Economista Carlos Adrianzén sobre expansión en 2024: “Crecemos porque ya no está Pedro Castillo y Dina Boluarte no hace nada”
Analista destaca que el Perú registró un punto de quiebre con la salida del profesor sindicalista. Sin embargo, lamenta que actual mandataria no aproveche “primavera económica”.
¿Cuál es su evaluación del 2024 en el ámbito económico?
Desde una perspectiva estrictamente económica, este año ha dejado cabos sueltos que podrían afectar el desarrollo futuro de la economía. Sin embargo, al observarlo en una perspectiva más amplia, se puede considerar un año favorable en ciertos aspectos. Si hubiéramos mantenido al expresidente Castillo en el poder, junto con su entorno y las reformas que intentaba implementar, es probable que la economía estuviera decreciendo a un ritmo superior al 10%, bajo una tendencia lineal de elevado costo.
Por tanto, es necesario comprender que, estrictamente hablando, el año 2024 no se caracteriza por logros significativos, más allá de representar un rebote económico en comparación con el periodo de Castillo. No se han realizado acciones particularmente destacables durante este periodo.
Incluso el desarrollo del megapuerto de Chancay es el resultado de decisiones tomadas hace más de una década. Este proyecto se presenta como la única señal positiva de inversión en un contexto marcado por un prolongado estancamiento económico, especialmente durante los gobiernos de orientación izquierdista.
El año 2024 cerrará con un crecimiento cercano al 3%. ¿Cuáles son los factores?
Al analizar fríamente el último trimestre del año, se observa una transición de un crecimiento negativo en el tercer trimestre de 2023 a un crecimiento del 2% en septiembre, con una proyección de cierre en torno al 3% para diciembre. Sin embargo, es importante descontar el impacto del crecimiento poblacional, que se sitúa aproximadamente en 1.5%. Aun así, resulta relevante reconocer que la tendencia decreciente previa se ha quebrado, marcando un cambio en la inercia económica.
Este cambio tiene una explicación que no puede pasarse por alto. En esta ocasión, el crecimiento no se debe principalmente a los productos tradicionales del sector minero, pese a que estos han experimentado buenos precios y un leve incremento en los últimos meses. Más bien, el sector minero sigue enfrentando limitaciones significativas debido a políticas gubernamentales que han obstaculizado la inversión, generando un beneficio derivado de los precios, pero un castigo debido a la oposición a nuevas inversiones.
El factor clave que explica el crecimiento proyectado del 3% hacia el final del año, si se concreta, es el notable desempeño de la agroexportación. Este sector, en los últimos diez años, ha logrado triplicar su valor en dólares, lo que puede considerarse como un “pequeño milagro agroindustrial”.
¿Este crecimiento es suficiente?
Este crecimiento no es suficiente para lograr una reducción significativa de la pobreza ni para alcanzar un desarrollo sostenible a largo plazo. Aunque estamos lejos de los objetivos planteados, la situación actual es notablemente mejor de lo que sería si la izquierda radical, representada por el expresidente Castillo, continuara en el poder. Si bien Dina Boluarte se identifica con la izquierda, su postura dista de la izquierda radical y senderista que caracterizó al régimen de Castillo.
¿Considera que la izquierda está controlada?
El gobierno de Pedro Castillo fue removido por la ley y rechazado categóricamente por la sociedad. Sin embargo, es válido preguntarse: ¿qué ha hecho la presidenta Dina Boluarte? En términos de mejorar la calidad del gasto público, prácticamente nada; en cuanto a la regla fiscal, ha sido vulnerada. El gasto ha aumentado de manera descontrolada, en un contexto marcado por corrupción, ineficiencia y un incumplimiento sistemático de la ley. Se gasta mal, y eso tiene consecuencias directas. El déficit fiscal es un reflejo claro de esta gestión desordenada. Al cierre del tercer trimestre de este año, el déficit fiscal alcanzó el 6.1% como porcentaje del PBI, lo que evidencia un quebrantamiento alarmante del orden fiscal. ¿Cómo se llegó a esto? Por un lado, los ingresos fiscales han caído, mientras que el gasto público ha aumentado de forma ineficiente. Para ponerlo en perspectiva, en el tercer trimestre de 2022, la presión tributaria era del 22.6% anualizada; para junio de este año, había caído al 18%. Esto explica el déficit: una economía que no logra reactivarse, mientras el gobierno insiste en gastar indiscriminadamente y aumentar el endeudamiento público. De cara al próximo año, el gobierno necesita elevar impuestos porque carece de la capacidad o voluntad de reducir el gasto público, el cual es ineficaz, corrupto y desastroso. Insisten en mantener empresas deficitarias como Petroperú y en otorgar beneficios a sectores específicos, como el Sutep. En esencia, este sigue siendo un gobierno de izquierda, con políticas que buscan imponer más impuestos incluso a sectores estratégicos como la agroexportación, poniendo en riesgo su crecimiento sostenido.
¿Le preocupa el déficit fiscal?
