Edmundo combatió en Huamachuco al lado de Cáceres en la guerra con Chile. Fundó en Trujillo los diarios El Porvenir y La Industria y fue diputado civilista durante el primer gobierno de José Pardo.
El único hermano de Raúl Edmundo, Samuel Octavio Haya de Cárdenas, fue sacerdote franciscano, cercano colaborador del obispo de Chachapoyas, Emilio Lisson Chávez, quien en 1919 fue nombrado arzobispo de Lima. Fray Samuel Octavio pasó a ser primer secretario del arzobispado.
La vieja pila de bronce
El 12 de julio de 1895, Víctor Raúl fue bautizado en la vieja pila de bronce de la catedral de Trujillo. Ofició el bautizo el deán José Antonio de Cárdenas, su tío abuelo. Fueron padrinos el Dr. Carlos A. Washburn y una tía muy querida, Ana Lucía de la Torre de Cárdenas, casada con el empresario chileno Marcial Acharán, gran benefactor de la ciudad.
La vida de Víctor Raúl, desde su nacimiento, ha sido de firme defensa de los valores familiares, de la religiosidad y del bien común. Con el paso de los años, todos los Haya y los de la Torre fueron seguidores del aprismo. De hecho, el bautismo de Víctor Raúl fue el punto de partida de esta integración familiar.
Firma de la Constitución
Viajemos en el tiempo. Recordemos también que el 12 de julio de 1979, al día siguiente de la clausura del XII Congreso Nacional del PAP, en su domicilio de Villa Mercedes, Víctor Raúl, en su calidad de presidente de la Asamblea Constituyente, firmó, con gran esfuerzo, la primera y la última página de la nueva Constitución.
Lo hizo en presencia del oficial mayor del Congreso, Luis Chacón Saavedra, y el edecán coronel José Ugaz. Acompañaban a Víctor Raúl, Andrés Townsend, Luis Negreiros Criado y Jorge Idiáquez.
Debilitado por la enfermedad, pero mentalmente lúcido, pulsó la pluma con mano firme y con trazo lento y cuidadoso estampó las dos veces su firma. Al concluir dijo: “¡Ya está!”. Eran las tres de la tarde. La firma de la Carta Magna de 1979 fue el último acto público muy importante de Víctor Raúl.
Pocas horas después, en el pleno de la Constituyente, firmaron bajo el nombre de Haya de la Torre los integrantes de las bancadas del PAP, el PPC, UN, MDP, DC y un integrante del FNTC, es decir, 69 de 100 representantes. Los demás del FNTC, con UDP, FOCEP, PCP, PSR (31 constituyentes) rechazaron firmar, afirmando que la Constituyente estuvo “sometida” a la dictadura militar.
Lo que iba a ocurrir en pocas horas demostró que no era así. Concluida la ceremonia de las firmas, el pleno envió el original de la Constitución al presidente, general Francisco Morales Bermúdez, a las 7 p. m. Según el protocolo acordado, el general debía dar su conformidad.
Sin embargo, no la dio. Casi tres horas después, llegó una carta oficial manuscrita del general Morales, objetando algunas de las disposiciones transitorias. Deseaba que la junta militar de gobierno tuviera el privilegio de decidir a voluntad las condiciones y los plazos del cambio de gobierno.
La Constituyente, por el contrario, era de la opinión de dejar todo claramente señalado y de acuerdo con la nueva Constitución.
Por iniciativa de Luis Alberto Sánchez y con el respaldo de la gran mayoría del pleno, la Asamblea solo reconoció al gobierno su potestad para decretar estados de emergencia por razones de seguridad interna, sin perjuicio de los derechos humanos señalados en la nueva Carta y cumpliendo los plazos de la transferencia democrática ya decididos. No le reconocía otra atribución.
De inmediato se sometió a votación una resolución de un solo punto, que decía: “La Constitución del Perú ha quedado sancionada y promulgada el 12 de julio de 1979, y solo puede ser reformada por el procedimiento prescrito en el Art. 306° de la misma”. Es decir, lo ya promulgado solo puede modificarlo un gobierno democrático.
Sin la firma de Víctor Raúl, este entredicho entre el gobierno militar y la Constituyente hubiera dado lugar a incertidumbres y tensas negociaciones. La firma del jefe del APRA dio fuerza y autoridad a todos los firmantes de la Constitución y les permitió promulgar la nueva ley de leyes, cumpliendo el mandato dado por el pueblo en las elecciones del 18 de junio de 1978.
La Constituyente, sin someterse en forma alguna al gobierno militar, remitió de nuevo el original de la Constitución con el sello de “promulgado”. Se adjuntó una copia con letra grande del Art. 306°, cuyo texto decía:
“Título VI. Reforma de la Constitución. Artículo 306.- Toda reforma constitucional debe ser aprobada en una primera legislatura ordinaria y ratificada en otra primera legislatura ordinaria consecutiva. El proyecto correspondiente no es susceptible de observación por el Poder Ejecutivo.
La aprobación y la ratificación requieren la mayoría de los votos del número legal de miembros de cada una de las Cámaras. La iniciativa corresponde al presidente de la República, con aprobación del consejo de ministros; a los Senadores y Diputados; a la Corte Suprema, por acuerdo de Sala Plena, en materia Judicial; y a cincuenta mil ciudadanos con firmas comprobadas por el Jurado Nacional de Elecciones.”
Tras esta última resolución, la Asamblea Constituyente declaró finalizada su labor. La nueva Constitución ya era una realidad. No había vuelta atrás. Haya de la Torre había ganado su última batalla. Lamentablemente, la salud del jefe del aprismo siguió agravándose. El 2 de agosto de 1979, a las 10:45 p. m., Haya de la Torre falleció. Tenía 84 años.
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