2024: pesimista contumaz
Tengo la fortuna de la atención y aprecio de muchos círculos académicos, mediáticos (nacionales y extranjeros), diplomáticos y empresariales que –de vez en cuando– requieren mi modestísimo análisis acerca de la situación política peruana.
Me tomo muy en serio hacerlo y lo grafico mayormente en un PPT cargado de imágenes, cifras, citas, portadas de diarios y todo cuanto me permita ser claro a la hora de exponer.
Mi mayor logro internacional fue advertir a Diego Li de la embajada de la República Popular China que de ninguna manera la congresista de izquierda Rocío Silva-Santisteban sería elegida presidente del Congreso y, por ende, encargada de la presidencia de la República tras la caída de Manuel Merino, jefe de Estado provisional luego de la vacancia al inmoral de Martín Vizcarra en noviembre 2020.
Diego me respondía, sorprendido, que según el cálculo particular de los votos en el Congreso, Silva-Santisteban era bolo fijo. Sustenté que dicha parlamentaria era radical e irresponsable, apostando más bien que el elegido sería finalmente Francisco Sagasti por calzar mejor en una imagen ponderada, con buenos pergaminos académicos y capaz de ponerle fin a la turbulencia social de esos días.
El acierto de mi pronóstico hizo que la embajada china me tuviera en muy alta consideración durante la etapa de la pandemia del COVID- 19 y, cual oráculo, diserté en varias ocasiones ante el conjunto de sus funcionarios incluyendo una vez (junio 2022) al director de América Latina y el Caribe del gobierno de Beijing.
En otros foros domésticos, desde principios de este decenio, la proyección que hice de los escenarios políticos siempre fueron pesimistas.
Tanto es así que al iniciar mi tercera o cuarta exposición ante un gremio de empresarios, alguien me acotó: “César, danos por favor aunque sea una sola buena noticia”. “Lo siento –contesté–, no puedo engañarlos. Me convocan para hablarles con sinceridad y así lo hago.
El Perú, lamentablemente, ha caído en lo más hondo de un pozo de desinstitucionalización que no deja margen para el optimismo”.
En este punto, ahora somos muchos quienes participamos del credo depresivo. Incluso algunos que, con un entusiasmo digno de mejores causas, contribuyeron a la estupidización colectiva apoyando al cínico de Vizcarra y a Pedro Castillo.
Día llegará que los confrontaremos con sus propias palabras y campañas, especialmente a quienes se disfrazan de analistas independientes y objetivos.
Nuestro país está jodido por donde se le mire y solo una inercia conformista –a estas alturas, totalmente aventurera– nos permite despertar cada día en la creencia de habitar un territorio pletórico de lindas ilusiones y con derroteros ciertos.
Pero la vida diaria nos proporciona bofetadas imparables donde la informalidad, corrupción, argollas, mediocridad, inseguridad y mentira reinan como valores sustantivos.
Hace más de 50 años, a través de su obra “Conversación en La Catedral”, el hoy retirado de las lides periodísticas y literarias, nuestro premio Nobel Mario Vargas Llosa, lanzó la pregunta cruel pero inevitable: “¿En qué momento se jodió el Perú? “.
Aseguro que en 2024 seguiremos atribulados con la misma interrogante.
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