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Luis García Miró Elguera

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Luis García Miró Elguera

El fragor e indignación desatados entre algunos peruanos, como este escriba –a raíz de la disrupción sociopolítica provocada por un presidente electo en comicios jamás auditados, pese a la presunción de fraude electoral; y a la actuación de un incompleto JNE indebidamente manejado por su máxima autoridad con doble voto personal– nos distraen de huellas de enorme peligro que merecen ser estudiad

¡SOS, señores de la oposición parlamentaria! Ya llevan una semana sin reaccionar; en tanto en ese tiempo el comunismo ha avanzado lo que muchos ni alucinaron que haría en cinco años. Su apatía, temor o lo que fuere, señores congresistas de la oposición, está consolidando a pasos agigantados a un régimen que, muy apresuradamente, ya va camino a convertirnos en Cuba ll.

En el Perú se ha incrustado un régimen comunista, disruptivo, prepotente, por cortesía de unos tontos útiles manipulados por los izquierdistas de salón: los caviares, progre y socialistas buenistas. En síntesis, una parte de esta sociedad, tan idiota, que funge de avanzada sin tener intelecto.

La candidez de nuestra sociedad es tan vasta, que muy pronto acabará consolidando al régimen Castillo. Se satisface con cada tontería que lanzan los comunistas para engatusar a los necios, haciéndoles creer que “no son tan malos”. No sólo ocurrió en la primera vuelta electoral, donde muchísimas personas que usted seguramente conoce, amable lector, votaron por el hombrecito del sombrerote.

El comunismo se basa en el engaño, la informalidad y el desprecio hacia el ciudadano. Basta confirmar lo que viene ocurriendo, desde que el 28 de julio se instaló el régimen Castillo. ¡El presidente electo no tenía primer ministro ni gabinete ministerial! El 28 de julio, el país sobrevivió sin ministros. Palacio de gobierno dejó de ser la sede oficial del régimen.

Pongamos las cosas en perspectiva. Uno de los artífices del triunfo del comunismo en las elecciones es Francisco Sagasti, gracias a su actuar remilgado, hipócrita, sesgado; a su conducta cómplice hacia la candidatura de Castillo; a su empecinada oposición a solicitar una auditoría electoral a la OEA. Más aún.

No hay derecho que un puñado de afiebrados simpatizantes del movadef, ese partido político de sendero luminoso que alumbrara políticamente al conare –la agrupación con la cual saliera a la luz Pedro Castillo– hayan puesto al Perú al borde de la guerra civil. Debemos denunciar que todo eso es obra de una dictadura disfrazada de democracia.

Tras la declaratoria de guerra al Congreso democrático, la gestión Castillo se abocará a implementar su mono-tema asambleísta para imponernos una constitución chavista. Eso queda clarísimo. Lo que no está claro es qué hará para evitar que el país colapse, entre tanto. Porque el miserable Vizcarra y su cómplice Sagasti han llevado al Perú al borde del caos.

Presagiando la esterotípica informalidad que privilegia la izquierda sudaca, volaron por los aires todos los protocolos antes, durante -incluso después- de la ceremonia llevada a cabo en el Congreso para realizar la investidura presidencial. Los padres de la patria llegaron tarde al palacio legislativo, mientras los invitados arribaron desde temprano.

Hoy guardaremos luto por el peor 28 de julio de la bicentenaria historia republicana del Perú. Día infausto, marcado por el inicio de la gestión presidencial de Pedro Castillo, hasta ayer inmerecido ganador de las elecciones más truculentas y fraudulentas que se recuerde. Castillo es un personaje completamente improvisado para casi todas las disciplinas que pueda usted imaginar, amable lector.

Analicemos lo que ha ocurrido en el Perú para que su sociedad se suicide votando por el comunismo. Tanto en primera vuelta, como en el repechaje de junio. Para empezar, existe la presunción de que el partido Perú Libre fraguó -de manera masiva, aunque acotada a determinadas provincias- incontables actas en mesa.

En plena amenaza de cambio de modelo constitucional, por otro de índole comunista, es inadmisible que Acción Popular –defenestrado del poder en 1968 por la entonces cúpula comunista de la Fuerza Armada- coloque en entredicho la unidad de todas las fuerzas democráticas, con antojadizas poses de privilegio que minan las posibilidades de que el centro político alcance a presidir la mesa directiva

La sociedad peruana no solo atraviesa por una de sus peores etapas de polarización, sino de ofuscación y pérdida de horizonte. El punto de quiebre fue sin duda aquel crac económico de finales de los ochenta, combinado con ese cuarto de siglo de terrorismo que arrastraba el país desde el año 1980 hasta 1992.

Entramos al túnel sinfín al que se ingresa cuando una sociedad tonta abre sus puertas al comunismo, pese a las advertencias –y sobre todo las evidencias– que justificaban la alarma de quienes anticipaban lo que ya es un hecho en este país. En adelante, indefectiblemente emigrará al exterior una población de nativos que llamarán al Perú “el que fue mi país”.

En entrevista concedida al boletín oficial de palacio –El Comercio- Violeta Bermúdez, primera ministra morada, manifestó -con esa soltura de huesos que caracteriza a los caviares- que “La administración de Francisco Sagasti le está dejando al presidente electo Pedro Castillo un país más ordenado en términos de gestión, vacunas contra el covid-19 y un plan de vacunación para terminar de inmuniza

Vamos por partes. No hay que ser erudito para entender que el Perú atraviesa por uno de sus peores momentos, históricamente hablando. Hasta Pedro Castillo debería estar enterado. Pero justamente, todo indica que la lógica no es uno de los atributos de esta generación llamada del bicentenario, que hoy alucina co-gobernar el país. Pregunta: ¿a mérito de qué?

Si quieres la paz prepárate para la guerra. Potente frase de Publio Flavio Vegecio que calza con el momento que estamos viviendo. Durante demasiado tiempo el Perú viene siendo engañado por una mafia progre-caviar-comunista que manipula el país hace ya dos décadas sin haber sido elegida por los votos.

Anticipándose al ucase del partido Perú Libre, el traidor Sagasti ha desatado una feroz campaña para acabar con lo que queda de prensa libre en este país, emprendiéndola –para empezar- contra el canal de TV Willax, propiedad de un patriota como Erasmo Wong, y sus valerosísimos periodistas Humberto “Beto” Ortiz y Phillip Butters. Desde acá vaya nuestra profunda solidaridad con ellos.

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