8vo Mandamiento: “No darás falso testimonio, ni mentirás”
Siguiendo las Sagradas Escrituras, la Iglesia Católica ha mantenido el mandato de Jesús de respetar los 10 Mandamientos. El 13 de agosto de 2024, el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana emitió un comunicado solicitando la derogación de la Ley N° 32107, relacionada con delitos de lesa humanidad. Los obispos expresaron su “profundo desconcierto y decepción, porque de esta manera, con esta decisión, se está sacrificando el respeto a la vida…”. Sin embargo, esta afirmación distorsiona la verdad.
La Biblia enseña: “No darás testimonio falso contra tu prójimo” (Ex 20, 16). Dios prohíbe el falseamiento de la verdad en las relaciones con los demás. Este mandamiento refleja la vocación del pueblo cristiano a ser testigos de Dios, quien busca la verdad. Cuando se falsea la verdad, se socavan las bases de la alianza entre Dios y su pueblo.
Es importante recordar que la violencia política iniciada por el PCP-SL en 1980 afectó también a miembros de la Iglesia Católica. La primera víctima fue el sacerdote Víctor Acuña Cárdenas, asesinado en 1987 mientras oficiaba misa en Ayacucho. En 1989, subversivos dinamitaron Radio Quillabamba, una estación dirigida por dominicos que apoyaban a organizaciones populares. También en ese año, el Instituto de Educación Rural de Ayaviri fue destruido en un atentado terrorista, y el sacerdote Teodoro Santos Mejía fue asesinado en Junín.
En 1990, el párroco Reynaldo Sáenz fue acribillado en Huancavelica, y la religiosa Agustina Rivas López fue asesinada en Chanchamayo, seguida por la ejecución de Sor María Luisa Obregón. Además, los sacerdotes Zbigniew Adan Strzalkowski, Miguel Tomaszek y Alessandro Dordi fueron asesinados en 1991 por Sendero Luminoso. Estos religiosos, que ofrecieron sus vidas en áreas marginales y rurales, fueron beatificados en 2015.
El año 1991 fue uno de los más sangrientos para la Iglesia, con el asesinato de cinco religiosos extranjeros que trabajaban con los más necesitados. También se estima que entre 1980 y 1992, Sendero Luminoso asesinó a 529 evangélicos, de los cuales 424 eran de Ayacucho, pertenecientes a comunidades presbiterianas y pentecostales.
El comunicado reciente de la Conferencia Episcopal Peruana revela una deslealtad y traición hacia sus propios mártires, quienes sacrificaron sus vidas durante la época del terrorismo. Con este pronunciamiento, los obispos parecen ignorar el dolor y el sacrificio de la Iglesia Católica y de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú, que lucharon contra el terrorismo. Su postura evidencia una preferencia ideológica que parece estar por encima de los principios cristianos que deberían defender. Esta división entre la Iglesia y las instituciones del Estado será difícil de sanar, ya que su desconcierto y decepción afecta a los creyentes.
No se pide impunidad, se exige justicia en honor a la verdad.
Por Gral Div EP Ronald Hurtado Jiménez
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