Papa León XIV, el sucesor de Francisco
En 1268, veinte cardenales se reunieron en Vitervo. Tras casi tres años de deliberaciones y terminar siendo confinados clausi cum clave -origen del término cónclave- por el clero romano y los citadinos, resultó electo Gregorio X, no sacerdote, sucesor de Clemente IV.
En 1268 veinte cardenales se reunieron en Vitervo. Tras casi tres años de deliberaciones y terminar siendo confinados clausi cum clave -origen del término cónclave- por el clero romano y los citadinos, resultó electo Gregorio X, no sacerdote, sucesor de Clemente IV.
Después, los cónclaves cambiaron.
Pablo VI había establecido en 1975 un límite de 120 papables en el derecho canónico. Ahora y por primera vez, se superó ese límite. Con escasísima anticipación, a la curia vaticana no le quedó otra opción que hacer los arreglos necesarios y acoger a los 13 cardenales adicionales para que participaran en el cónclave más globalizado de la historia por cuanto, el 6 de octubre pasado, Francisco anunció el fue su último consistorio. El 7 de diciembre, ya bastante enfermo, creó 20 cardenales electores y un no elector ya que superaba los 80 años.
A los 133 cardenales sumó electores de 12 países que antes no participaron en esta cita universal. Rescato algunos datos no menores: ningún parisino, veneciano, milanés, de Praga y de Los Ángeles, sí provenientes de Tonga, Haití, Paraguay y Suecia y que varios no se conocían ya que al reciente sínodo solo asistieron 54 cardenales.
Sin intérpretes e incomunicados en la Capilla Sixtina so pena de excomunión, los electores siguieron el rito electoral escribiendo el nombre de su preferido encima de Eligo in Summum Pontificem. Invocando al Espíritu Santo para ungir al mejor papa y bajo los frescos del genio polifacético Miguel Ángel representando la Creación y el Juicio Final y las miradas de profetas y sibilas, el sucesor superó la voluntad atrincherada de progresistas, moderados, conservadores, tradicionalistas, liberales y negociadores, según clasificaciones vaticanólogas.
En tanto que en las congregaciones y murmuraciones que precedieron al cónclave los congregados -que incluían a cardenales mayores de 80 años y a castigados- debatían entre prorrogar la herencia inclusiva de Francisco o el retorno al sendero doctrinal ortodoxo, los cercanos al cardenal agustino lo promovían como una alternativa moderada entre los “papables” argumentando que, por tal condición, estaba entrenado para navegar en aguas muy tormentosas y agitadas por los mismos y antagónicos progresistas y conservadores, cuya fraternidad es tan intestinal como celestial.
Aun cuando cualquier bautizado puede ser papa, la votación de Robert Francis Cardenal Prevost, León XIV, de 69 años, católico y doctor en derecho canónico, no resulta tan sorpresiva en razón que son tiempos de reformas y así lo entendió el nuevo papa al escoger su nombre pontificio.
León XIII, papa por más de 25 años, doctrinario conservador, abierto a la ciencia y a la modernidad y quien -anticipándose al debate de Habermas y Ratzinger, después Benedicto XVI- entendió que la razón no era incompatible con la fe, e introdujo oficialmente los derechos sociales y los deberes del capital en los cimientos de la doctrina social de la Iglesia con su potentísima encíclica Rerum Novarum.
Reconocido por su vida pastoral, su pasado como cabeza de los agustinos, su gestión al frente del arzobispado de Chiclayo, Francisco, tras crearlo cardenal hace dos años, le encargó -nada menos- la cabeza de uno de los “ministerios más importantes de la curia: el Dicasterio para los Obispos, un cargo crucial y que se encarga de la selección de los obispos en todo el mundo y que finalmente, el Santo Padre, decide lo que estima conveniente.
León XIV es cercano a los migrantes y a sus comedores, pronunció ayer diez veces la palabra paz, ratificó la unidad de la Iglesia universal y la sinodalidad tan enfatizada por Francisco como la comunión de todos en y con Cristo.
Así, todo indica que el perfil del primer papa estadounidense -con nacionalidad peruana- responde a las necesidades presentes y futuras de la iglesia y de la humanidad.
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Sin temor a equivocaciones, por su trayectoria el nuevo obispo de Roma y Sumo Pontífice intentará y en adición a lo que su historia habla por él, privilegiar la centralidad de Cristo en la misión evangelizadora de la Iglesia, el combate al abuso sexual y la falta de trasparencia de las finanzas vaticanas, revertir la creciente secularización, promover la caridad y la solidaridad preferentes y continuar -con la paciencia y firmeza que le atribuyen- la reforma de la curia romana.
Dicho esto, Francisco -paradójicamente votado por electores creados por los conservadores Juan Pablo II y Benedicto XVI, antes apodado -panzercardenal- abrió muchas puertas, acaso sin cerrar ninguna.
Ante este muy delicado “estatus”, León XIV tendrá que calibrar la relación con el islam por cuanto Benedicto XVI -en su lectio magistralis de 2006 en Ratisbona- citando al soldado, estadista y emperador bizantino Manuel II Paleólogo repitió: “Muéstrame qué ha traído de nuevo Mahoma y solo encontrarás cosas malas e inhumanas como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba”. A lo que añado que Francisco suscribió hace 8 años en un documento con el imán Ahmad Al-Tayyeb que afirma que “Dios y Alá están en el mismo nivel porque «todas las religiones llevan a Dios y que la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua es una sabia voluntad divina”.
Al respecto cabe puntualizar que, según nuestro céntrico dogma católico, Jesús es nuestra “única salvación”.
En adición y sobre la tierra de León XIV, recordemos que los Estados Unidos de Norteamérica tiene setentaidós millones de fieles católicos -un poco menos que un cuarto de su población- lo que le abre la puerta al pontífice, tras el efusivo saludo de Donald Trump, a tener un imprevisto impulso en pro de la paz en Ucrania.
Como también dijo “sin miedo” para que en “nadie se quede fuera” León XIV, gran aficionado al tenis, bendijo Urbi et Orbi a Roma y al mundo recordándonos a Elio Arístides quien, en el siglo II, en su Elogio de Roma, la calificó como la civilización en la que “el centro está en todas partes y la periferia en ninguna”, claro precedente de la condición romana que Dante Alighieri reconoció en Cristo. Purgatorio, XXXII, 99-100.
Así, quién llegó a nuestra amada tierra hace cuatro décadas - tres años después de ser ordenado sacerdote- en una misión agustiniana y terminó su misión entre nosotros como arzobispo de Chiclayo, tuvo singulares palabras de afecto para los chiclayanos y el resto de los peruanos en su primera aparición como papa.
Resumiendo, y tal como lo deseó Gualtiero Cardenal Bassetti, el nuevo papa deberá conjuntar la introspección teológica de Benedicto XVI y la apertura pastoral de Francisco por lo que -y ante todo lo que en estas líneas he podido verter- considero que el gran reto o desafío de León XIV no es la unidad, sino la diversidad.
Finalmente, y remarcando que el gobierno curial del medio kilómetro cuadrado más influyente del mundo, el Vaticano, ejerce un poder inmenso en la mutante geopolítica en un contexto internacional cada vez más complejo, polarizado y violento, debemos esperar que el sucesor extienda por doquier el abrazo profético de la columnata de Bernini, datada del siglo XVII. ¡Viva el papa, viva León XIV!
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