Toma del Penal El Sexto: el histórico y sangriento motín en una cárcel de Lima
Pasaron cuarenta años del hecho que forma parte de nuestra historia. El centro penitenciario fue inmortalizado por la novela 'El Sexto', de José María Arguedas.
El 27 de marzo de 1984, hace exactamente 40 años, el penal de El Sexto, en pleno centro de Lima, vivió el peor episodio de amotinamiento de su historia. Luego de lo ocurrido ese día de muerte y barbarie, su cierre definitivo solo sería cuestión de tiempo. El hacinamiento, el maltrato y la mala comida solo eran parte de algunas necesidades, sin contar que los más avezados delincuentes del país eran parte de la población de reos en este centro penitenciario, que buscaban ser libres.
La Cárcel El Sexto, construida en 1904, fue un centro penitenciario de varones ubicado en el distrito de Lima, en la ciudad de Lima, capital del Perú. Estuvo ubicada en la cuadra 13 de la avenida Alfonso Ugarte, en pleno centro de la ciudad. Fue conocida como El Sexto, debido a que en el mismo solar se encontraba ubicada la Sexta Comisaría de la Guardia Republicana. En la actualidad, dicho solar se encuentra ocupado por la “Comisaría Alfonso Ugarte” de la Policía Nacional del Perú.
El Motín del penal El Sexto fue un amotinamiento de presos ocurrido el 27 de marzo de 1984 en el interior del Penal El Sexto, ubicado en Lima, capital del Perú. Este centro penitenciario había ganado renombre internacional gracias a la novela del mismo nombre del escritor peruano José María Arguedas. El motín se convirtió en uno de los episodios de violencia más conocidos de la historia republicana del Perú, debido a la cobertura que recibió por parte de los canales de televisión, que transmitieron en vivo durante las 15 horas que duró e incluso llegaron a interrumpir programación para propalar actos de violencia que fueron presenciados a nivel nacional. En 1993, el motín sirvió como base para el rodaje de la película peruana ‘Reportaje a la muerte’. Asimismo, motivó el desalojo del desvencijado y hacinado edificio que fue clausurado dos años después, el 8 de marzo de 1986, durante el primer gobierno de Alan García.
Inicio del amotinamiento
Alrededor de las 10:00 a. m. del 27 de marzo de 1984, mientras se servía el desayuno a los reclusos, se inició la revuelta cuando el recluso Víctor Ayala, alias “Carioco”, acuchilló al empleado que llevaba las ollas con la comida. Los reclusos Luis García Mendoza, alias “Pilatos”, y Eduardo Centenaro Fernández, alias “La tía Eduardo”, a la cabeza de otros 10 reclusos más (conocidos con los alias de Beto, ‘Chalaco’, ‘Chino Sakoda’, ‘Pajarito’, ‘Papi’ y otros), provistos con pistolas, cuchillos y cargas de dinamita, tomaron como rehenes a 11 civiles y 3 reos.
Los civiles eran los trabajadores penitenciarios Alfonso Díaz, Magda Aguilar, Luis Arrese, Marcos Escudero, Amelia Ríos de Coloma, Carmen Montes, Walter Corrales, Segundo Díaz Velásquez, Luis Morales, Rolando Farfán Candia y Carlos Rosales Arias. Los reos fueron los narcotraficantes Guillermo Cárdenas Dávila, alias “Mosca Loca”, y Eduardo Núñez Baráybar, además de Antonio Díaz Martínez, quien purgaba prisión por ser miembro y dirigente de la organización terrorista Sendero Luminoso. Posteriormente, se supo que las armas de los amotinados fueron ingresadas al penal entre los elementos de una representación teatral organizada para la población penitenciaria.
Luego de dominar a los rehenes, los amotinados los arrinconaron en la parte posterior del tópico de la prisión.
El motín en el penal generó gran impacto al ser el primer evento de esta naturaleza transmitido en vivo por televisión nacional. Un grupo de 60 reclusos tomó como rehenes a varias personas que visitaban el penal para entregar donaciones, reclamando el fin de los abusos, mejor alimentación y vehículos para salir del penal. Entre los rehenes se encontraba la esposa del embajador de Venezuela.
