78 años de la firma de la carta de San Francisco
No existe documento jurídico-político más universal en la historia de la humanidad que la Carta de las Naciones Unidas, también denominada Carta de San Francisco, firmada un día como hoy, 26 de junio, en 1945, es decir, hace 78 años. La refrendaron 50 de los 51 Estados que integraron la ONU en el momento de su creación. Polonia lo hizo pocos meses después.
Por Perú lleva la firma del eminente internacionalista Alberto Ulloa Sotomayor, exministro de Relaciones Exteriores, que para disponerse a cumplir la misión encomendada por el gobierno del presidente Manuel Prado Ugarteche (1939-1945), debió dejar su cátedra de derecho internacional en San Marcos a su asistente que la asumió con creces, más tarde, también descollante internacionalista, el maestro Andrés Aramburú Menchaca –mi promoción sanmarquina que ayer cumplió 34 años, lleva su nombre- y el Taller de Derecho Internacional de la cuatricentenaria y
Decana de América, el de Ulloa Sotomayor –TAUS-. Redactar la Carta no fue una tarea fácil. Su contenido de 111 artículos –hubo pocas enmiendas, pero trascendentales como el cambio de Taiwán por China continental en el Consejo de Seguridad- debía tener la virtud de recoger las aspiraciones de todos los pueblos del planeta –los que la firmaron inicialmente y los que fueron incorporándose después hasta llegar a los 193 Estados- y qué bien que lo logró pues la paz se abrió paso como el tema más relevante de la Carta. Era lo esperado.
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) había dejado el saldo de más de 60 millones de muertos, alrededor de 65 millones de heridos, entre ellos, unos 35 millones en la condición de graves y más de 3 millones de desaparecidos. Con esas cifras escalofriantes que habían aterrado a la comunidad internacional, a nadie se le ocurría hablar de ningún tema que no fuera el mantenimiento de la paz, convertido desde ese instante en el objeto central de la ONU.
La Carta de San Francisco, que entró en vigor 4 meses después, es decir, el 24 de octubre de 1945, constituye, entonces, el mayor tratado que hayan convenido los pueblos del mundo y su carácter comprehensivo y totalizador, la ha convertido en el texto más trascendente y eficaz para la convivencia pacífica de la civilización planetaria cumpliendo su objetivo fundacional a pesar de los conflictos o guerras localizados que siguen produciéndose en el mundo.
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