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Los secretos de ‘La Cosa Nostra’: Las familias de la mafia

Las extorsiones, los asesinatos por encargo, el contrabando de bebidas alcohólicas, las apuestas clandestinas y los préstamos por usura eran la clave de sus negocios.

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Los secretos de ‘La Cosa Nostra’: Las familias de la mafia.
Fecha Publicación: 17/02/2025 - 05:57
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El origen del crimen organizado se inició en Sicilia, promovido por viejos “Camorreros” que crearon el pánico y el terror en esta península italiana, extendiendo sus tentáculos a varios países, sobre todo, Estados Unidos, donde encontró un excelente caldo de cultivo para sus actividades delictivas, en donde luego de apropiarse de varios movimientos sindicalistas, lograron expandirse y repartirse por familias mafiosas en diversos distritos y sectores, en lso que la extorsión, cobro de cupos y crímenes multitudinarios se convirtieron en el mecanismo del mal, manejado por  cinco clanes o familias que crearon el caos y un nuevo estilo de vida propuesto por grandes criminales.

Las Cinco Familias son las familias criminales principales de la mafia ítalo estadounidense de Nueva York, que han dominado el crimen organizado en la ciudad desde finales del siglo XIX, aunque su poder e influencia se han visto mermados desde comienzos del siglo XXI por las capturas de sus miembros a manos de las autoridades estadounidenses. Las Cinco Familias, bajo la sugerencia de Lucky Luciano, son responsables del sistema de La Comisión, un consejo intermafioso que demarcó el terreno entre las facciones previamente en guerra y que gobierna las actividades de la Cosa Nostra en Estados Unidos.   Las Cinco Familias con sus actuales capos son: Bonanno: Michael Mancuso, Colombo: Andrew Russo (encargado al no haber capo oficial). Gambino: Domenico Cefalú (encargado luego del asesinato en 2019 del capo oficial, Frank Cali. Genovese: Liborio Bellomo, Lucchese: Michael DeSantis (encargado al estar encarcelado de por vida el capo oficial, Víctor Amuso).

La que en poco tiempo llegó a convertirse en la más fabulosa organización criminal del planeta. A mediados de 1970, su poder igualaba al que tenían los controladores de Wall Street. Actualmente, los mafiosos italianos están bajo los mínimos, pero una de sus características es que siempre sobreviven.

El origen de las familias

La mafia ítalo estadounidense nació en Sicilia, isla italiana saqueada por los invasores procedentes de casi todos los rincones de Europa. Durante el dominio árabe, las tierras sicilianas estaban muy repartidas, pero cuando los normandos conquistaron la isla, en la Edad Media, los señores feudales despojaron a sus propietarios germinando la mafia.

Muchos campesinos, contrarios a trabajar como siervos en los enormes latifundios de los nuevos amos de Sicilia, huyeron a las montañas, donde permanecieron hasta el desembarco de los españoles, en el siglo XV. En aquella época, la mafia representaba el único baluarte para mitigar las injusticias provocadas por las autoridades y soldados extranjeros. Durante varios siglos, la mafia indujo a los sicilianos a buscar en el seno de la familia la reparación de cualquier arbitrariedad y conflicto.

En ese contexto emergió la mafia como alternativa de gobierno hasta la conversión de Sicilia en una colonia del reino de Nápoles. Desde entonces, los jóvenes sicilianos sólo tuvieron tres alternativas: pelear contra el nuevo invasor; emigrar a EE. UU. o ingresar en la mafia. En las postrimerías del siglo XIX, cerca de un millón de isleños arribaron a Nueva York, mucho de ellos miembros de la denominada “honorable sociedad”, la mafia. En 1890, los hermanos Mattanga, nacidos en Palermo, ya controlaban el tráfico del puerto de Nueva Orleans.

El nacimiento de la Cosa Nostra, como se iba a conocer a la mafia de origen ítalo estadounidense, se produjo el 12 de noviembre de 1908. Inicialmente, se constituyó como una filial de la mafia siciliana, entonces dirigida por Don Vito Cascio Ferro, jefe de todos los jefes. Pero en poco tiempo llegó a convertirse en la más fabulosa organización criminal del planeta. A mediados de 1970, su poder igualaba al que tenían los controladores de Wall Street.

