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34 años después

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Fecha Publicación: 14/07/2024 - 22:00
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Como si fueran mazorca en punto se fueron desgranando los días, las semanas y esos tres meses que no estaban ni soñados cuando acepté la invitación a Buenos Aires para un fin de semana con despedida el martes.

Pero me gustó la ciudad, su gente, decidí alargar mi paseo. Agradecí la invitación y me pasé por unos días a casa de Arturo y Yoelma Guardia mientras busqué y encontré el pequeño departamento, justo a mi medida, al que me mudé. Ahora empezando a escribir las Crónicas traigo esto a cuento porque tuvimos un cambio de horario y no pude recibir el texto y fotografías de Maximiliano Cores, con quien hoy abríamos nueva sección que será buena suma con Cámara Real, página del príncipe Michel de Yugoslavia que desde el 2020 nos acompaña con fotografías y relatos de sus viajes y exposiciones.

El despacho de Maximiliano recordaba el 9 de julio, Día Patrio de Argentina, con una visión de Buenos Aires. Pero estamos tranquilos, queda en pie el acuerdo, tendremos el próximo lunes su trabajo que es puerta para compartir visiones y experiencias desde nuevos escenarios. Esos meses que me quedé dejaron las fotografías que publicamos para no perder el tema.

Son algunas de las que tengo en larguísimas tiras impresas en color sepia, novedad que encontré en un recomendado laboratorio de la calle Lavalleja al que llegaba caminando desde la Santa Fé, arriba por Canning. Recorrido que me permitía ver espacios en que podía encontrar modos y maneras de la ciudad, como la pastelería en esa esquina donde hacía tambo conquistado por la variedad de empanadas que preparaba la dueña que siempre tenía una sonrisa para “mi amigo peruano”. Sonrisa que encontré y recibí done fuera.

Después de 34 años, al revisar las tiras de contactos, buscando fotos para esta Crónica, encuentro un Buenos Aires en temas y encuadres que tienen mucho de lo que hoy sigo tratando. Hay esos estrechamientos de campo, esos personajes que asoman y los que tienen la mirada dirigida a mí, más que a la cámara. Hay escenas de la mañana urbana y, aunque no son muchos, esos nocturnos en que puedo escuchar la voz del silencio en las calles vacías. Difícil muy difícil no tuviera una foto con los mozos.

Ahí está la que publicamos. Es de la serie con todos los que atendieron el cóctel ofrecido por Luisa Zuberbuhler en uno de los grandes salones del famoso Hotel Alvear para presentar su revista Lugares. Lo que conseguí en ese fin de fiesta era casi imposible de creer. Luisa, su esposo, las amigas y los buenos mozos, había un peruano, aceptaron mi pedido que no dudaría decir es histórico.

En la misma tira de contactos, los vecinos del barrio cercano al Matadero, al pie de la escultura del Resero, disfrutan en domingo de un tradicional baile de pareja. Otro domingo en otra esquina de la ciudad, la misa en la iglesia del barrio San Isidro, me hace equilibrio con la del espectáculo de música y teatro en el Garaje, interesante espacio de arte.

No recuerdo si era martes o domingo cuando me despedí de Buenos Aires para regresar a Lima con una buena cartera de recuerdos, también están los de Córdoba y Mendoza. Hay algunos que como facinerosos se han ido escapando dejando una leve huella que probablemente ya no deje huella. Pero las cuatro fotos de hoy quedan como huella y pista para las de Maximiliano que de todas maneras vienen. Tendrán su lunes.

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