El escenario de un déficit fiscal elevado es sumamente peligroso por varias razones. En primer lugar, un déficit fiscal excesivo restringe los recursos disponibles para el sector privado, lo que obstaculiza la reactivación de la economía. Es una estrategia que podría calificarse de insensata en el contexto actual. En una reciente conferencia realizada en las instalaciones de la UPC, se dejó claro que el panorama internacional está marcado por una profunda incertidumbre. En este escenario global incierto, el Perú podría haber encontrado una oportunidad de beneficio si hubiera realizado inversiones significativas en minería, pero esto no ha sucedido. Como resultado, no podrá capitalizar las ventajas de este sector. Además, Perú enfrenta una institucionalidad débil, como ya se ha mencionado. En este contexto, un shock externo puede tener un impacto devastador. Si un país tiene una base institucional sólida y estabilidad económica, puede resistir estos embates; pero cuando está mal posicionado, con un déficit fiscal elevado, las consecuencias pueden ser graves, comparables a sufrir múltiples fracturas.
Mi mayor preocupación recae en el año 2025. El Perú enfrenta un escenario institucionalmente precario, con un gobierno que insiste en gastar de manera ineficaz y mantener un alto déficit fiscal. Aunque existen aspectos positivos, como la construcción del megapuerto de Chancay, las reservas internacionales del Banco Central y una inflación dentro del rango meta, estos factores no bastan para garantizar un buen desempeño económico frente a los errores persistentes del Congreso y del Ejecutivo.
No hay razones sólidas para esperar que 2025 sea un año favorable. No se han realizado las inversiones necesarias en el pasado, y actualmente no se está generando la producción suficiente para aprovechar una eventual bonanza. Además, nadie puede garantizar que habrá una bonanza económica o, por el contrario, que el mundo no enfrentará una recesión global.
La economía crece pero la inversión no. ¿Cuál es el motivo?
El crecimiento económico reciente se debe, en gran medida, al desempeño de la agroexportación y la minería, a pesar de los numerosos obstáculos que se han impuesto a estos sectores. Sin embargo, la inversión en general se encuentra en un estado crítico. El rebote económico posterior a la pandemia ya se ha desvanecido, y si observamos las cifras de crecimiento real de la inversión, esta ha sido nula en el último año. Este estancamiento es la factura que se paga por la desconfianza y por la falta de liderazgo del gobierno de Dina Boluarte y sus colaboradores.
Desde un enfoque político, es importante reconocer una realidad: Dina Boluarte no gobierna plenamente; cogobierna con un Congreso dividido en dos bloques.
Por un lado, el bloque mayoritario compuesto por las alianzas de Acuña, Fujimori y Luna Gálvez, que utilizan a la presidenta como un instrumento político sin mucho respeto.
Por otro lado, están sus antiguos socios: los filosenderistas de Perú Libre y los partidos de izquierda, que, aunque se quejan constantemente, terminan cediendo ante las torpezas que emanan del Legislativo. Esta combinación de un Congreso con inclinaciones socialistas y un Ejecutivo sin rumbo definido está dejando numerosos cabos sueltos de cara al cierre del 2024. A esto se suma la intención del Ministerio de Economía y Finanzas de incrementar los impuestos, una medida que podría agravar aún más la desconfianza y desincentivar la inversión privada, profundizando la crisis económica y política del país.
¿Esta alza de impuestos ahuyenta las inversiones?
Definitivamente. La intención de incrementar impuestos, combinada con una pésima gestión del gasto público, genera un entorno adverso para la inversión. Existe la falsa premisa de que Dina Boluarte y el Congreso administran los recursos mejor que los ciudadanos, lo cual es completamente erróneo. Si analizamos nuestras cifras en términos de corrupción, violencia estatal, cumplimiento de la ley y respeto al orden público, los indicadores son alarmantemente bajos, comparables a los de algunas naciones con serios déficits institucionales. Esto crea un clima de desconfianza generalizada, que desalienta tanto la inversión local como extranjera. Frente a este panorama, cabe preguntarse: ¿ha hecho algo significativo el señor Arista, actual ministro de Economía y Finanzas, o la presidenta Boluarte para revertir esta situación? Hasta el momento, las acciones concretas son prácticamente inexistentes, lo que agrava aún más las perspectivas económicas del país.
¿En el 2024 hubo rebote económico?
No es correcto afirmar que el crecimiento de 2024 se deba a un mero “rebote estadístico”; esa idea es una barbaridad. Lo que ha ocurrido es una recuperación ligada al efecto político concreto de la salida de los grupos senderistas del poder. Este cambio generó un alivio en la población, que se tradujo en una mejora económica. No fue un simple ajuste estadístico: sin este cambio político, probablemente hubiéramos continuado en caída, e incluso era esperable una contracción mayor. La salida de Pedro Castillo fue el factor que evitó este escenario adverso.
¿Qué le preocupa para el 2025?
De cara al 2025, este efecto positivo derivado de la salida de Castillo habrá desaparecido. Aunque podríamos observar un crecimiento modesto en el 2025, existen factores que generan preocupación. Entre ellos, destaca la situación fiscal. Coincido con el presidente del BCR, Julio Velarde, quien ha manifestado su inquietud por el desorden fiscal. El manejo fiscal será crucial para evitar una nueva desaceleración económica en el próximo año.