Enterado del incidente, el presidente Fernando Belaunde Terry ordenó que se realizaran negociaciones para poner fin al problema. Sin embargo, los reclusos se mantuvieron inflexibles y acrecentaron su violencia, asesinando frente a las cámaras de televisión a dos de los rehenes.
Los hechos
A las 11:15 a. m. se inició la transmisión en vivo y en directo de los incidentes por parte de los principales canales de televisión del país, Panamericana y América.
A las 11:50 a. m. llegó al lugar el representante del Poder Judicial del Perú, doctor Leoncio Delgado Briones, de la Tercera Fiscalía Provincial de Lima. Es a él a quien los amotinados, luego de tomar el control del resto del penal, enviaron un papel con sus exigencias:
Exigencias
Dos camionetas que no sean cerradas, con lunas polarizadas.
Que despejen la av. Bolivia.
Que no nos sigan porque nos llevaremos a los rehenes, a quienes eliminaremos uno por uno durante el trayecto si ustedes nos siguen.
Que los vehículos se encuentren en buen estado: aceite, gasolina, etc.
Que tengan choferes.
Que las camionetas ingresen al patio.
Que una vez que botemos a los rehenes, si quieren, nos maten, pero déjennos en libertad.
A las 11:55 a. m., los reclusos hicieron explotar un petardo en la puerta del penal, generando un movimiento de reacción ante la posible fuga de los amotinados. Quince minutos después, llegó el batallón de la Guardia Republicana “Yapan Atic” (“Los que todo lo pueden” en quechua), dirigido por el comandante Antonio Gálvez S. Los muros de la prisión se poblaron de francotiradores y expertos en tácticas antisubversivas.
Entre las 12:00 m. y la 1:00 p. m., se reunieron a las afueras del penal diversas autoridades, como el Prefecto de Lima, el mencionado fiscal, el director del penal y los jefes policiales, quienes intentaron sin éxito iniciar un diálogo.
La furia de los amotinados
Conscientes de que la televisión transmitía en vivo el motín, los amotinados optaron por sacar uno a uno a los rehenes, subiéndolos al techo de la prisión para que, amenazados con un cuchillo en la garganta, pidieran a gritos que el Gobierno accediera a los pedidos de los presos.
Casi cuatro horas después de iniciada la revuelta, a la 1:53 p. m., y ante la demora de las autoridades en procurarles el vehículo para la fuga, los delincuentes amotinados decidieron asesinar a uno de los rehenes.
El civil Carlos Rosales fue llevado hacia el techo del penal, a la vista de las cámaras de televisión, rociado con kerosene y prendido fuego. Rosales, en llamas, pudo ser rescatado por miembros de la Guardia Republicana apostados en el muro de la prisión y trasladado con vida al cercano hospital Arzobispo Loayza. Fallecería días después, el 2 de abril de 1984, por la gravedad de sus heridas.
Una hora después, a las 2:56 p. m., los amotinados llevaron al techo a otro rehén, el civil Rolando Farfán, quien, a la vista de las cámaras de televisión —cuyos canales interrumpieron la programación para transmitir en directo a todo el país este incidente—, recibió un disparo en el abdomen de parte del recluso Juan Alberto González Zavaleta, alias “Beto”, mientras gritaba que no lo maten. Al igual que Rosales, Farfán, herido, pudo ser rescatado por la Guardia Republicana y llevado al hospital Arzobispo Loayza, donde pudo recuperarse de la herida.
Finalmente, hacia el final de la tarde —6:00 p. m.—, y sin que hubieran obtenido ninguna respuesta, el civil Walter Corrales logró escapar mientras era trasladado por los amotinados al techo del penal, al igual que los anteriores. Corrales, en su intento de fuga, recibió varias cuchilladas en la pierna y un balazo en el abdomen.