Los iniciados

Aunque con el transcurso de los años llegó a suprimirse la ceremonia de ingreso de los nuevos mafiosos, durante bastante tiempo formó parte de la leyenda de la Cosa Nostra. El rito comenzaba en presencia del padrino, quien, con la sangre del candidato a gangster, obtenida con un pinchazo en un dedo, mojaba la imagen de Santa Rosalía, patrona de Palermo, y procedía a quemarla después. Las cenizas las depositaba entre las manos del postulante, quien pronunciaba el siguiente juramento: “Juro lealtad a mis hermanos; no traicionarlos nunca y socorrerlos siempre. Si no lo hiciera, que sea quemado y reducido a cenizas como esta imagen”.

Desde ese momento, el juramentado estaba comprometido con toda clase de vendetta o ajustes de cuentas, tanto contra los enemigos de la mafia o contra los clanes mafiosos rivales.

Organigrama criminal

Hacinados en barrios periféricos de Nueva York o Chicago, los sicilianos pronto buscaron el trampolín de la Cosa Nostra. Las extorsiones, los asesinatos por encargo, el contrabando de bebidas alcohólicas, las apuestas clandestinas y los préstamos con usura a los propios italianos formaron parte de un conglomerado económico al margen de los negocios tradicionales.

El primer gran padrino de la Cosa Nostra en Nueva York nació de la guerra entre sendas bandas de sicilianos y napolitanos. Después, a Ignazio Saietta lo sustituyó Giusseppe Masseria, más conocido como Joe the Boss. La fama de Masseria pronto se vio perturbada por gente con savia nueva: Salvatore Maranzano, Carlo Gambino, Lucky Luciano, Frank Costello, Tommy Lucchese, Joe Bonanno, Anastasia. Pero ninguno tan peligroso en aquella época como Salvatore Maranzano, enviado por Don Vito Cascio Ferro para dominar la Cosa Nostra.

Pugnas por el poder

En 1931, Lucky Luciano propuso a Maranzano liquidar a Masseria. Dio su visto bueno porque Masseria ya lo había incluido en la nómina de gente a despachar. Poco después, y durante un banquete multitudinario, Maranzano se proclamó jefe de todos los jefes. Dividió Nueva York entre cinco familias (Bonanno, Lucchese, Colombo, Gambino y Genovese) e implantó la unidad y la colaboración entre las 24 familias existentes en Estados Unidos, pero no confesó un objetivo inmediato: quitar del medio a Lucky Luciano.

“Mantén los ojos abiertos porque es duro de roer”, le dijo Josep Valacchi a Maranzano. Aun así, mordió el anzuelo tendido por Lucky Luciano acudiendo al restaurante Nuova Villa Tammaro, donde, Genovese, Anastasia, Siegel y Adonis le quitaron la vida mientras Lucky Luciano, a medio comer, se había disculpado un momento para orinar. Maranzano no duró ni cinco meses como rey del hampa en Nueva York.

Con el advenimiento de Lucky Luciano como jefe de hecho de todos los jefes, se refundó el sindicato del crimen con la participación de las bandas de judíos e irlandeses. Luciano dio un giro radical a la estructura mafiosa en EE. UU. creando una comisión u órgano de gobierno colegiado.

Al borde del declive

Las cinco principales familias mafiosas de Nueva York, cabeza de la denominada Cosa Nostra estadounidense, la más poderosa organización criminal de los últimos 90 años en el mundo, está hoy en un silencioso proceso de reestructuración luego de los sucesivos golpes dados por el FBI, que llevaron a sus principales jefes –los llamados “boss”, “underboss” y “consiglieres-” a impenetrables cárceles o a suntuosas tumbas donde jamás faltan las flores.

Los clanes de las familias Bonanno, Gambino, Lucchese, Colombo y Genovese no sólo han sufrido los embates de la justicia estadounidense sino también múltiples traiciones, vendettas, infiltraciones y sangrientas guerras con otras agrupaciones delictivas en expansión que les disputan diariamente sus territorios y mercados. Todo ello lo habían soportado durante décadas, pero esta vez no consiguieron resistir la pérdida de una de sus más grandes tradiciones: el quiebre de la ley del silencio, la sagrada “omerta” que habían jurado respetar.

