34 años que cambiaron la historia y al fujimorismo
Tras el autogolpe de abril de 1992, y con ocasión de las elecciones al Congreso Constituyente Democrático, el fujimorismo fundacional emitió una serie videopolítica de cinco capítulos de 30 minutos cada uno que denominó “Tres años que cambiaron la historia”. A través de una narrativa simple y sencilla explicaba por qué romper el orden democrático fue necesario: “Ganar la guerra al terrorismo de Sendero Luminoso nos permitió recuperar el orden interno y reinsertar al país en la dinámica económica global”, argumentaba. El objetivo de marketing político se logró. La narrativa verosímil conectó con el elector y consiguió los votos necesarios en la contienda electoral.
Hace unas semanas, el expresidente Alberto Fujimori inició un podcast de su autoría donde retoma esa narrativa de antaño con el objetivo de reconectar con la audiencia fujimorista en tiempos contemporáneos. Lo cierto es que pasaron más de 30 años de silencio narrativo sin una explicación de la historia posterior al fujimorismo fundacional. Me refiero a la caída del régimen, los gobiernos post Fujimori, el fujimorismo Fuerza Popular, la crisis tecnocrática y la caída de PPK, el vizcarrismo, el castillismo, en fin, cómo explica el fujimorismo la nueva ola política informal e ilegal.
Estos hitos no tienen explicación en la reciente narrativa. ¿La escucharemos en los próximos episodios? ¿Están alineados con la reciente historia política gestada con la participación de Keiko en el escenario nacional y de su partido? Nada más peligroso para el posicionamiento de marca logrado por el fujimorismo Fuerza Popular los últimos 30 años que devolverla al pasado triunfal del fujimorismo fundacional, sin tener consolidada una narrativa verosímil que explique los años ocultos que no logra explicar de manera coherente, sin admitir un mea culpa convincente. ¡Cuidado!
Si el fujimorismo pretende trascender en la escena política contemporánea tendrá que resolver sus dos grandes contradicciones: Una a la interna entre su ser fundacional y su ser contemporáneo. Y otra a la externa, donde al enfrentarse al antifujimorismo, se ha convertido en una fuerza política que no unifica al país, sino que lo divide. Si el fujimorismo no logra superar estas dos contradicciones que atraviesan su ser por dentro y por fuera, y no logra reconvertirse en una fuerza política unificadora, su futuro está condenado a ser un espectador más de quien resulte ganador en las contiendas.
Lo cierto es que el fujimorismo, con Alberto, Keiko, Kenji, o sin ellos, es una fuerza política real consolidada los últimos 34 años y que cambió la historia del Perú. Está presente hoy y tiene un significado histórico, guste o no, y pese a quien le pese. Y están en el juego democrático. Por ser un partido real y popular se han ganado el derecho de participar en el ajedrez político peruano y tienen todo el derecho de ser protegidos por la institucionalidad democrática, así como todo partido demócrata del país.
Por cierto, un consejo comunicacional. Si realmente pretenden instalar mensajes efectivos en la mentalidad de una nueva generación masivamente, hagan una serie de televisión o una novela sobre la historia del chino, pero eso significa que tendrán que escribir un guion explicando esos 30 años de historia que hasta hoy ningún fujimorista se ha atrevido a escribir, ni siquiera en ficción.
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