A las 4:25 p. m., se inició un incendio en la sección de enfermería del penal. A las 5:50 p. m., llegó el señor Jorge Díaz León, de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, quien buscó entablar una conversación con los amotinados. Frente a él, se produjo la huida y el ataque de Walter Corrales. Ante ello, los amotinados continuaron mostrándose violentos ante cámaras, cortando el rostro a uno de los rehenes.
Los medios y la tragedia
Asimismo, se inició un debate respecto de lo que fue la participación de los medios televisivos durante el motín siendo que éste fue el primer episodio violento que fuera transmitido en vivo por la televisión peruana durante 15 horas. Algunas voces se alzaron a señalar que la presencia de los medios resultó perniciosa por cuanto excitó a los reos amotinados, quienes se sintieron dentro de una película, haciéndolos actuar con mayor violencia.
La cobertura periodística mediática fue duramente criticada. Por la exposición ante la población.
Estos actos atroces donde murieron 22 personas y cuarenta quedaron heridos conmocionaron a la sociedad peruana y aumentaron la presión sobre las autoridades para poner fin al motín y garantizar la seguridad de todos los involucrados.
El motín del Penal El Sexto no solo dejó un rastro de muerte y destrucción, sino que también provocó un debate sobre el papel de los medios de comunicación en situaciones de crisis.
La cobertura en vivo alimentó la violencia y planteó preguntas sobre la ética periodística y la responsabilidad social de los medios. Algunas voces críticas argumentaron que la presencia constante de las cámaras exacerbó la situación y puso en peligro la vida de los rehenes, mientras que otros defendieron el derecho del público a estar informado sobre eventos importantes que afectan a la sociedad en su conjunto.
La represión
Durante la noche, a las 9:50 p. m., la Guardia Republicana informó a los amotinados que accedían a entregarles un vehículo. Ingresó una camioneta policial, pero, lejos de ser un vehículo para la fuga, se encontraba ocupada por personal de la Guardia fuertemente armado y equipado con bombas lacrimógenas. Luego del ingreso, se cortó el fluido eléctrico del penal y se procedió a abrir fuego, tanto por parte de los efectivos que habían ingresado en el vehículo como de aquellos que estuvieron apostados todo el día en el muro del penal. La principal tarea del grupo de asalto era individualizar a los rehenes y alejarlos de la zona de enfrentamiento. Durante el operativo, los familiares de rehenes y reclusos que estaban en los exteriores de la cárcel cayeron en la desesperación.
La operación tuvo un resultado positivo al lograr el progresivo rescate de los rehenes, algunos de los cuales se encontraban heridos de gravedad, como la psicóloga Amelia Ríos de Coloma, quien había recibido una bala en la mandíbula. De entre los reos que fueron tomados como rehenes, Núñez Baraybar y Díaz Martínez fueron rescatados ilesos. No obstante, Guillermo Cárdenas Dávila, alias “Mosca Loca”, fue degollado por los amotinados, quienes mantenían rencillas con él debido a la posición de poder que tenía dentro de la prisión.
A las 00:30 a. m. del 28 de marzo, el motín había sido develado, dejando un saldo total de 22 fallecidos y 40 heridos.
Luego de develado el motín, se informó que el recluso Luis García Mendoza, alias Pilatos, cabecilla del motín, y otros dos amotinados fueron muertos en el enfrentamiento con la Guardia Republicana al no hacer caso a las llamadas a la rendición y abrir fuego hacia las fuerzas policiales. Juan Alberto González Zavaleta, alias Beto, fue hallado muerto al día siguiente. Durante el asalto, se escondió en su celda y a la mañana siguiente decidió suicidarse quemando su colchón y pegándose un tiro en el corazón. Los demás amotinados fueron capturados por la fuerza policial.
Los diez reclusos que comenzaron el motín esa mañana del martes 27 de marzo de 1984, todos ellos avezados delincuentes y cabecillas de bandas, acabaron muy mal. Buscaban ese día la libertad, la fuga libre, pero solo encontraron la muerte. Ocho de ellos fueron acribillados por las balas policiales o acuchillados por otros criminales.
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