La mayoría de los herederos de los primeros cinco padrinos que formaron en 1931 “La Comisión”, por instancias del legendario Lucky Luciano, terminaron muertos o presos: Joel Massino, (jefe de los Bonanno); Peter “Junior” Gotti (de los Gambino); Vittorio Amusso, (de los Lucchese); Carmine Persico Jr, (de los Colombo); y Vincent Gigante (de los Genovese).

Joe Bonnano, el último de los “capi di tutti capis”, quien decía oponerse al tráfico de drogas y a la prostitución, dirigió y controló con mano de hierro a la Cosa Nostra desde fines de los años cuarenta hasta promediar la década de los sesenta, cuando otras familias comenzaron a disputarle el poder y las calles de Nueva York, Chicago, Kansas, Detroit, Denver, Phoenix y otras ciudades que se llenaron de sangre y cadáveres. Joe decidió retirarse en 1968 y se trasladó a vivir a Arizona, donde falleció naturalmente a los 97 años de edad, en mayo de 2002.

El negocio de las drogas

A comienzos de la década de 1970, tras conseguirse un relativo armisticio entre las familias mafiosas, los jefes de recambio decidieron involucrarse mucho más activamente en un nuevo gran negocio: el tráfico en gran escala de cocaína y heroína, cuyo consumo masivo se expandía como la espuma desde California hacia todos los confines de Norteamérica.

Hasta ese instante y desde comienzos del siglo XX se habían dedicado preferentemente al juego legal y clandestino, al control de los sindicatos del transporte terrestre y marítimo, a la usura y a la protección pagada, a la prostitución y a las inversiones inmobiliarias, al manejo de clubes nocturnos y al control de algunos rubros productivos tan variados como las lavanderías, la fabricación de quesos y el comercio de pescados.

Algunos capos y consejeros jóvenes, sin embargo, lograron convencer a sus mayores para contratar más abogados y expertos en finanzas que les ayudaran a diversificar las inversiones, a ingresar en los negocios emergentes y penetrar con mayor decisión en los círculos del poder político. Fuertes sumas de dinero fueron dirigidas entonces ya no sólo a policías y jueces, sino que también a políticos y funcionarios públicos, a los medios de comunicación y a los cabilderos profesionales.

En pocos años consiguieron eludir los controles fronterizos y establecer numerosas rutas que actuaron como un gran puente triangular entre los proveedores de drogas de Bolivia, Colombia y México, y los ancestros familiares en Italia, desde donde transportaban la heroína proveniente de Oriente y llevaban cocaína para distribuir en Europa.

Grandes cantidades de dinero fresco obtenido en la venta de drogas en las calles debieron ser “lavadas” o “blanqueadas” de múltiples maneras y los clanes mafiosos empezaron a incursionar en nuevos rubros. La construcción y los negocios inmobiliarios se transformaron en un sector preferido a fines de los años setenta. Así, crearon empresas que adquirían enormes extensiones de terreno y luego conseguían que se modificaran las normas para el uso de los suelos.

Nuevas tendencias

En Italia, mientras, ocurrió algo similar. Desde los años setenta hasta comienzos de los 90, la mafia siciliana impuso el terror con el gatillo y el bombazo. Dirigida por Totó Riina, no dudó en asesinar al general Alberto Dalla Chiesa y a los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, en 1992, quienes habían encarcelado a cerca de 500 “capi” y empezado a quebrar las reglas del silencio mafioso. Tomasso Buseta fue uno de los “pájaros cantores” que sufrió el rigor de la venganza: su esposa, sus dos hijos, y otros 33 familiares fueron asesinados sin contemplaciones.

Sicilia entera y Palermo en particular, reaccionaron ante la ola de crímenes como nunca antes lo habían hecho, cansados de tanta sangre y dolor. Las mujeres protestaron sacando las sábanas pintadas de rojo a las ventanas de sus casas, en tanto los niños decidieron recuperar las estatuas, las plazas y los edificios vacíos. En las salas de clases se colgaron los retratos de los ciudadanos asesinados y los profesores se atrevieron a contarles la historia de la mafia y de los dramas vividos durante siglos. En sus casas, los padres fueron interrogados y avergonzados por sus hijos mientras la indignación se extendía por Italia bajo el símbolo de las “manos limpias”.

Los mafiosos comprendieron que debían cambiar sus estrategias, pero sus redes invisibles se multiplicaron e incluso robustecieron. La detención de Toto Riina, en enero de 1993, dejó a la cabeza de la Cosa Nostra siciliana a Bernardo Provenzano, un hombre de rostro desconocido que vivía oculto desde 1963 y que optó porque los nuevos negocios mafiosos pasaran lo más inadvertidos posibles. Ello hasta que también fue finalmente arrestado, en abril del año 2006, conociéndose incluso parte de los vínculos que algunos de sus lugartenientes habían establecido en Chile.

Informe de las naciones unidas

Informes de las Naciones Unidas sostienen que en Italia en 2005 existían cuatro grandes asociaciones mafiosas: la Cosa Nostra siciliana o Mafia, con unos cinco mil miembros organizados en pirámides que obedecen a comisiones provinciales y regionales; la Camorra, que opera en Nápoles, Milán y La Campaña, con unas cien familias y cerca de seis mil integrantes; la Sacra Corona Unita, sólo en la zona de Puglia, con una 20 familias y poco más de mil integrantes; y la Ndrangheta, con base en Calabria, compuesta por unas 200 familias, más de seis mil miembros y en clara expansión.

El último gran padrino

El último gran padrino de las cinco familias fue John Gotti, cabeza de la familia Gambino. En 1990 fue detenido y en 1992 encarcelado hasta su muerte en el año 2002. La Cosa Nostra estadounidense y las cinco familias nunca volvieron a ser tan poderosas.

Hoy los jefes de las actuales familias están siempre vigilados o encarcelados y su poder está en un declive constante, aunque no han desaparecido.

Operaciones en EE.UU.

Benito Mussolini y los fascistas persiguieron y encarcelaron a miles de mafiosos desde su advenimiento al poder en 1922, forzando a muchos a huir a Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Washington decidió crear el Office of Estrategic Services (OSS), antecesora de la CIA, para ayudar a organizar la resistencia a los nazis en Europa y preparar la invasión de Italia.

La OSS y la Oficina de Inteligencia Naval (ONI), recurrieron a los jefes mafiosos de Nueva York y Chicago para evitar los sabotajes en los puertos locales, recabar información sobre Sicilia y vigilar al creciente Partido Comunista Italiano. Indultaron a Lucky Luciano y captaron a Meyer Lansky y Frank Costello, célebres gangster que se movían entre Nueva York, Florida y La Habana. Los oficiales de la OSS y de la ONI ofrecieron a cambio de esos trabajos el control del mercado negro de los productos que Estados Unidos llevaría a Italia.

Lucky Luciano se abocó en la mitad de la década de 1940 a crear una red de conexiones entre Sicilia  y traficantes libaneses y turcos para que lo abastecieran de morfina, al mismo tiempo que junto a los agentes de la OSS colaboró con el hampa china que dominaba la producción de opio y heroína desde el denominado Triángulo Dorado, una región formada por las zonas fronterizas de Tailandia, Birmania, Laos y la provincia china de Yunan.

Alfred W. McCoy, uno de los principales expertos de occidente en el tráfico de heroína, sostiene en su libro The Politics of Heroin in South-East Asia (1972, Harper & Row), que Luciano fundó una alianza crucial con la mafia de Córcega, liderando el desarrollo de una vasta red internacional de tráfico de heroína con sede en Marsella, la célebre “Conexión Francesa”.

Más tarde, cuando Turquía decidió eliminar la producción de opio, utilizó a Luciano para contactar a mafiosos expatriados en Vietnam del Sur. Así se estableció una casi inexpugnable base de suministro y distribución que pronto conduciría enormes cantidades de heroína asiática a las costas de California a través de los militares que retornaban a casa, inició de la “cascada blanca” que muy pronto invadiría a Estados Unidos.

La heroína estaba inundando las calles de Nueva York, de Los Ángeles y de otras ciudades norteamericanas. Era la misma droga que se había distribuido en la guerra de Vietnam y que los traficantes buscaban colocar ahora en el mercado estadounidense. Agentes antinarcóticos se topaban con partidas de droga ocultas al interior de los cadáveres de los soldados que retornaban a su patria para ser sepultados.

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